Para muchas, el miedo a regresar a un pasado opresivo que conocieron muy de cerca. Para otras, las más jóvenes, el terror que genera la sola noción de ese pasado.
En tan solo días, el destino de 19 millones de mujeres y niñas en Afganistán ha tomado un revés repleto de incertidumbres.
Reporteras y activistas, así como atletas y funcionarias de gobierno han expresado que temen por sus vidas y piden a través de medios de comunicación internacionales que no las abandonen.
Son clamores que vienen acumulándose desde hace semanas y que se han incrementado con desesperación desde el pasado 15 de agosto, cuando el Talibán tomó el control de Kabul, la capital del país asiático.
La periodista afgana Sakina Amiri describió en una entrevista con la BBC el pasado 17 de agosto cómo las calles de la ciudad se vaciaron ante la llegada de los talibanes por miedo a lo que vendría.
“Las mujeres solo salen para atender asuntos urgentes”, indicó.
Grupos que defienden los derechos de la mujer en el país dicen temer que sus libertades se erosionen bajo el régimen del Talibán.
Durante el autodenominado Emirato Talibán entre 1996 y 2001, el grupo fundamentalista impuso restricciones y castigos contra mujeres y niñas apegados a su interpretación radical del sistema legal islámico, la ley sharía.
Los talibanes restringieron el acceso de las mujeres a la salud, educación —las niñas mayores de 10 años no tenían permitido estudiar— y empleo. No tenían derecho a votar y estaban obligadas a salir a la calle acompañadas de un chaperón.
Los temores de un regreso a esa era se incrementaron en el último año y medio, cuando Estados Unidos y sus aliados de la OTAN acordaron con el Talibán retirar sus tropas en 2021 y poner así fin a 20 años de una ocupación provocada tras el ataque a las Torres Gemelas.
En los 11 días previos a la toma de Kabul, los talibanes reclamaron 24 de las 34 provincias del país montañoso. El mismo día que arribaron a la capital, el presidente del gobierno afgano, Ashraf Ghani, había huido.
Washington insiste en que no esperaba un colapso tan rápido del ejército y gobierno afganos y ahora lucha junto a sus aliados por controlar el caos que se ha suscitado en el aeropuerto internacional de Kabul, donde miles de personas suplican por una evacuación. Hasta el pasado domingo 22 de agosto, al menos siete personas murieron en una estampida en la zona de acceso al aeropuerto, según informó el ejército británico a Associated Press.
Desde Kabul han llegado reportes de fotoperiodistas que pasaron cinco días encerradas en casa hasta que pudieron salir de la ciudad, presentadoras de televisión a las que se les impidió la entrada en sus trabajos y de mujeres a quienes se les ha obligado a cubrir sus rostros y cuerpos con burkas.
El Talibán aseguró durante su primera conferencia de prensa el pasado martes que los derechos de las mujeres en el país se respetarían “en el marco de la ley islámica”.
Un vocero del grupo dijo que las mujeres tendrían acceso al trabajo, pero dio pocos detalles sobre las reglas y posibles restricciones. Incluso expresó que el grupo deseaba sumar féminas a su gobierno. Sin embargo, el régimen, por medio del vocero del Talibán, Zabihullah Mujahid, pidió este martes que se queden en casa hasta nuevo aviso con la justificación de que sus “fuerzas de seguridad no están capacitadas (en) cómo tratar a las mujeres, cómo hablarle a las mujeres… Hasta que tengamos seguridad total, les pedimos que se queden en casa”, afirmó.
El previo actuar de los talibanes hace que expertos y las propias afganas interpreten las declaraciones de la milicia con escepticismo.
“Me he esforzado por tantos días y noches para convertirme en la persona que soy hoy, y esta mañana cuando llegué a casa, lo primero que mis hermanas y yo hicimos fue esconder nuestras identificaciones, diplomas y certificados”, escribió una residente de Kabul y estudiante de la Universidad Estadounidense de Afganistán en una columna anónima en el diario británico The Guardian el pasado 15 de agosto.

La joven de 24 años describió cómo varias estudiantes fueron notificadas en el campus de la toma de control del Talibán y en su intento por volver a sus casas, los conductores de transporte público les impedían subirse a los autos “porque no querían responsabilizarse por trasladar a una mujer”.
