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A quince kilómetros de Dauphin, una pequeña ciudad (población: 8,250) en laprovincia canadiense de Manitoba fundada al lado del lago del mismo nombredescubierto por el explorador Pierre Gaultier de Varennes en 1741, selevanta-orgulloso-el pueblo de La Ville mexicaine, conocido por sushabitantes como La Villita. Es, sin duda, un hábitat asombroso: en un par dedécadas, unos setenta inmigrantes de Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Chihuahuahan recreado un «auténtico» pueblo mexicano en la zona gélida. Se describen así mismos como «los villistas».

Una alcaldía, dos cantinas, un panteón llamado Dolores, unatortillería, un parque y una cárcel salpican el horizonte. La poblaciónincluye un doctor, dos policías, cuatro clérigos (con siete hijos cada uno),trece licenciados, siete ladrones, seis prostitutas, cinco narcotraficantes,tres vacas, dos puercos, una gallina y dos pericos. Además, al lado del LagoWinnipeg vive un «coyote» que por una suma módica ayuda a transportarse a LaVillita a inmigrantes indocumentados de México que cruzan por el estadonorteamericano de Dakota del Norte.

A pesar de su escala menor (La Villita es casi una maqueta), el tráfico esimposible. Nadie respeta las señales de tránsito. Una «mordida» evita unamulta por manejar en estado de embriaguez. Además, el ausentismo caracterizaal cuerpo policial. A las cinco de la tarde, que es la hora de mayortránsito, los policías frecuentan las cantinas.

Si bien es breve, la historia de La Villita es intensa y hasta trágica. Losprimeros asentamientos se remontan a la década del setenta, cuando, según losdemógrafos, la invasión mexicana de Canadá adquirió relieve. (En el año 2006había unos 61,500 mexicanos en todo el país). El fundador y patriarca esJustino de la Fuente, oriundo de Puerto Vallarta. Apodado «El Jefe», de laTorre estuvo en Austin, Portland y Chicago antes de entrar ilegalmente enCanadá. Trabajó ocho meses en la Real Casa de Moneda, en Winnipeg. De allí setrasladó a Dauphin y luego de un par de años compró trece hectáreas en lo quehoy es La Villita, declarándose alcalde supremo a pesar de ser hasta entoncesel único villista en existencia.

«El Jefe» trajo de Jalisco a su esposa María Cecilia «La Chunta» de la Fuentey González, a la que siguieron sus tres hijos, Javier Lorenzo «El Menso»,Guadalupe Garcilasa «La Pepa» y Sebastián Modesto «El Guajolote». Al llegar aLa Villita, «El Jefe» los dotó de pasaportes canadienses falsos. La familiade la Torre inició una inmigración en cadena que incluyó diecinueveparientes, muchos de ellos de ascendencia desconocida, y cuarenta y dos»cuates».

El hijo menor de «El Jefe» asesinó al mayor con un espadazo bíblico. Sumadre, «La Chunta», lloró cinco noches y seis días. El sepelio en el panteónde La Villita hizo que la población entera sentara raíces en el lugar porque»era uno de los nuestros». El asesino sigue prófugo. Meses después, «LaChunta» tuvo un romance con el esposo de su comadre, del cual nació RefugioContreras «La Sobra», que a los siete años fue coronada «unánimemente» por supadre como «La princesa de las flores» por su obsesión a oler hortensias.

Nadie en La Villita se atreve nunca a mencionar que «El Jefe» haganado cinco elecciones municipales en las que nadie ha podido encontrar lasurnas de votación y que ha estado en la cárcel siete veces. Su delito siemprees la corrupción, que él niega «con la fuerza de un perro feroz». Antes deentrar en prisión la última vez, «El Jefe» proclamó La Villita como»territorio autónomo e independiente» y redactó una constitución-en español,francés e inglés-que suma quince páginas y contiene setenta y dos cláusulas yquinientas treinta y siete faltas ortográficas. Una de las cláusulas afirmaque una bandera villista «de tres lados y tres colores (verde, blanco yrojo)» debe izarse diariamente a las nueve de la mañana en el parque»Bomberito» Juárez. La bandera desapareció al tercer día.

Los villistas son de sepa melodramática. Su actividad favoritason las telenovelas que distribuye la difu

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