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Cruzó el Río Bravo, es líder comunitario y dueño de una empresa de colocación de pisos y alfombras

Omar Contreras pese a su condición migratoria es dueño de Loma Flooring Corp., empresa que instala alfombras y todo estilo de
Omar Contreras pese a su condición migratoria es dueño de Loma Flooring Corp., empresa que instala alfombras y todo estilo de pisos. Foto Omar Contreras.

Vive en Boston desde el 2004, su mayor sueño es volver abrazar y sentir a sus padres, sin embargo, su deseo de vida, a sus 39 años, es formar una familia junto a su novia, tener hijos y por supuesto, tener la tan ansiada tarjeta verde que le permita viajar a visitar a los suyos que tanto quiere y extraña desde hace 18 años. Hablar de Omar Contreras es referirse a un líder comunitario entre los latinos, que trabaja incansablemente para hacer respetar sus derechos, aunque sean indocumentados, empoderar a su raza y ser ejemplo para la juventud de su país, El Salvador. Calificó como una gran bendición vivir en Los Estados Unidos, aunque afirma que añora estar en los cumpleaños, celebrar un día de La Madre y de El Padre, junto a sus seres queridos, pero el tiempo es la mejor medicina para sobrellevar la ausencia familiar. “Ellos son nostalgia”, asegura.

No obstante, le preocupa el hecho de que algún día le pase algo malo a algún miembro de su familia y no puede viajar por a falta de documentos. “Qué opción tengo, irme y no volver, o quedarme y aguantarme el dolor, es algo muy difícil para nosotros como comunidad inmigrante. Si hoy yo tuviese mi residencia, sin pensarlo salgo corriendo a El Salvador, mi hermana pequeña quedó de año y medio cuando me vine, hoy tiene 19 años, no la he disfrutado”, comenta Omar, quien es el mayor de los 5 hermanos. Nació en el campo, en un cantón llamado Loma Larga, departamento La Unión, en el Oriente del país. Se graduó de bachiller y fue a la Universidad, aunque no culminó su carrera. Tiene un programa de radio que se transmite por Facebook Live junto a Erika Arévalo, su compañera de lucha de las causas sociales. Desde que llegó ha trabajado muy fuerte y hace dos años es dueño de Loma Flooring Corp., una empresa que instala alfombras y todo estilo de pisos, excepto cerámica, ni madera terminada. Se especializa en Vinilo, VCT, LVT, Planks y Carpet Tile. La pandemia hizo que el trabajo disminuyera, pero a base de esfuerzo y constancia, la ha podido mantener. “Mi idea es crecer”. El nombre de su negocio es un homenaje a su comunidad Loma Larga.

“A pesar que no tengo documentos, eso no me ha limitado hacer muchas cosas y salir adelante en este país, me parece que limitarte por una condición migratoria es mental, hay que ser cuidadoso, pero no dejar de luchar, yo he manejado sin licencia por 10 años porque si no lo hacía no podía evolucionar”, manifiesta orgulloso Omar, quien desde el 2009 al 2016 fundó un Comité de Festejos de Loma Larga en Boston para apoyar el desarrollo de una clínica médica, de una casa comunal, un parque para recreación infantil, campo de ferias, cancha de fútbol y un mini estadio. “Es decir, lo construimos allá con actividades que hicimos acá en Boston, como rifas, venta de comida, fiestas y concurso de candidatas”, asevera. Paralelamente a esto, fue voluntario durante 6 años en el Consulado de Guatemala en Boston, ayudó a sus compatriotas a llenar la documentación para solicitar el TPS en Massachusetts.

El salvadoreño Omar Contreras es un conocido líder comunitario de East Boston, quien junto al movimiento Cosecha luchó por las licencias de conducir para indocumentados. Foto Omar Contreras.

Pero sus actividades no se detienen y es cuando en el 2012 deja aflorar su pasión por la música y funda, a nivel nacional con 75 músicos, la primera agrupación llamada Boston Banda de Paz El Salvador, quienes tocaron en el Festival Salvadoreño en Nueva York, New Jersey y en la Universidad de Massachusetts en Lowel. En el 2015 de la mano del maestro Juan Carlos Lobato crea el Proyecto de Integración de Bandas, donde participaron grupos de Nueva York, Maryland y El Salvador, tocando juntos 175 músicos. Ya en el 2016 había 300 integrantes entre las bandas. “Por primera vez una banda salvadoreña toca en la Universidad de Harvard, para nuestra comunidad fue un hecho histórico”, recuerda.

En el 2018 funda un Programa de Música Gratis para Niños de escasos recursos en El Salvador, con el objetivo de mantenerlos ocupados para que no sean presa fácil de las pandillas juveniles y alejarlos de la violencia. “Tenemos 84 niños tocando música, a quienes les proveemos los instrumentos. Ellos se presentaron en el 2019 en Las Vegas, Nevada durante el Festival Boliviano por una invitación que recibí. La única condición para poder participar en el programa es que el niño debe estar asistiendo a la escuela, tener buenas notas y aprender a leer música”, comenta. Los profesores instructores no reciben remuneración alguna, su trabajo es voluntario. Desde el 1 al 16 de octubre del 2023, con el aval académico de la Universidad de Boston, vendrán 60 niños a tocar en las festividades de Columbus Day en East Boston, cada participante debe pagarse el proceso de visa y el pasaje aéreo. La alimentación, el hospedaje y movilización corre a cuenta del programa de música, el cual es solventado por donaciones de la comunidad latina.

