En una pequeña finca en Harvard, un pueblo del condado de Worcester, al noroeste de Boston, en el estado de Massachusetts la gripe aviar no ha tocado la puerta. Decenas de gallinas, pollos y gallos cacarean, mientras se mueven libres buscando su alimento en la tierra en medio de una comunidad de gansos, patos y pavos reales en la granja “The Goose and Hen”.
En su entrada, el refrigerador en donde se venden los huevos, sigue estando surtida. “Nuestras aves están fuera casi todo el tiempo. Sé que esta gripe afecta a la población de aves salvajes, pero nuestras aves están sanas y no la sufren”, dice Kerry Evans, la madre persona responsable de la familia propietaria de la mencionada granja.

Estados Unidos enfrenta una nueva ola de influenza aviar que ha causado el sacrificio de 50 millones de gallinas ponedoras, desde octubre del año pasado, y más de 27 millones de aves en lo que va corrido del año, según cifras entregadas a El Planeta, por la Junta Nacional del Huevos de Estados Unidos, una organización que apoya a los productores de huevos en el país, a través de programas de investigación, educación y promoción.
No es la primera vez que el país se ve enfrentado a este problema. Desde 1924 ha tenido brotes de gripe aviar, siendo uno de los más graves el del 2015, cuando veintiún estados se afectaron, con un fuerte impacto en la industria avícola.
El virus de la influenza aviar es cambiante y no siempre es el mismo, “mutan muy rápido, se puede generar una medida de contención para un subtipo y en poco tiempo aparecer otro, porque evolucionan”, aseguró Luz Helena Patiño, Coordinadora del Centro de Investigaciones en Microbiología y Biotecnología de la Universidad del Rosario de Bogotá, en entrevista con El Planeta.
La gripe aviar está muy relacionada con otros virus presentes en aves acuáticas silvestres y algunas aves migratorias, que no presentan sintomatología. “Pueden ser reservorios del virus. El problema es que estas aves se lo llevan a nivel intestinal y cuando defecan, contaminan el agua y los suelos” explicó Patiño.
Es un domingo de marzo y la familia se ocupa de los deberes en “The Goose and Hen”, mientras que Albert, uno de los cerdos, revisa la operación y se pasea saludando a las aves, conejos, y cabras. Lo que empezó como un deseo del hijo mayor de Evans de tener pollos en casa, derivó a un pequeño negocio familiar que vende a pequeños mercados locales y a sus vecinos.
“Es muy sencillo criar pollos. Si solo tienes unos pocos, puedes incluso irte de vacaciones y dejarles suficiente comida y agua. No vacunamos a nuestras aves y no hemos tenido problemas de enfermedades”, comentó Evans de 47 años, y quien combina su trabajo profesional con el cuidado de la granja.
Si bien, cualquier ave está expuesta a contraer el virus, el reto de producir huevos en masa para millones de consumidores, es un foco de propagación.
“El problema con los galpones es que si un ave está infectada, la probabilidad de que se afecten los demás es muy alta, por la cercanía por el contacto con los fluidos. En esos galpones cada vez meten y meten más animalitos, para que haya más producción, es un espacio más pequeño. A los productores no les importa el bienestar del animal, sino la producción”, consideró la experta de la Universidad de El Rosario.
La Junta Nacional del Huevo dijo que dentro de la complejidad de la producción de huevos en masa, no pueden predecir qué pasará en el futuro, pero están trabajando para contener el brote y normalizar la producción.
“Ahora mismo nuestro sistema está bajo presión y el virus sigue siendo un riesgo claro y presente para las parvadas de aves. Se necesitará un período sostenido sin detecciones adicionales del virus de la influenza aviar en las granjas de huevos, para estabilizar el suministro”, aseguraron en un comunicado.
Patiño explicó que un brote se puede controlar entre 6 y 8 meses, pero depende de la rapidez con que se ejecuten las medidas “Hay que sacrificar rápido, hacer cuarentena, desinfección e implementar protocolos sanitarios efectivos”.