Por Liz Szabo/KHN
La pandemia ha creado un entorno hostil para las embarazadas y sus bebés.
Los niveles de estrés entre las mujeres se han disparado. Las embarazadas con COVID-19 tienen cinco veces más probabilidades que las que no lo están de necesitar cuidados intensivos y 22 veces más posibilidades de morir. Las madres infectadas tienen cuatro veces más posibilidades de tener un bebé muerto.
Sin embargo, es posible que algunas de las mayores amenazas de la pandemia para la salud de los bebés no se manifiesten durante años o incluso décadas.
Esto se debe a que los bebés de madres con COVID-19 tienen un 60% más de probabilidades de ser muy prematuros, lo que aumenta el peligro de mortalidad infantil y discapacidades a largo plazo como parálisis cerebral, asma y pérdida de audición, así como el riesgo de que un niño desarrolle enfermedades de adultos como depresión, ansiedad, enfermedades cardíacas y renales.
Estudios han relacionado la fiebre y la infección durante el embarazo con afecciones psiquiátricas y del desarrollo como el autismo, la depresión y la esquizofrenia.
“Algunas de estas afecciones no aparecen hasta la niñez media o la adultez temprana, pero tienen su origen en la vida fetal”, dijo la doctora Evdokia Anagnostou, neuróloga y profesora de pediatría de la Universidad de Toronto.
Para los fetos expuestos a COVID-19, el mayor peligro no suele ser el coronavirus en sí, sino el sistema inmunológico de la madre.
Tanto las infecciones graves por COVID-19 como las cepas de la pandemia tienen la capacidad de exponer a los fetos a una inflamación dañina, que puede ocurrir cuando el sistema inmunológico de la madre está combatiendo un virus o cuando las hormonas del estrés envían señales de alarma sin parar.
La inflamación prenatal «cambia la forma en que se desarrolla el cerebro y, según el momento de la infección, puede cambiar la forma en que se desarrollan el corazón o los riñones», agregٚó Anagnostou.
Aunque autoridades de salud han recomendado enérgicamente las vacunas contra el COVID-19 para las embarazadas, solo el 35% están completamente vacunadas.
Al menos 150 mil embarazadas han sido diagnosticadas con COVID-19; de ellas, más de 25 mil han sido hospitalizadas y 249 han muerto, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Aunque la mayoría de los bebés estarán bien, incluso un pequeño aumento en el porcentaje de niños con necesidades médicas o educativas especiales podría tener un gran efecto en la población, dada la gran cantidad de infecciones por COVID-19, dijo Anagnostou.
“Si alguien tiene un bebé que está bien, eso es en lo que debe concentrarse”, dijo Anagnostou. «Pero desde el punto de vista de la salud pública, debemos hacer un seguimiento de las mujeres que experimentaron covid grave y de sus bebés para comprender el impacto».
Aprendiendo de la historia
Investigadores de los Estados Unidos y otros países ya están estudiando a “la generación covid” para ver si estos niños tienen más problemas de salud que los concebidos o nacidos antes de 2020.
Crisis anteriores han demostrado que los desafíos que enfrentan los fetos en el útero, como infecciones maternas, hambre, estrés y sustancias químicas que alteran las hormonas, pueden dejar una huella duradera en su salud, así como en la de sus hijos y nietos, dijo el doctor Frederick Kaskel, director de nefrología pediátrica del Hospital de Niños de Montefiore.
Por ejemplo, las personas cuyas madres estaban embarazadas durante las distintas olas de la pandemia de influenza de 1918, tuvieron una salud más precaria a lo largo de sus vidas, en comparación con los estadounidenses nacidos en otras épocas, comentó John McCarthy, estudiante de medicina en la Escuela de Medicina Albert Einstein y coautor junto con Kaskel de una revisión reciente en JAMA Pediatrics.
Los investigadores no saben exactamente qué madres se infectaron con la gripe pandémica, señaló McCarthy. Pero las que estaban embarazadas durante las grandes olas, cuando la infección estaba generalizada, tuvieron hijos con tasas más altas de enfermedades cardíacas o diabetes. Estos niños también tuvieron menos éxito en la escuela, fueron menos productivos económicamente y tuvieron más probabilidades de vivir con una discapacidad.
Debido a que los sistemas de órganos se desarrollan durante diferentes períodos del embarazo, los fetos expuestos durante el primer trimestre pueden enfrentar riesgos diferentes a los expuestos hacia el final del embarazo, explicó McCarthy. Por ejemplo, las personas nacidas en el otoño de 1918 tuvieron un 50% más de probabilidades que otras de desarrollar una enfermedad renal; que puede reflejar una exposición a la pandemia en el tercer trimestre, mientras los riñones aún se estaban desarrollando.
Casi dos años después de la pandemia de coronavirus, investigadores han comenzado a publicar observaciones preliminares de bebés expuestos a infecciones por COVID-19 y a estrés antes del nacimiento.
Aunque Anagnostou señaló que es demasiado pronto para conclusiones definitivas, «hay evidencia de que los bebés que nacen de madres con infecciones graves por COVID-19 tienen cambios en su sistema inmunológico», añadió. «Es suficiente para preocuparnos un poco».
Dañar un sistema de seguridad fetal
La buena noticia sobre el coronavirus es que rara vez atraviesa la placenta, el órgano encargado de proteger al feto en desarrollo de las infecciones y de proporcionarle oxígeno. Entonces, las mamás con COVID-19 rara vez transmiten el virus a sus hijos antes del nacimiento.
