Quizás cuando se escucha de los niños de la frontera lo más probable sea que asociemos el tema con las áreas geográficas de Estados Unidos a las que llegan esos menores. Sin embargo, quienes comparten su día a día con la comunidad inmigrante local pueden fácilmente notar que en nuestras ciudades están viviendo muchos de estos niños y adultos que recientemente han huido de varias naciones centroamericanas debido a la violencia.

Gladys Vega en las instalaciones de La Colaborativa de Chelsea
“Desde que empezamos nuestra campaña en octubre de 2013 tenemos unos 400 menores no acompañados de Chelsea en la Colaborativa. Actualmente vemos entre 10 y 15 casos semanales”, nos comentó Gladys Vega, directora ejecutiva de la Colaborativa de Chelsea. “Los niños no acompañados son bienvenidos en Chelsea y mientras estén aquí buscaremos los recursos que ellos necesiten para satisfacer sus necesidades”, contó Vega quien nos invitó el viernes pasado a un evento de repartición de donaciones a las familias inmigrantes que han llegado recientemente cruzando la frontera.
Gracias a esta campaña de la Colaborativa se recaudan donaciones que sirven para brindar comida, ropa y más bienes a quienes más lo necesitan. “Mucha de la gente que ha llegado recientemente y venía a la Colaborativa no tenía zapatos, abrigos… ¡No tenían nada! Una señora se vestía con tres camisetas una sobre otra porque tenía frío y no tenía con qué abrigarse”, relató Vega quien se mostraba feliz por las donaciones que habían llegado a las oficinas de la Colaborativa. Comida enlatada, mochilas con útiles, zapatos, abrigos, ropa y otros productos esperaban a más de 150 familias que llegaron con poco o nada a los Estados Unidos.
“Siempre que tenemos una crisis en Chelsea la comunidad responde, esa es la historia de esta ciudad”, dijo Vega.
Se están recaudando donaciones hasta el 15 de octubre y luego volverán a recolectar productos cerca del Día de Acción de Gracias. “Agradecemos cualquier donación, pero les recuerdo que la comida es muy importante. Un señor que cruzó la frontera con sus dos hijos vino a buscar un abrigo, pero más que el frío al hombre le preocupaba la comida. Él me dijo que podía pasar frío pero que sus hijos no podían pasar hambre”.
Entre los más de 150 casos que está trabajando la Colaborativa, Vega nos dice que han podido identificar tres diferentes categorías o patrones:
1) Niños no acompañados que vinieron al país solos cruzando la frontera y que fueron detenidos pero tenían un pariente, padre o madre que ya estaba viviendo en Chelsea. Esos adultos vinieron a la Colaborativa a buscar asistencia legar para que les cambien el caso de la corte de Texas a la corte en Massachusetts.
2) Niños a los que el “coyote” los pasó por la frontera pero que no tienen a nadie y terminaron ya aquí en Chelsea inscritos en el sistema escolar. También podrían haber venido con alguien pero a esa persona la regresaron y el niño en cambio logró entrar.
3) Niños que vinieron con sus madres: El papá estaba trabajando aquí con TPS, por ejemplo, y pagó a un “coyote” para que traiga a los niños y sus madres y los detuvieron en la frontera.
La Colaborativa se encuentra trabajando con casos de estas características, sin embargo se les da prioridad a los casos que sean más urgentes. “Le pedimos a la comunidad prudencia: antes de no presentarse a corte o antes de faltar a una cita en Burlington consulte con la Colaborativa. Si usted tiene un caso, puede ser que busquemos cómo ayudarlo a parar el caso por años mientras el gobierno decide qué hacer con los inmigrantes indocumentados”, explicó Vega.
Por suerte en Massachusetts el Departamento de Inmigración y el Departamento de Salud han sido bastante flexibles con los niños inmigrantes. Sin embargo, Gladys Vega dice estar recibiendo muchas quejas sobre cómo trata a los inmigrantes una compañía privada contratada por ICE para que coloque y controle “grilletes electrónicos” a algunos inmigrantes. “En la reunión de hoy hay unas 25 mujeres que tienen grilletes”, nos reveló Vega quien también recalcó que el tema de los grilletes se había convertido en una especie de negocio y que era una manera de criminalizar a inmigrantes indocumentados que solo han venido acá porque están escapando de la violencia en sus países.

