Adriana Recchia
Richard Aybar consuela a su suegra Milagros y a su esposa Niurka, una de las hijas de José Balbuena
En medio del incesante transitar de personas que acudían a la funeraria Pollard, el jueves pasado para darle el último adiós a José Balbuena, Armando, un cuñado del conocido activista comunitario recientemente fallecido le comentaba al escritor Milton Amador:
«Yo nunca comprendí cuál era la ganancia que tenía José en su Librería Nóbel. Ahora entiendo cuál era la ganancia», reflexionaba emocionado ante la fervorosa muestra de afecto al fallecido.
Amador relató esta anécdota al dirigirse al público durante la celebración de la Cena de Gala del Desfile Dominicano llevada a cabo el pasado viernes por la noche. Ese mediodía, cientos de latinos habían acompañado en caravana los restos mortales de Balbuena hasta el cementerio de Lawrence, donde fue enterrado. La edición de este año de la gran fiesta quisqueyana fue dedicada a su memoria.
Desde que se supo la muerte del conocido activista y empresario dominicano, la tristeza se impuso en los círculos sociales de la ciudad. Balbuena venía sufriendo desde hace más de un año de un agresivo cáncer que no auguraba buenos pronósticos. Pero a pesar de los presagios, nadie en esta ciudad quería aceptar su partida. Desde que se supo su deceso, y a través de la semana, toda la programación radial latina del área dedicó espacios para recordar al fogoso defensor de la justicia y la paz.
Amador le puso a Balbuena el mote de «Patriarca Cultural de Lawrence» y el título le quedó muy bien.
Desde su llegada a esta localidad, hace más de dos décadas, Balbuena fue un baluarte de las luchas sociales y un impulsor del desarrollo cultural de los latinos de la zona.
Con su eterna sonrisa y su carácter apacible, Balbuena fue un tenaz activista comunitario. Fue él quien organizó la primera Asociación de Padres, motivado por el deseo de mejorar la educación de nuestros muchachos en las escuelas a través del compromiso de sus padres.
«Sin ser bodeguero, organizó también la primera Asociación de Bodegueros en Lawrence», recordó Amador sonriendo, evocando aquella obstinada voluntad de Balbuena por enfrentar las injusticias.
Y fue también bajo su liderazgo que se organizaron en Lawrence las marchas y manifestaciones contra la guerra de Irak. Levantando pancartas en las céntricas esquinas de las calles Essex y Broadway, Balbuena soportó rechiflas de no pocos transeúntes que en los inicios de la invasión apoyaban la acción bélica, pero también despertó la emocionada adhesión de muchos otros que pasaban por el lugar. Poco a poco, los simpatizantes por la causa de la paz se fueron incrementando en las cuatro esquinas de la zona y otros grupos angloamericanos pacifistas se sumaron.
LA NûBEL, PULMûN CULTURAL DE LAWRENCE
La apertura de la Librería Nóbel fue otra de sus quijotadas. Todos sabemos que no ganó mucho dinero, pero él repetía a todos aquellos que lo querían escuchar que la magia del negocio no estaba en los dólares que hacía, sino en la riqueza cultural que aportaba a la zona. Pocos compraban libros en el lugar, pero muchos eran los latinos que acudían a diario para