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Decir groserías mejora el rendimiento físico y alivia el estrés emocional

Decir palabrotas no solo es divertido, también tiene beneficios físicos y emocionales respaldados por la ciencia.

Decir groserías reduce el estrés acumulado al liberar emociones intensas. | Foto: mhelm3011/Pexels

¿Quién dijo que maldecir era una mala idea? Resulta que esas groserías que sueltas cuando te golpeas el dedo o cuando algo no va como esperabas, pueden ser el toque mágico que tu cuerpo y mente necesitan. Decir palabrotas no solo es divertido, también tiene beneficios físicos y emocionales respaldados por la ciencia.

Groserías y alivio físico

Resulta que soltar palabrotas no solo es catártico, también reduce la percepción de dolor. El psicólogo Richard Stephens lo comprobó en un famoso estudio de 2009. ¿El reto? Sumergir las manos en agua helada. Los participantes que soltaron palabrotas aguantaron en promedio 160 segundos, un minuto más que los que dijeron palabras neutras como «cuadrado». Según WebMD, este efecto hipoalgésico activa nuestra respuesta de lucha o huida, haciendo que resistamos mejor las incomodidades.

Y si pensabas que eso era todo, no lo es. Otro estudio de 2023, demostró que gritar groserías mejora el rendimiento físico. Durante una prueba anaeróbica, los participantes que maldecían superaron a los demás con un 4.5% más de potencia. En ejercicios de fuerza, como apretar con la mano, lograron un incremento de fuerza de hasta el 8%.

¿Quieres más cifras?

  • Las palabras altisonantes elevaron el tiempo de aguante en planchas un 12%.
  • En flexiones, los resultados mejoraron un 15%.

Groserías contra el estrés y el mal humor

Cuando algo no sale bien, pocas cosas alivian mejor que un auténtico “¡$%&# esto!”. Según Forbes, soltar groserías regula nuestras emociones y actúa como válvula de escape. ¿Sientes frustración? Maldecir reduce el estrés acumulado al liberar emociones intensas.

Curiosamente, las palabras que eliges también importan. Un estudio de 2022 halló que las personas prefieren maldecir en su lengua materna porque genera una conexión emocional más profunda. Ahí tienes una razón para mantener bien afilado tu repertorio multilingüe.

Emma Byrne, autora de Swearing Is Good for You, señala que hasta en ambientes serios, como hospitales o cabinas de aviones, las groserías ayudan a liberar tensiones. Decirlas no solo es gracioso, es terapéutico.

Malas palabras, buenas conexiones

¿Sabías que soltar una palabrota junto a tus amigos puede fortalecer la amistad? Es algo casi mágico. Un estudio de 2017 mostró que las groserías ayudan a gestionar el dolor emocional y estrechan los lazos sociales. WebMD explica que compartir un una risa o frustración con amigos mediante groserías añade un toque de honestidad y autenticidad, perfecto para romper el hielo o relajar tensiones.

Claro, no hay que convertir cada conversación en un festín de palabrotas. Usarlas de manera moderada conserva su impacto y evita que pierdan fuerza. De hecho, los beneficios se reducen cuando las groserías se usan excesivamente; la sobreexposición disminuye su eficacia tanto en lo social como en la percepción de quienes las oyen.

Algunos datos rápidos y fuertes:

  • Las groserías bien colocadas reducen sentimientos de rechazo.
  • Ayudan a liberar tensión acumulada más rápido que una charla motivacional.
  • Pueden hacer que incluso tropiezos incómodos se conviertan en risas grupales.

El secreto detrás de su poder

¿Por qué funcionan las groserías? Según Stephens, su poder reside en su naturaleza tabú. Cuando dices algo que supuestamente no deberías, tu cerebro se activa de formas que pocas cosas logran. Además, estas palabras facilitan la desinhibición, eliminando barreras mentales y permitiendo expresarte con total libertad.

Emma Byrne también destacó algo fascinante. Pacientes que perdieron el habla por derrames cerebrales lograron seguir diciendo palabrotas. Estas palabras parecen estar profundamente arraigadas en nuestro cerebro, naciendo de emociones puras y sinceras. Su espontaneidad las hace irresistibles y, de paso, liberadoras.

Aprovecha las malas palabras

Aunque nunca será recomendable usarlas descontroladamente, las groserías tienen su lugar en situaciones apropiadas. Si te golpeas el dedo con la esquina de la cama, un “¡maldita sea!” puede ser justo lo que necesitas para sobrellevar el dolor. Washmuth recomienda usar las palabras más intensas que conozcas en momentos clave, como entrenamientos, situaciones de estrés o cuando simplemente necesitas desahogarte.

A medida que avanzan las investigaciones en este campo, los expertos sugieren que las groserías podrían integrarse en terapias físicas y emocionales. Byrne espera que se normalice su uso en ambientes clínicos, siempre considerando contextos y valores culturales. Como un buen café, disfrútalas en dosis perfectas y bien medidas para sacarles el máximo provecho. La próxima vez que algo salga mal, lanza tu mejor palabrota con confianza. Quizá no cambies al mundo, pero definitivamente te sentirás mejor.

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