Joel tardó 8 días en llegar a la frontera desde El Salvador.
Niño que cruzó la frontera solo comparte su testimonio
Cuando uno conversa con Joel, un niño salvadoreño de tan solo 11 años de edad, es fácil imaginarse que en el futuro este niño será un locutor, político, actor o se desempeñará en algún rol que requiera ser una persona extrovertida y expresiva. Joel es uno de los tantos niños que han escapado sus países en Centroamérica buscando una vida en paz. Él nos contó que le tomó ocho días llegar a la frontera y que estuvo recluido por 32 días en un centro de inmigración en Houston, Texas. Los momentos duros que el menor vivió en su travesía hacia Chelsea, Massachusetts no se comparan a los días de angustia que vivía en su natal país.
“Yo en El Salvador iba a la escuela y se fijaron que me daban dolaritos que yo cargaba, entonces los pandilleros siempre me pedían dólares a la salida de la escuela y por ejemplo una vez que no tenía dinero me [golpearon y] dejaron morado”, nos contó con mucha energía Joel. “Cuando [los pandilleros] se enteraron que mi mamá estaba en los Estados Unidos, decían que porque mi mamá estaba aquí le habían puesto a ella una ‘renta’ que tenía que pagar cada mes… si es que no pagaba me pegaban a mí”, contó Joel en un tono diferente, casi llorando. En su voz se notaba que el pequeño estaba recordando momentos tristes, situaciones a las que ningún niño debería enfrentarse.
“A los siete meses de pagar ‘renta’ no pudimos continuar pagando porque mi mamá tuvo un problema en su trabajo y no recibió dinero, así decidieron que yo me venga acá”, explicó Joel quien nos contó que su mamá quien ya vivía en Boston fue quien buscó cómo traerlo a los Estados Unidos.
“Yo me quería salir de El Salvador porque me pegaban mucho”, dijo Joel sollozando pero poco después cambio su tono y expresión cuando dijo que le gusta Boston porque aquí “hay muchos aviones y escaleras eléctricas”.
Joel quiere estudiar y parece tener su plan claro: “Primero quiero conseguir mi bachillerato y luego estudiar medicina en la universidad”, explicó el niño. “Les digo a los niños de la frontera que tengan fe en Dios porque él los sacará de la violencia, que nunca tengan miedo y que ellos valen mucho”, concluyó el menor.

Roxana y su hija cruzaron la frontera en marzo.
“Yo allá no puedo vivir”: madre e hija dejan Honduras por violencia
En la primavera de este año Roxana dejó Honduras y vino a los Estados Unidos cruzando la frontera con su hija. “Yo salí de allá en marzo porque desde enero de 2014 unos muchachos de otro barrio comenzaron a entrar al nuestro a vender drogas. Esta gente comenzó a cobrarnos el ‘impuesto de guerra’, en donde nos piden dinero semanal, quincenal o mensual y si uno no coopera con ellos le hacen algo a alguien de la familia”, explicó la mujer, quien vive junto a su esposo y su hija en Chelsea.
“Cuando uno llega a la frontera lo atienden y le preguntan por qué uno viene acá. El oficial de inmigración me dijo: ‘¿por qué has salido de allá?… muchos vienen por pandillas y por esto o lo otro, pero qué vamos a hacer nosotros, el problema es de ustedes, no de nosotros’; entonces yo le expliqué que en ningún lado se ven tantos muertos como vemos en Honduras”, dijo Roxana quien agregó que no podía ir a trabajar a San Pedro, el centro comercial del país, porque era muy peligroso salir todos los días a la ciudad. “Yo allá [en Honduras] no puedo vivir”, le confesó la mujer al oficial de inmigración tratando de convencerlo de que la deje quedarse en este país.