Para que Argentina salga del hoyo en el que se encuentra, sus jugadores deben y nosotros debemos (los periodistas, los medios, los hinchas), terminar de comparar a Messi con Maradona. No hay, no existe y no existirá comparación alguna deportivamente. Fuera de la cancha, sí.
Hoy para la selección de Argentina, para la AFA, para Sampaoli, para Messi y compañía, se cierra un ciclo y comienza uno nuevo. Una nueva estrategia, con los “huevos” que Argentina y Sudamérica necesitan. Hay que planificar y volver a jugar, no lanzar 11 jugadores por todo el campo de juego y decir “Messi, haz todo”, porque Messi no es Maradona. O por lo menos, aún no.
Argentina quedó eliminada en los octavos de final del Mundial de Rusia, tres ser superada por Francia (4-3). Pero aún quedan en competencia selecciones sudamericanas que, saliendo de la objetividad, y por el bien de la región, ojalá lleguen a la final, y traer esa copa, por el bien de todos.
Lamentablemente por falta de mística y fútbol, corazón y garra, pero por sobre todo por la soberbia, la albiceleste dice adiós al torneo y me detengo en la arrogancia y en el orgullo, acción que por estos lados del continente está más allá de lo futbolístico y se ha tomado la mayor parte de los camarines los equipos nacionales, incluida con mucha fuerza, en la de Chile. Y eso, señores, está matando el respeto por los vecinos, por los países, por las personas.
¡El fútbol es fútbol y ya está! Argentina debe pararse, limpiarse y volver a caminar. Volver a jugar. El fútbol es alegría o no es nada. Ilusión de muchas generaciones, de nuestros padres y abuelos, pero también de nuestros hijos y nietos. El fútbol es ser protagonista siempre, con el balón en el pie y haciéndose eco de lo que decía el gran Marcelo Bielsa: “Jamás pensaría un partido sin jugar en el campo rival”.
Argentina debe asumir su fracaso. Argentina debe asumir que, frente a Francia, comenzó y terminó su mundial. Pero también hay que entender que debe ajustar sus piezas y volver a empezar, y que esto es solo un castigo.