“Cuando las provincias colapsaron una detrás de la otra, pensaba en mis preciosos sueños de niña. Mis hermanas y yo no pudimos dormir en toda la noche, recordando historias que mi madre solía contarnos de la era del Talibán y de cómo trataban a las mujeres”, relató la estudiante.
En los últimos meses, cientos de desplazados de diversas provincias tomadas por los talibanes huyeron a Kabul, detalló la estudiante, “para salvar a sus niñas y esposas”.
En efecto, investigadores y medios han reportado cómo en el último año, diferentes territorios ya controlados por el Talibán han visto restricciones en el acceso a la escuela para miles de niñas, especialmente adolescentes.
“Las chicas en Herat ya no pueden asistir a las universidades; las mujeres en Kandahar, les pidieron que se fueran a casa y que sus familiares hombres las sustituyeran en sus empleos en el banco”, le dijo a la BBC la activista Pashtana Durrani.
De acuerdo a expertos, las restricciones para las mujeres dependen del liderazgo talibán local, pues el grupo islámico no opera como una entidad monolítica.
“En algunos lugares, (este trato) incluye las mismas brutalidades de siempre, como azotar a las mujeres que han mantenido relaciones sexuales por fuera del matrimonio, o lapidarlas hasta la muerte por ciertos delitos y castigarlas por no llevar burka”, indica un reporte de septiembre de 2020 de la Institución Brookings, un centro de estudios con sede en Washington DC.
“Para las mujeres en entornos urbanos, que estaban conectadas con la diáspora internacional, el shock de todo esto por supuesto es tremendo, es una inmensa pérdida de sus libertades. Para las mujeres en zonas rurales las diferencias quizá son más pequeñas”, dijo en diálogo con El Tiempo Latino Vanda Felbab-Brown, coautora del reporte de Brookings y antigua asesora del Grupo de Estudios del Proceso de Paz en Afganistán, establecido por el Congreso de EE.UU.
La experta advierte que, a pesar de que “no hay duda de que las condiciones para la mujer van a empeorar significativamente”, ya el Talibán controlaba zonas donde “hay posturas muy conservadoras por parte de los hombres afganos”.
Sobre todo en las localidades rurales, donde vive un estimado del 76% de las mujeres afganas.
“Las leyes amparan a las mujeres (con la Constitución post-Talibán de 2004) pero aún así algunas comunidades convocaban a los talibanes para que impusieran normas más estrictas”, apunta.
Analistas como Felbab-Brown subrayan que en el acuerdo que EEUU firmó con el Talibán en Doha en febrero de 2020, el futuro de las mujeres afganas queda “completamente en manos de los resultados de las negociaciones entre los talibanes y los desarrollos en el campo de batalla”.
Un aspecto inquietante para grupos defensores de la mujer, que recalcan que una de las principales justificaciones de EEUU cuando invadió el país fue restituir los derechos humanos de las afganas.
Aunque el presidente estadounidense, Joe Biden, ha asegurado que trabaja junto a sus aliados para presionar al Talibán y vigilar el trato que den a mujeres y niñas, su gobierno ha sido señalado por brindar asistencia “severamente limitada” a afganas en riesgo como activistas, periodistas y miembros del gobierno de Ghani.
Durante las dos décadas de ocupación estadounidense, y pese a las denuncias de corrupción del gobierno afgano y el conflicto armado interno, hubo avances en las condiciones económicas y humanitarias de las mujeres y niñas.
La esperanza de vida para las mujeres aumentó de 56 años en 2001 a 66 en 2017. En 1999, no había una sola niña inscrita en la escuela secundaria y solo 9 mil estudiaban la primaria. Para el año 2003, 2,4 millones de niñas iban a la escuela.
Las mujeres participaron ampliamente de la vida pública del país en áreas como la medicina, las leyes y la política —para julio de 2021, ocupaban el 27% de los escaños de la Casa de Representantes del Congreso—.
Ahora, y a pesar de un panorama incierto y sombrío, cientos de afganas con perfiles públicos insisten en que sus voces no serán silenciadas.
Una carta abierta, firmada por más de 400 afganas y publicada apenas días antes de la toma de Kabul, instaba a los talibanes a mantener los derechos adquiridos por las mujeres en los últimos 20 años.
“Aunque existen retos significativos y una amenaza continua a nuestras vidas, permanece nuestro deseo de servir a nuestro país. Afganistán nos pertenece a todos, mujeres y hombres”, afirmaron en el escrito.