Cuando alguien cercano atraviesa una pérdida, encontrar las palabras adecuadas puede ser complicado. El duelo, con toda su complejidad, nos deja inseguros sobre cómo acercarnos sin echar pólvora al fuego emocional. Aquí te damos una guía clara para esos momentos donde las palabras cuentan más de lo que piensas.
La pregunta prohibida
De entrada, evita decir “¿Cómo estás?”. ¡Es una trampa! Alisyn Camerota de CNN, quien vivió la pérdida de su esposo en 2024, dice que es imposible responder a algo tan amplio. La persona en duelo probablemente piense algo como “¿Cómo estoy? Pésimo, gracias por preguntar”, pero, claro, no lo dirá así.
En su lugar, opta por preguntas específicas como “¿Cómo fue tu día?”. Es menos abrumador y muestra un interés genuino. Ayuda a conectar sin presionar.
No pongas tareas a quien está en duelo
Preguntar “¿En qué te ayudo?” suena bien en teoría… hasta que te das cuenta de que convierte al amigo en un organizador de tareas. Mekel Harris, psicólogo y consultor de duelo, lo explicó claro a NPR: quienes están en duelo no tienen cabeza para decidir qué necesitan.
Lo mejor es adelantarse. Lleva un café, haz las compras, o llega con un delicioso pastel. No preguntes, solo hazlo. Bonus points si incluyes algo de chocolate; el chocolate cura casi todo, menos corazones rotos, pero ayuda.
Destierra el “al menos”
Frases como “al menos vivió una vida larga” no consuelan; enfurecen. Harris advierte que estas expresiones invalidan el dolor. Si no quieres que tu amigo deje de llamarte, evita minimizar su pérdida. Mejor di algo sincero como “Esto debe ser terrible para ti”. Sí, es incómodo, pero más incómodo es necesitar apoyo y recibir clichés.
Otras frases cliché como “El tiempo lo cura todo” tampoco ayudan. Furlan advierte que este tipo de expresiones pueden sonar vacías. Lo mejor es ser auténtico y personal. Piensa qué te gustaría escuchar si estuvieras en su lugar. También evita decir cosas que obliguen a la persona a buscar consuelo en ti, como «No puedo imaginar lo que estás sintiendo». Mejor, muestra solidaridad con algo como “Puedo imaginar que esto es muy difícil, y quiero que sepas que estoy aquí”.
Regala tiempo, no solo palabras
El tiempo es oro, y nadie lo sabe mejor que quien está en duelo. Marisa Renee Lee, autora citada por NPR, sugiere dejar claro que no hay prisa en responder tus mensajes. Un simple “Piensa en responder cuando te sientas listo” puede aliviar la presión. Mandar un mensaje en una fecha importante, como el aniversario de la pérdida, tiene un impacto positivo. Un “Estoy contigo hoy” vale más que una docena de flores.
Comparte recuerdos
Hablar de la persona fallecida no es tabú; es un bálsamo. Las personas en duelo valoran que otros recuerden al ser querido. Historias graciosas, anécdotas tontas o incluso detalles sin mucha relevancia ayudan a mantener vivo su recuerdo. Un “Siempre recordaré su risa” es oro puro. Renee Lee menciona que, años después de la muerte de su madre, esos comentarios todavía le llenan el corazón.
El silencio, un aliado inesperado
No siempre hace falta llenar los silencios. Camerota relata cómo su hijo de 14 años simplemente la acompañó en silencio tras perder a su esposo. No hubo palabras, solo presencia. Y funcionó. Si no sabes qué decir, prueba quedarte cerca y disponible. A veces un abrazo dice lo que las palabras no alcanzan.
Ríe con cuidado
El humor puede ser un salvavidas, pero úsalo con todo el tacto que puedas gestionar. Si compartiste un momento gracioso con la persona fallecida, saca el recuerdo en el momento adecuado. Una línea como “Recuerdo cuando X intentó cocinar y casi quema la cocina” puede arrancar sonrisas. Eso sí, mide el terreno antes; no arranques con chistes agresivos.
Eres más valioso si sigues presente
El duelo no termina el día después de la pérdida; puede durar meses o años. Harris menciona cómo el apoyo social decrece con el tiempo, dejando una sensación de abandono. Ponte recordatorios en el calendario para seguir contacto. Tu amigo lo agradecerá, aunque no lo diga.
Apoyar a un amigo en duelo requiere empatía y autenticidad. No existe una fórmula mágica, pero pequeños gestos, palabras desde el corazón y acciones concretas pueden marcar una gran diferencia en su proceso de sanación.
