Por Christopher Ingraham – The Washington Post
Grandes sumas de dinero que se derraman en el sector financiero están enriqueciendo a los accionistas, pero produciendo poco valor en el mundo real, según un nuevo análisis de inversión empresarial de American Compass, un grupo conservador de expertos.
El análisis de Oren Cass, ex investigador principal del Manhattan Institute y asesor de la campaña presidencial de Mitt Romney en 2012, encuentra que gran parte del dinero que las empresas una vez canalizaron hacia activos que aumentan la productividad – estructuras, equipos y propiedad intelectual – ahora están siendo redirigidos a sus propios accionistas.
Esta búsqueda de ganancias a corto plazo sobre la inversión a largo plazo parece estar deprimiendo el crecimiento económico – encuentra el reporte – exacerbando la desigualdad y haciendo que sea cada vez más difícil para los trabajadores estadounidenses y sus familias salir adelante.
Históricamente, las empresas rentables devuelven parte de sus ganancias excedentes a los accionistas e invierten gran parte del resto nuevamente en la empresa en forma de nuevas máquinas, nuevos edificios y propiedad intelectual. Estas denominadas inversiones de capital han sido tradicionalmente uno de los motores del crecimiento económico.
Pero, como han observado muchos economistas, tales inversiones han estado decayendo durante décadas en Estados Unidos, particularmente en relación con el producto interno bruto y las ganancias corporativas. Cass profundiza en estos números a nivel de empresa, remontándose a 1971, caracterizando a las empresas en dos categorías principales: erosionadores, que permiten que sus activos de capital se deprecien para pagar a sus accionistas; y los sostenedores, que invierten en sus bienes de capital a un ritmo más rápido que la depreciación, lo que garantiza que sus activos crezcan.
Los sostenedores “pueden invertir y lo hacen en nuevos activos a un mayor ritmo del que consumen los existentes”, escribe Cass. “La mayoría de las empresas en una economía capitalista que funcione bien deberían ser sostenedores, de las cuales, históricamente, la mayoría lo fueron”.
Los erosionadores, por el contrario, “desinvierten activamente de sí mismos, permitiendo que sus bases de capital se erosionen incluso pagando a los accionistas los recursos que habrían necesitado de haber querido mantenerse saludables”.
También hay una tercera categoría de negocios, llamados crecedores, que necesitan pedir prestado para financiar niveles de crecimiento que actualmente están más allá de la escala de sus ganancias. Cass hace un hallazgo sorprendente: en la década de 1970, menos del 20% del dinero en el mercado de valores de EE.UU. se encontraba en los llamados erosionadores. Pero para el año 2017 casi la mitad lo estaba.
Durante el mismo período, la capitalización de mercado de los sostenedores se redujo en una cantidad similar.
Cass señala, por ejemplo, que la empresa de tecnología Cisco gastó $101 mil millones comprando acciones en tesorería (recomprando sus propias acciones) durante los últimos 15 años, pero invirtió sólo $15 mil millones durante el mismo período.
Luego está IBM: en la década de 1970, según el análisis de Cass, pagó a sus accionistas 30 centavos por cada dólar invertido. Pero para 2014, les estaba pagando $5 por cada dólar invertido.
Los sostenedores incluyen “las firmas de tecnología masiva con la mayor capitalización de mercado”, escribe Cass, incluyendo Apple, Alphabet (Google) y Facebook.
Un resultado de este cambio es el creciente flujo de efectivo de las empresas no financieras al sector financiero. “La salida neta de recursos de la economía real se ha más que duplicado como porcentaje del PIB, del 1,5% al 4,0%”, escribe Cass. Es uno de los factores que impulsa la creciente desconexión entre el desempeño del mercado de valores y la salud del resto de la economía.
La mayoría de los economistas dicen que el surgimiento de la teoría empresarial de la primacía de los accionistas, que establece que el primer deber de una empresa es maximizar las ganancias para sus accionistas, es uno de los principales impulsores de este fenómeno.
“El famoso ensayo de Milton Friedman (‘La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus ganancias’) se considera que marca un cambio radical en el pensamiento porque dice que los accionistas son lo primero y cualquier otra cosa es ineficiente”, escribió Cass por correo electrónico. “Y los accionistas, quizás racionalmente, parecen relativamente más interesados en las ganancias a corto plazo” que en las inversiones a largo plazo.
Este cambio de pensamiento fue acompañado por una explosión creativa en la búsqueda de ganancias en el sector financiero. “Algunas firmas de capital privado dijeron ‘en realidad, si compramos estas [empresas] y las vendemos por partes, o exprimimos a los trabajadores y proveedores y recortamos la inversión de capital y las apalancamos en gran medida … podríamos obtener mucho más dinero del que vamos a tener que pagar”, escribió Cass.
Algunos economistas ven este tipo de comportamiento como beneficioso para la sociedad. Kevin Hassett, jefe del Consejo de Asesores Económicos de Trump, dijo a The Post en 2018 que cuando una empresa compra sus propias acciones, la persona que había invertido en esa empresa “compra alguna otra acción o invierte en algún otro negocio que realmente necesita el dinero. El dinero se reinvierte y está aumentando la eficiencia de la economía al mover efectivo a las empresas que más lo necesitan”.
Pero Cass dice que esta práctica se ha generalizado tanto y la inversión real ha disminuido tanto que se ha convertido en un juego de la papa-caliente de la inversión: las empresas pagan a los accionistas, que invierten en otras empresas, que pagan a sus accionistas, que a su vez invierten en otras empresas, una y otra vez hasta el infinito. En cada paso de la cadena hay una empresa financiera que toma una tajada y muy poco dinero termina regresando a lo que Cass llama la economía “real” de bienes y servicios no financieros.
“El problema surge cuando el sector financiero deja de servir a la economía real y, en cambio, la economía real sirve al sector financiero”, dijo Cass. “Los activos en la economía real se convierten simplemente en el medio que utiliza el sector financiero para realizar una variedad de actividades, que no son de inversión, para su propio beneficio”.
No todos los economistas están de acuerdo con el diagnóstico de Cass. Don Schneider, ex-economista-en-jefe del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes (House Ways and Means Committee) señaló en un extenso hilo de Twitter que otras formas de medir la inversión empresarial no muestran la misma disminución observada en los análisis de Cass y otros. Añadió que la literatura sobre inversión empresarial es “realmente conflictiva, con muchas teorías y medidas de inversión convincentes para ser evaluadas” y que no ofrece “buenas respuestas definitivas”.
Cass, sin embargo, considera que la inversión empresarial en declive es una de las causas de muchos de los males que enfrenta la economía estadounidense en la actualidad. Las empresas que no invierten en sí mismas están menoscabando su propia productividad, lo que significa salarios más bajos para sus trabajadores. Los pagos masivos a los accionistas benefician de manera abrumadora a los ricos, que poseen la mayor parte del dinero en el mercado de valores.
Dicho todo, dice Cass, es una receta para el estancamiento económico en todos los ámbitos. “La base de capital de la nación es literalmente más pequeña en billones de dólares como resultado, lo que representa innumerables empresas que nunca se construyeron, innovaciones que nunca se desarrollaron y trabajadores a quienes nunca les fue dada una oportunidad”, escribe.