Randy Arozarena es la estrella de los Rays en los playoffs.
La frase puede servir para recordar la temporada pasada. Pero también sirve para esta. Y por lo que estamos viendo, amenaza con convertirse en el titular de prensa más recurrente al hablar del cubano y de su arrollador paso en la MLB.
Arozarena empezó la postemporada de 2021 con el mismo ímpetu con que terminó la anterior. Con su bate y su intensidad, colmó de emoción a sus compañeros y al público que asistió el jueves al Tropicana Field.
Con el madero, largó un jonrón. Fue su primero en estas Series Divisionales. Pero ya suma 11 en 26 juegos de playoffs.
Eso es más de uno por cada tres encuentros en esta fase. Brillante.
Con las piernas levantó a todos de sus sillas. Porque ¿cuántas veces podemos ver en el beisbol moderno una acción como la que protagonizó en el séptimo inning?
El zurdo Josh Taylor no pudo advertir lo que se le venía encima. El cubano rompió a correr mientras el relevista de los Medias Rojas buscaba concentración mirando hacia la tribuna que está detrás de la primera base.
Imposible no recordar a los grandes de todos los tiempos que se lucían en jugadas así. Los Ty Cobb o Jackie Robinson. Es un lance prácticamente olvidado, que Arozarena devolvió a la vida para gozo de la afición.
«Nunca en mi vida vi a alguien como Arozarena el año pasado. Y espero que sea así otra vez», soltó el manager de los Rays, Kevin Cash, en la rueda de prensa posterior al encuentro.
El antillano parece hecho para disputar este tipo de encuentros. A pesar de la presión. A pesar de su inexperiencia.
En sus primeros 26 cotejos en la acción decisiva de octubre logró promedios soñados, con .361 de average, promedio de embasado de .442 y .819 de slugging. Parecen las cifras de Barry Bonds en sus tiempos de mayor poder.
Sus 10 cuadrangulares en la postemporada pasada, de hecho, quedaron como récord en las Grandes Ligas. Atrás dejó al propio Bonds, a Carlos Beltrán, Nelson Cruz y Corey Seager, que compartían la anterior marca con 8.
Sus 29 hits en aquellos playoffs trituraron el tope de 28 que había implantado el venezolano Pablo Sandoval.
Y entonces, un año después, continúa como si nada.
Dice que su magia viene de las botas vaqueras mexicanas que usó 12 meses atrás y que este jueves volvió a lucir en el terreno, al soltar los músculos con sus compañeros.
Arozarena ha echado raíces en México, tras salir de su Cuba natal. Allá jugó profesionalmente y consiguió el contrato que le permitió acudir al beisbol organizado, entonces con los Cardenales de San Luis.
Los pájaros rojos lo entregaron después del torneo de 2019 en un canje que seguramente aún lamentarán. Lo enviaron a Tampa Bay junto con el inicialista venezolano José Martínez y una escogencia en el draft de 2020, en canje por Matthew Liberatore, el ligamenorista venezolano Edgardo Rodríguez y un pick inferior en el mismo sorteo colegial.
Liberatore tuvo una aceptable cosecha este año, como abridor de los alados. Pero lo del antillano se sale de todos los pronósticos.
Su actuación en la ronda regular fue notable. Sacudió 20 vuelacercas y robó 20 almohadillas, con .274 de average y .815 de OPS. Pero lo que le sucede cuando llega esta etapa no tiene nombre y ya es motivo de memes en las redes sociales.
Es un bombardero, pero también una centella. Un pelotero emocionante, con la habilidad de levantar al público de sus asientos.
Esta es apenas su primera temporada completa en la MLB y la tercera en general. Todavía es candidato al Novato del Año y ya es dueño de elogios y récords.
Está comenzando su recorrido por el Big Show, pero no parece. Y es lógico, dirían muchos. Porque todo sugiere que Arozarena nació para brillar en los playoffs.