Eso es importante, porque algunos virus que infectan directamente al feto, como el zika, pueden causar defectos de nacimiento devastadores, alertó la doctora Karin Nielsen-Saines, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de la Escuela de Medicina David Geffen de la UCLA.
Pero estudios también sugieren que la inflamación de la infección por COVID-19 de la madre puede dañar la placenta, aseveró el doctor Jeffery Goldstein, profesor asistente de patología en la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern. En un estudio publicado el año pasado, Goldstein y sus coautores encontraron que las placentas de las mamás con COVID-19 tenían más vasos sanguíneos anormales que las placentas de pacientes sin la infección, lo que dificultaba el suministro suficiente de oxígeno al feto.
El daño placentario también puede causar preeclampsia, una complicación grave del embarazo que puede provocar un aumento repentino de la presión arterial de la madre.
La preeclampsia ocurre cuando los vasos sanguíneos de la placenta no se desarrollan o no funcionan correctamente, lo que obliga al corazón de la madre a trabajar más para llevar sangre al feto, que puede no recibir suficiente oxígeno y nutrientes. La preeclampsia también predispone a las mujeres a sufrir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares en el futuro.
Reseteando el sistema inmunológico
En algunos casos, el COVID-19 también parece reconfigurar la respuesta inmune de un bebé, remarcó Nielsen-Saines.
En un estudio de octubre en la revista Cell Reports Medicine, Nielsen-Saines y sus coautores encontraron que los bebés nacidos de personas con infecciones graves por COVID-19 tenían una combinación diferente de células inmunitarias y proteínas que otros bebés. Ninguno de los recién nacidos dio positivo para el coronavirus.
Los cambios inmunes son preocupantes, según Nielsen-Saines, porque este patrón de células y proteínas inmunes se ha encontrado anteriormente en bebés con problemas respiratorios y, en algunos casos, desarrollo neurológico deficiente.
En particular, todos los bebés en su estudio parecen saludables. Nielsen-Saines planea monitorearlos durante tres años para ver si estas señales tempranas se traducen en retrasos en el desarrollo, como problemas para hablar, caminar o interactuar con otros.
«¿Qué diferencia tiene todo esto en el bebé?», se preguntó Anagnostou. “No lo sabremos hasta dentro de unos años. Todo lo que podemos hacer es tratar de estar lo más preparados posible».
Aumento del riesgo para los varones
Los bebés varones podrían enfrentar mayores riesgos por COVID-19, incluso antes del nacimiento.
En general, son más vulnerables que las bebas como fetos y recién nacidos; tienen más probabilidades de nacer prematuramente y morir cuando son bebés. Los niños prematuros también tienen un mayor riesgo de discapacidad y muerte.
Pero la infección por coronavirus presenta peligros especiales, de acuerdo con Sabra Klein, profesora de microbiología molecular e inmunología en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins.
Eso se debe a que los niños se ven afectados de manera desproporcionada por afecciones relacionadas con las infecciones maternas. Por ejemplo, los niños tienen cuatro veces más probabilidades que las niñas de ser diagnosticados con autismo o trastorno por déficit de atención con hiperactividad, mientras que los hombres tienen un 75% más de probabilidades que las mujeres de desarrollar esquizofrenia.
Los científicos no comprenden completamente por qué los niños parecen más frágiles en el útero, aunque la testosterona, que puede amortiguar la respuesta inmunitaria, puede desempeñar un papel, dijo la doctora Kristina Adams Waldorf, profesora de obstetricia y ginecología en la Universidad de Washington.
Los hombres generalmente desarrollan respuestas inmunes más débiles que las mujeres y con más frecuencia desarrollan infecciones graves por covid. Investigaciones recientes sugieren que los niños con coronavirus tienen más probabilidades que las niñas de enfermarse gravemente o desarrollar una afección inflamatoria poco común llamada síndrome inflamatorio multisistémico.
Una nueva investigación sobre covid podría ayudar a esclarecer esta vulnerabilidad.
En un estudio publicado en octubre, investigadores encontraron que el sexo de un feto influye en la forma en que su placenta responde al COVID-19; y en cómo responde el sistema inmune de su madre.
Las embarazadas infectadas con COVID-19 produjeron menos anticuerpos contra el coronavirus si sus fetos eran masculinos. Las madres también transfirieron menos anticuerpos a los niños que a las niñas, dijo la doctora Andrea Edlow, autora principal del estudio y especialista en medicina materno-fetal en el Hospital General de Massachusetts.
Al examinar las placentas de los fetos masculinos después del parto, los investigadores encontraron cambios que podrían dejar a los niños menos protegidos contra la inflamación dañina.
El sexo de un feto también puede influir en la respuesta de su madre a otras enfermedades.
Por ejemplo, la investigación muestra que las mujeres embarazadas con asma tienen peores síntomas si el feto es femenino. Las mujeres embarazadas de varones tienen un poco más de probabilidad de desarrollar diabetes gestacional.
Edlow indicó que sus hallazgos plantean preguntas sobre el «diálogo» entre la madre y el bebé. «El sistema inmunológico de la madre detecta que hay un feto masculino», dijo Edlow. «Y el feto se está comunicando activamente con el sistema inmunológico de la madre».
[Nota del editor: en este artículo, se sabía que los participantes de estudios eran mujeres cisgénero. Y KHN usa términos como «madre», «mamá» y «maternal» para referirse generalmente a la embarazada o a la persona que ha dado a luz].
KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.