Pañales sucios apilados, moscas, gusanos, restos de animales muertos, roedores, y lo peor: los esqueletos de tres niños. Esto fue lo que encontró la policía la semana pasada en la casa de Erika Murray, una mujer de 31 años que vivía, junto con su pareja y sus hijos, en una repugnante casa en la comunidad de Blackstone, a unos 50 kilómetros de Boston. Esta era realmente “la casa del terror”.
Había un total de siete niños: tres muertos, y cuatro vivos de 13, 10, 3 años y 5 meses de edad. Estos cuatro fueron rescatados en agosto, después de que uno de los menores se acercó a un vecino para alertarlo sobre su hermanito, que no dejaba de llorar. Se trataba del bebé de meses, que estaba en una cama cubierto de heces.
Increíblemente, vecinos que viven a metros del lugar dicen no tener idea de lo que estaba sucediendo en la casa. «Estoy disgustada. Aun no me entra en la cabeza», aseguró Marilynn Soucy, de 68 años, quien desde hace 35 vive a pocas casas de la propiedad allanada. «Mi esposo Bob y yo hemos criado siete niños. Tengo 11 nietos y dos bisnietos. No puedo imaginarme lastimando a un niño», sostuvo.
Lo increíble es que Murray se las ingenió para parecer una persona relativamente normal y, a pesar de la miseria en la que vivían, se las ingenió para tener una doble vida sin que nadie lo supiera, o al menos la denunciara. En Facebook frecuentemente publicaba fotografías con su pareja y sus dos hijos mayores, quienes asistían a la escuela a diario. Los demás niños no figuraban. Inclusive se supo que
Sobre Murray ya pesan varios cargos, incluido el de intimidación de un testigo. El padre de algunos de los niños, Ramón Rivera III, también vivía en la “casa del terror”. Al parecer se refugiaba en el sótano de la casa, donde se dedicaba a cultivar y consumir marihuana. Rivera sostiene misteriosamente que no tenía idea de que los dos niños más pequeños existían y dijo a un amigo que estaba en «shock» después de enterarse de que él era probablemente el padre de dos niños pequeños que fueron retirados de la casa en agosto, de acuerdo con el amigo.
El Boston Globe pudo conversar con uno de los compañeros de trabajo de Rivera, quien contó que este tenía algunos problemas de higiene y de finanzas personales en casa, y que se sentía agobiado por la paternidad. Se presentaba al trabajo con ropa lavada de tintorería, y mantenía un escritorio ordenado en el cual tenía fotografías de su esposa y sus dos hijos mayores. «Él estaba perdido», dijo el ex compañero de trabajo, quien no quiso ser identificado. «Siempre dijo que no era capaz de dejar a su mujer y llevarse a los niños. Que no quería hacerle daño de esa manera y que la amaba a pesar de todo».

Paul Kapteyn/AP Pool
Erika Murray es escoltada a la sala de audiencia por un oficial de la corte, para su comparecencia en el Tribunal de Distrito de Uxbridge en Uxbridge, Massachusetts, el 12 de septiembre.
Algunos otros datos de interés que ayudan a ilustrar esta historia son:
- El personal de limpieza levantó las alfombras del segundo piso de la casa y derrumbó paredes y estanterías de una de las habitaciones debido a contaminación por heces.
- La limpieza de la casa se espera que tome 90 horas y cueste más de $25.000 dólares. La cuenta será enviada a la Hermana de Rivera, quien es la propietaria de la casa. Rivera asegura que no ha tenido contacto alguno con su hermana.
- No es la primera vez que se investiga este lugar. En el año 2007, la agencia de protección infantil de Massachusetts visitó la casa de Murray después de recibir una queja sobre las condiciones en las que estaba su casa. Como no encontró ningún indicio de abandono infantil, no abrieron un expediente.
- Los dos hijos menores fueron dados a luz dentro de la casa, estaban escondidos y jamás fueron llevados al médico.
Los detectives realizaron el hallazgo de los cadáveres cuando investigaban una denuncia por suciedad el jueves en la casa de Blackstone, Massachusetts, a unos 50 kilómetros de Boston. No es la primera vez que se investiga el lugar.
La vecina Soucy insiste en que rara vez vio a la pareja o a los menores que vivieron en la casa durante tres años. Ocasionalmente vieron a uno de diez años jugando afuera o a la mujer sentada en la puerta. Si bien nunca escuchó quejas particulares sobre la mujer, reveló que sus nietos sí habían notado que la casa «olía mal». Se trata de una propiedad cuyos ocupantes han cambiado frecuentemente en los últimos años. «Si hubiéramos creído que había niños siendo maltratados o viviendo en la miseria hubiéramos hecho la denuncia», señaló la vecina. También explicó que la única conmoción previa fue cuando la policía decidió separar a los niños, que ahora están bajo custodia estatal.
Los investigadores aún no han develado las incógnitas básicas del caso: quiénes eran los padres de los niños fallecidos, cuándo y cómo murieron, y quiénes son los responsables de ocultarlos.