J.D. Martínez es un estadounidense con todas las de la ley. Nació en Miami, Florida, y toda su existencia ha estado regida por el estilo de vida normal de un americano. Pero sus raíces son innegables. Sus dos nombres -Julio Daniel- delatan la ascendencia latina que tiene y el acento de su español detalla lo cubano de sus ancestros.
Él, encargado del poder en el lineup de los Medias Rojas de Boston, no siempre jugó en los campos de Estados Unidos. Una vez conoció el beisbol del Caribe. Hace un lustro, en 2013, firmó con los Leones del Caracas, en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, y fue lo más cercano que estuvo de un diamante de la mayor de las Antillas, el antiguo hogar de su familia.
Llegó al país suramericano como un prospecto de los Astros de Houston, que ya tenía experiencia en las Grandes Ligas. El equipo de la capital venezolana se jactó de tenerlo y, a pesar somnoliento comienzo, él no decepcionó. Pegó seis jonrones, remolcó 18 carreras, bateó para promedio de .312 y .957 de OPS (sumatoria de embasado y slugging), todo eso en 24 juegos, en los que tomó 93 turnos.
El Caracas lloró la partida de Martínez.
Nunca sufrió para adaptarse a la idiosincrasia y comidas de la nación con costas caribeñas. En español muchas veces recordó que en su casa hay cosas que “se hacen a lo latino”, como la comida, por ejemplo.
Actualmente, después de salir de los Astros, convertirse en jonronero con los Tigres de Detroit (99 vuelacercas en cuatro temporadas), brillar con los Cascabeles de Arizona la campaña pasada (.302 de average, 29 cuadrangulares y 1.017 de OPS), es uno de los nombres considerados a alzarse con el Más Valioso de la Liga Americana.
Está en plena lucha por la Triple Corona del circuito, gracias a sus 41 jonrones, 122 empujadas (cifra tope esta campaña) y .328 de promedio. Los Medias Rojas invirtieron en él 23,7 millones de dólares esta campaña; solo es el comienzo de los 110 millones y los cinco años en su contrato.