Por Maribel Hastings | Asesora de America's Voice
La guerra de Donald Trump contra los inmigrantes es tan intensa que ni siquiera los nacionales de países como Nicaragua, Honduras, Cuba y Venezuela, tradicionalmente más identificados con los republicanos, se han librado de detenciones, deportaciones o de perder las protecciones concedidas por programas como el TPS o el parole humanitario.
El gobierno de Trump recientemente anunció la cancelación del TPS para 72,000 hondureños y 4,000 nicaragüenses que tenían protección de la deportación y permisos de trabajo desde 1999. A eso súmele la cancelación del parole humanitario para medio millón de cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos; y la eliminación del TPS para 348,000 venezolanos y 521,000 haitianos, por nombrar algunos.
No hay que ser un genio para percatarse de que son altas cifras de inmigrantes documentados que Trump quiere convertir en indocumentados para que se auto deporten o para detenerlos y deportarlos y poder llegar a su objetivo de remover del país a un millón de inmigrantes anualmente.
Estos inmigrantes tampoco son los “criminales” que Trump aseguró que deportaría. Al no tener una gran cifra de “criminales” sumado a la reducción de los cruces irregulares en la frontera, el plan es deslegalizar a inmigrantes autorizados para hacerlos vulnerables a la deportación y poder cumplir con sus cuotas.
Pero no se trata únicamente de cuotas, sino de sacar del país a inmigrantes de color que no cuadran con el perfil del Estados Unidos blanco similar a las estampas de Norman Rockwell a mediados del Siglo 20. La guerra no es contra inmigrantes “criminales”, es contra inmigrantes de color en un inútil intento de “blanquear” un país donde las minorías ya son mayoría, donde los cambios demográficos han alcanzado cada rincón de la nación y en el proceso hacen de Estados Unidos un país diverso y más fuerte.
Si no, vea quiénes pierden sus protecciones del TPS. Son personas que llevan décadas en este país, tienen familias establecidas, trabajan y pagan impuestos.
Según un reporte de fwd.us, “los beneficiarios del TPS aportan alrededor de $21,000 millones de dólares anuales a la economía estadounidense, además del pago de $5,200 millones de dólares en impuestos federales, estatales y locales combinados”.
Pero poco les importa a Trump y a su lugarteniente, Stephen Miller, los miles de millones de dólares que los inmigrantes, con o sin documentos, aportan a la economía porque el prejuicio pesa más.
Lo irónico es que un amplio sector de los inmigrantes afectados por la eliminación de programas como el TPS o el parole humanitario, radican en la Florida donde muchos de sus familiares o amistades apoyan a Trump. Es decir, que a Trump tampoco le importa actuar en detrimento de quienes lo apoyan políticamente.
Uno pensaría que la detención y deportación de cubanos, por ejemplo, generaría más indignación en esa comunidad. Pero incluso los legisladores federales republicanos que representan a esta comunidad ante el Congreso no se atreven a desafiar a Trump temerosos de ser objetos de su ira y de su venganza electoral.
Y es que el Sur de la Florida, histórico enclave de inmigrantes y refugiados, ahora hace noticia por un controversial centro de detención de inmigrantes en medio de los Everglades y denominado el ‘Alcatraz de los Lagartos’ (Alligator Alcatraz). Trump y sus súbditos se mofan de los inmigrantes detenidos en un lugar repleto de lagartos e incluso los republicanos de Florida ya venden mercancía como camisetas y gorras con el nombre del lugar.
CBS reportó que el peligro del centro no son los lagartos sino las condiciones deplorables al interior de la instalación, según denunciaron varios detenidos: insectos, gusanos, incluso en la comida, los dejan sin bañar por días, permanecen con las luces prendidas por 24 horas, si llueve el lugar se inunda. Lo catalogaron como un tipo de “tortura”.
En un duro editorial, El Nuevo Herald y el Miami Herald compararon las carpas para alojar refugiados del Mariel hace 45 años con el controvertido centro Alcatraz de los lagartos: “En 1980, los líderes locales intentaban ayudar a los refugiados. Esta vez, la imagen es intencional. Un campo de detención en un pantano envía un mensaje claro: no eres bienvenido”.
Me pregunto cuántos de los detenidos serán de los deslegalizados por Trump.