Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en talleres de escritura con niños bilingües de las Escuelas Públicas de Boston con el programa de UMass llamado Hispanic Writers Week. Durante mi tiempo con estos niños descubrí muchas cosas sobre ellos a través de su escritura. La mayoría de estos niños eran inmigrantes que llegaron a los Estados Unidos hace uno a seis años. Sus familias vinieron principalmente del Caribe y América Central, y unas pocas de América del Sur. A través de su narrativa aprendí sobre sus dificultades, hogares destruidos y temores. Por supuesto, también encontré elementos de esperanza, imaginación y felicidad en sus cuentos y poemas. La escritura es una herramienta poderosa que puede dar rienda suelta a sentimientos reprimidos y puede servir como terapia. Sin embargo, no hay nada mejor que buscar terapia profesional en el momento oportuno para hacer frente a problemas y dificultades que nuestros hijos o nosotros podamos tener.
Mientras trabajé con estos niños no podía dejar de preguntarme si algunos de ellos estaban recibiendo o recibirían ayuda profesional para hacer frente a los desafíos con los que podrían estar luchando.
Como inmigrante latina que ha trabajado directamente con la comunidad hispana y en medios hispanos en este país, he observado que muchos latinos son recelosos de cualquier tipo de servicio de salud mental o terapia. Por lo general, si buscan ayuda mental profesional es sólo como último recurso. La mayoría de hispanos, especialmente las generaciones más viejas, son reacios a hablar de problemas de salud mental o problemas de conducta. Existe un gran tabú, y si alguien va a terapia suele ocultarlo. Un estigma rodea las palabras “terapia, psicólogo y psiquiatra”. Hay una idea errónea de que la visita a un profesional de salud mental significa que la persona está loca o que algo está terriblemente mal con ellos. Por lo tanto, la idea de la búsqueda de ayuda de salud mental es inexistente o se pospone por largo tiempo. Por otra parte, la idea de enviar a un niño donde un psicólogo es impensable para muchos.
Después de interactuar con estos niños, hablar con ellos, y ver su escritura y su comportamiento en el aula sospeché que algunos estaban luchando con retos que podrían ser fácilmente resueltos (o al menos contenidos) con ayuda profesional. Vi niños con rabia, otros extremadamente tímidos e inseguros, y un puñado que eran demasiado críticos de sí mismos. En algunos de sus escritos expresan cómo extrañaban sus países y familias, mencionan corazones rotos y hogares divididos, violencia y desesperación. Algunos de estos niños han estado expuestos a una dura realidad. Algunos dejaron países violentos, soportaron terribles cosas para llegar a los EE.UU., y muchos todavía están aprendiendo a adaptarse a un nuevo entorno. Además, en algunos casos, la promesa de un nuevo país con mil oportunidades ha sido destrozado por una dura realidad donde sus padres tienen varios trabajos para subsistir, dándoles poco tiempo para pasar con sus hijos.
Me entristeció leer poemas o historias llenas de dolor y rabia de niños de nueve y once años, y lo que realmente me preocupa ahora es pensar que algunos de estos niños jamás hablarán con alguien acerca de sus emociones, y tal vez nunca reciban ayuda. Quizá sus padres son capaces de ver que algo está molestando a sus hijos también, pero no son conscientes de los beneficios potenciales de hablar con un consejero, psicólogo u otro profesional de la salud mental. Lo que más me preocupa es que algunos padres son reacios o desconfiados de buscar ayuda debido a sus ideas erróneas con respecto a los servicios de salud mental. Los hispanos, adultos y jóvenes, deben entender que la búsqueda de servicios de salud mental y de comportamiento es perfectamente normal, porque nuestras mentes, así como nuestros cuerpos necesitan atención y cuidado, y esto es especialmente importante para los niños que todavía están dando forma a su personalidad y tienen toda una vida por delante.