Willson Contreras se abraza conmovido a su compañero Ian Happ después del que debe ser su último juego con los Cubs en Wrigley Field / Foto captura de Marquee Sports Network
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Esta vez no hubo lágrimas. Solo aplausos. Aplausos y un hit importante, otro batazo de valía en la fructífera carrera de Willson Contreras con los Cachorros.

El Wrigley Field se puso de pie para despedir a su receptor favorito, el catcher que ayudó a conquistar la Serie Mundial de 2016. Los Cubs emprenderán una gira a la Costa Oeste y puede que Contreras no regrese con ellos a Chicago.

Seis victorias consecutivas no son suficientes. La reacción llega tarde y la gerencia ha decidido que venderá sus mejores activos antes del límite impuesto por el Comisionado, fijado para el 2 de agosto a las 4 pm, hora de Este.

El entonces joven bateador evolucionó hasta convertirse también en un catcher más que eficaz con la mascota. Está por completar su última temporada antes de tener el derecho de declararse agente libre. Y tanto él como la oficina se encuentran en una incómoda encrucijada.

Pero Contreras no parece querer irse. A pesar del interés de otros clubes, este lunes tuvo que apretar la garganta para no llorar, mientras admitía que la MLB «es un negocio» y que él mismo es parte de esa maquinaria.

«Es duro», dijo el venezolano delante de las cámaras de Marquee Sports Network. «Hubiera preferido que este día nunca llegara».

Contreras sería el nombre más atractivo en el mercado de cambios de las Grandes Ligas si hace dos semanas no hubiera entrado en juego el de Juan Soto. Al talentoso dominicano le quedan todavía tres años de contrato con los Nacionales. Pero al rechazar una extensión por 440 millones de dólares rechazó también su permanencia en Washington.

En los próximos siete días es muy posible que al menos uno de ellos, quizás los dos, defienda un nuevo equipo en el Big Show.

Pero Contreras, a diferencia de Soto, parecía deseoso de quedarse en la que hasta ahora ha sido su única casa en el beisbol mayor. En los últimos dos años repitió varias veces que esperaba conseguir un convenio multianual que alargara su estadía en los amigables confines de Wrigley. Y esa oferta nunca estuvo sobre la mesa.

«Lo entiendo y lo respeto, aunque…», señaló en su despedida. «Amo a mi equipo, amo a mis compañeros. No quiero separarme de ellos. Pero no puedo saber lo que puede pasar la semana próxima, lo que puede ocurrir en este viaje a San Francisco. Es duro».

La imagen de Contreras llevándose la mano izquierda a las cejas, repetidamente, como queriendo aguantar el llanto in extremis… La voz quebrada y esas palabras dichas desde el corazón. Todo eso tiene que haber conmovido a los fanáticos que asistieron por miles a ver el encuentro ante los Piratas y que le saludaron en su primer turno con una cerrada ovación.

“Cuando comencé a escuchar eso, fue increíble”, dijo el nativo de Puerto Cabello ante el micrófono de la agencia The Associated Press. “Traté de disfrutarlo tanto como pude. Lo asimilé por completo”.

Contreras alzó el puño para corresponder el saludo. Se quitó el casco y por unos momentos pareció embeberse del tributo, que era afecto y era adiós. Luego dio un sencillo, que le permitió eventualmente anotar en carrera y enrumbar la victoria de los Cachorros.

Después del encuentro, reseñó ESPN, abrazó a sus compañeros en la cueva y en el clubhouse. Representantes de los Azulejos y los Medias Blancas asistieron al duelo, interesados en él.

“Ser cambiado a un club que está compitiendo es muy bueno”, admitió. “Si los Cubs pueden conseguir un buen paquete para mejorar este equipo, van a entregarme. Y yo estaría más que feliz de ayudar a otros a llegar a la Serie Mundial. Pero si no sucede, estaré más que feliz de quedarme aquí con mis compañeros y tratar de encontrar una manera de mejorar. Y seguir siendo un buen líder dentro y fuera del campo”.

En San Francisco comienza esa gira que puede ser su última con el uniforme de Chicago. Y los Gigantes, precisamente, están buscando un catcher de tronío que sustituya a Buter Posey, la gran figura de esa divisa, inesperadamente retirado al terminar el pasado campeonato.

Esta vez no hubo lágrimas. O al menos no fue posible verlas, en medio de la evidente congoja de Contreras. Supo disimularlas bien al abrazar a Happ. Aunque quizás sí las haya cuando sea un hecho la despedida.

Al menos el último recuerdo en Wrigley Field no podría ser mejor. Porque en su memoria irán esa imagen y el ruido de esas miles de palmas reconociendo la fidelidad y el talento de uno de los últimos sobrevivientes de aquella escuadra que acabó con la Maldición de la Cabra en la Serie Mundial, este tres veces All-Star que no quiere dejar a los Cubs, aunque todos –incluyéndolo a él– saben que eso es exactamente lo que va a pasar.

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