Hoy en día si abres cualquier periódico o enciendes la televisión será muy difícil ignorar el repiqueteo constante de que la economía está mejorando. Las tasas de desempleo se encuentran en niveles previos a la recesión. Los trabajos en el sector privado están creciendo al ritmo más rápido desde 1997. El número de estadounidenses sin seguro de salud se ha reducido a casi un 30%.
En el estado de Massachusetts añadimos 60.000 puestos de trabajo el año pasado, disminuyendo nuestra tasa de desempleo a un 5.5 %. Pero este panorama color de rosa es sólo la mitad de la historia. Aquí está la otra mitad: en Massachusetts, la tasa de desempleo es 60% más alta para los residentes negros que para los blancos y 110% más alta para los hispanos. Así de alarmante también son las tasas de pobreza. Las familias negras en nuestro estado tienen una tasa de pobreza 144% superior a la de sus vecinos blancos y en el caso de los hispanos es 273% más alta.
Estas cifras revelan el trasfondo adverso de nuestra recuperación económica: estamos dejando gente atrás.
Con esto en mente me uní a principios de la semana pasada a La Alianza Latina de STEM para una discusión sobre la educación de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM por sus siglas en inglés).
Alrededor de la mesa estaban dueños de negocios, educadores de escuelas vocacionales, profesionales de enfermería y otros funcionarios públicos que comparten mi preocupación de que estamos construyendo una economía a la que muchas familias en nuestra comunidad no pueden acceder.
Esta es la manera como yo lo veo. En todo el país las industrias de innovación están reorientando nuestra economía en torno a sectores como la salud, manufactura avanzada, tecnología, energía limpia y ciencias robóticas.
Durante los próximos diez años, se espera que los trabajos en los campos relacionados con STEM crezcan por encima del 17% en comparación con sólo el 9 % de crecimiento en otros campos. Eso significa que si queremos que nuestros niños tengan éxito en una economía moderna, tenemos que asegurarnos de que tengan acceso a la educación, la formación y las destrezas que estos trabajos requieren. Por eso es importante que pensemos en STEM.
El problema, sin embargo, es que los esfuerzos federales y estatales para promover STEM, hasta la fecha, no han logrado llegar a tres grupos notables: las mujeres, las minorías y las comunidades de bajos ingresos. Hoy día sólo el 26% de todos los trabajos en STEM en nuestro país están ocupados por mujeres; el 13% está en manos de los hispanos y los afroamericanos combinados.
Para el año 2020 habrá un estimado de un millón de puestos de trabajo de programación de computadoras sin llenar. Pero en 2013 había hasta 11 estados donde ni un solo estudiante afroamericano tomó el examen AP de ciencias de computación. Los números no eran mucho mejores para los estudiantes hispanos o para las mujeres. Se trata de una desconexión masiva; una deficiencia que amenaza con poner estas poblaciones en desventaja económica para las generaciones venideras y mantiene su potencial en el margen en un momento en que nuestro país necesita más. Tenemos que ampliar drásticamente nuestros esfuerzos en torno a STEM. Desde mi discusión con La Alianza Latina de STEM a principios de la semana pasada hasta mis visitas a lo largo del 4to distrito de Massachusetts, es claro para mí que hay educadores y líderes locales a través de nuestro estado tratando de abordar este asunto. Pero necesitan ayuda.
En Washington introduje un proyecto de ley llamado “Ley de Entrada a STEM”, el cual ayudaría a destinar recursos federales a iniciativas estatales y locales de STEM enfocadas en mujeres, minorías y comunidades económicamente desfavorecidas. Mientras el Congreso debate durante las próximas semanas varias mejoras importantes en torno a la política pública de educación, yo estaré trabajando duro para echar este proyecto clave hacia adelante.
Nuestra incapacidad de ayudar a que todos los estudiantes tengan éxito en una economía cada vez más impulsada por la tecnología no solo limita su futuro. Está limitando el futuro de todo nuestro país también.
Desde la energía renovable, la investigación médica hasta la ciber-seguridad, la mayoría de estos desafíos pueden y serán abordados por los estudiantes sentados en nuestras aulas escolares hoy. Cada uno de los estudiantes, sin importar el color de su piel, código postal o género, debe tener la oportunidad de impactar estos retos.