La Banda Juvenil Loma Larga de El Salvador es un grupo de jóvenes, fundado por Omar Contreras, que están unidos por la música, la tradición y la cultura para mantenerlos alejados de la violencia, quienes tocarán en East Boston en el 2023. Foto Omar Contreras.

Omar cruzó el río Bravo caminando porque el día que lo atravesó el caudal estaba bajo y el agua no le llegó ni a la rodilla, pisó territorio estadounidense por primera vez el 3 de julio del 2004 al llegar a Brownsville, Texas, ciudad que se encuentra en el extremo sur del estado junto al Río Bravo, que la separa de México. Para poder realizar este viaje le pagó 5 mil 500 dólares a un coyote.

“Recuerdo que caminamos dos días bordeando el río para rodear la garita de migración que está en Brownsville, tienes que esquivar a los helicópteros, duré un mes viajando hasta llegar, sufrí mucho en el camino, aunque el día que atravesé el río fue fácil porque me llevaron por la parte que estaba casi sin agua, crucé Chiapas, Puebla, Reinosa, Tamaulipas que hace frontera con el río Bravo para entrar por Texas”, recuerda al puntualizar que en sus 39 años nunca ha sido arrestado, ni tiene antecedentes, que su único propósito es trabajar y aportar a la comunidad a través del voluntariado.

A su llegada, vivió con su tío un mes en Houston, se le hizo complicado conseguir trabajo por la falta de documentos, luego viajó a Virginia para probar suerte y su padrino le ayudó a conseguir trabajo, después decidió mudarse definitivamente a Massachusetts, ha vivido 16 años en East Boston, al cual califica como “el barrio de la comunidad latina”. Aunque su padre es dueño de un taller de estructuras metálicas por más de 35 años y sin haber pasado necesidades económicas en El Salvador, su ímpetu aventurero, sus ganas de salir adelante para hacerse totalmente independiente, lo llevaron a emigrar hacia Los Estados Unidos y vivir su propia experiencia.

Omar Contreras toca el saxofón e integra una banda musical de salvadoreños que toca en diferentes eventos culturales y en universidades en Massachusetts. Foto Omar Contreras.

“Los Estados Unidos nos abre las puertas para aquellos que visionamos hacer cosas y nos da la oportunidad de crecer, no voy a ir a El Salvador a vivir porque este país me encanta, quiero vivir y terminar mi vida en Los Estados Unidos, soy el sostén de mis papás y de mis hermanas, la más pequeña está estudiando en la universidad”, manifestó al afirmar que cree en el destino.

Su paso por el grupo Cosecha, un movimiento que lucha por la protección permanente, la dignidad y el respeto de los 11 millones de inmigrantes indocumentados que existen en Los Estados Unidos, data del 2018, cuando junto a Erika Arévalo fundan el Grupo de East Boston y posteriormente el de Worcester para batallar por la aprobación en Massachusetts de licencias para personas sin documentos, junto a muchos líderes y representantes de la comunidad. “El 9 de junio hicimos historia al tener licencias de conducir. Ir al Registro de Motores y decir esta yo me la gané, yo luché, estuve en huelga de hambre, caminé 4 días desde Framingham a Boston, pasé frío, calor, estuve en plantones, hicimos tantas acciones juntos, este es el triunfo de todos”, indica.

Recuerda que cuando llegó a Los Estados Unidos su único capital eran 400 dólares, pero a base de mucho trabajo ha logrado multiplicar ese capital, lo que le ha permitido comprar terrenos en El Salvador, porque su próxima meta es construir un Rent a Car en su barrio, donde construirán el nuevo Aeropuerto Internacional del Pacífico, razón por la cual sus hermanas y sobrinas están estudiando inglés para poder atender a los turistas. “Mi razón principal es mi familia”, indicó.

Esta pequeña toca el saxofón y es parte del Programa Musical para Niños en El Salvador que se financia desde Boston y que vendrán a presentar su arte en el 2023. Foto Omar Contreras.

Si bien no es un experto en inglés se puede comunicar de manera fluida, lo que le ha permitido mantener contacto con autoridades y líderes comunitarios estatales y locales. Asegura que nunca es tarde para estudiar y lo hará. Su libro favorito es El soñador (The Dreamer) de Pam Muñoz Ryan, las pupusas su comida predilecta, bailar su mejor pasatiempo porque en algún momento fue coreógrafo de 250 quinceañeras, a quienes les enseñó moverse a ritmo de cumbia, merengue y bachata.

“He sabido respetar a todos por igual, he avanzado con la educación que me dieron mis padres, siempre tratando de ayudar al que lo necesita, he podido aportar a niños de bajos recursos y a mi comunidad tanto aquí como en El Salvador”, comenta Contreras al concluir diciendo que su aspiración y satisfacción como inmigrante es que toda la comunidad latina salga adelante, que sean fructíferos, que caminen por la senda del bien, que la vida va más allá del dinero, que hay que ser feliz, disfrutar, aprovechar las oportunidades que se presentan, pero sobre todo vivir con moderación, sin vicios y sin maldad en un país extranjero al que llamar hogar.

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