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Es diciembre en Boston y son las 4:44pm. El aire está frío y no hay rastros del sol a esta hora de la tarde. La oscuridad reina, y los pocos pájaros que quedan en la ciudad duermen. El gélido silencio me hizo recordar cuando mi madre me dijo años atrás que la gente se deprimía más durante el invierno. Ahora lo entiendo, es por la falta de luz.

La depresión invernal o trastorno afectivo estacional es un padecimiento que se da en los meses más fríos cuando los días son más cortos. La presencia o carencia de luz natural influye en la producción de ciertas hormonas, como la melatonina y serotonina, en nuestros cuerpos. Estos químicos regulan nuestro famoso reloj biológico y afectan nuestros ciclos de vigilia y sueño, niveles de energía y estado de ánimo.

Antes de tener luz eléctrica las personas armonizaban sus vidas con el ciclo natural de la luz. Apenas salía el sol y cantaba el gallo se despertaban, y ni bien había oscuridad finalizaban sus actividades. La tecnología ha interrumpido este proceso pero nuestros cuerpos todavía reaccionan normalmente al sol, por lo tanto es entendible que tengamos ganas de dormir si está oscuro. Esto se lo debemos a la melatonina, pues este mensajero químico está directamente relacionado al sueño y se produce en mayor cantidad cuando hay oscuridad. A medida que esta hormona aumenta nos sentimos más cansados y adormilados.

Por otro lado, la serotonina aumenta con la presencia de luz solar. Esta hormona regula el apetito, el ánimo y la energía. Los niveles bajos de serotonina están asociados con la depresión y la baja autoestima. Sin sol la producción de esta substancia disminuye. Por lo tanto las pocas horas de luz natural durante el otoño e invierno, en lugares como Boston que están alejados del ecuador terrestre, pueden causar un incremento en melatonina y una disminución de serotonina y así ocasionar las condiciones perfectas para una depresión, que también depende mucho del estilo de vida que llevemos.

No se alarmen si sienten menos vitalidad durante el invierno, es normal pues nuestra química corporal cambia y pasamos más tiempo expuestos a luz artificial, que no nos energiza como lo hace la luz solar. Sin embargo, estén pendientes de síntomas de una depresión invernal real que hace que uno se vuelva indiferente, no tenga ganas de hacer nada y esté sin energía a pesar de haber descansado y comido. La depresión puede venir también acompañada de falta de sueño, ansiedad, cambios alimenticios, culpa excesiva, negatividad, cambios significativos de peso, falta de placer y hasta pensamientos suicidas. Si la depresión aumenta o es severa es indispensable buscar ayuda profesional.

Aquí hay algunos consejos para evitar caer en una depresión invernal:

  • Aprovechar cuando hay sol y salir un rato de paseo. Los egipcios, griegos y romanos creían mucho en las cualidades terapéuticas del astro-rey, por lo tanto tomaban baños de sol.
  • Levantarse todos los días temprano para aprovechar al máximo las horas de luz. No ir a dormir muy tarde, y tratar de mantener los mismos horarios.
  • Comer una dieta balanceada y evitar azúcares.
  • Practicar algún tipo de deporte o bailar por lo menos 3 veces por semana.
  • Hacer actividades todos los días. Evitar quedarse durante largos períodos solo y encerrado aunque afuera esté frío.

La luz solar influye en múltiples procesos biológicos. Si observamos la naturaleza nos daremos cuenta que casi todos los seres con vida dependen del sol y actúan con relación a este. Nosotros con la vida moderna hemos cambiado las cosas, pero eso no impide que este invierno aprovechemos los días soleados, sonriamos y agradezcamos por esa bella luz natural que revitaliza nuestros cuerpos.

Daisy Novoa Vásquez es una escritora chilena-ecuatoriana. Ha escrito una colección de poemas y está trabajando en un libro de cuentos cortos. Su e-mail es daisynovoa@yahoo.com. Blog: dnovoavasquez.blogspot.com

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