Colombia definirá a su próximo presidente el 15 de junio, después de que el domingo el candidato derechista Oscar Iván Zuluaga y el mandatario Juan Manuel Santos no lograran los votos necesarios para consagrarse en una primera vuelta.
Con casi el 94 por ciento de las mesas escrutadas, Zuluaga obtenía un 29,21 por ciento de los sufragios, mientras que Santos lograba un 25,45 por ciento, según los cómputos de la Registraduría Nacional para una elección donde el tema de fondo era elegir con qué fórmula poner fin a un largo conflicto con la guerrilla.
Los dos aspirantes son antiguos compañeros de gabinete, pero tienen profundas diferencias sobre cómo acabar con el conflicto interno de 50 años que ha dejado más de 200.000 muertos y ha limitado la expansión de la cuarta economía de América Latina.
A continuación compartimos un interesante editorial publicado por el diario colombiano El Tiempo el día después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia:
Pocas veces en la historia reciente del país se habían visto unas elecciones con resultados tan llenos de sorpresas. No de otra manera puede hacerse el balance tras los comicios de ayer, cuando algo más de 13 millones de colombianos acudieron a las urnas con el fin de escoger al próximo Presidente de la República en la que fue una jornada pacífica, cuyo cierre podría calificarse de perfecto gracias a la rapidez con la cual la Registraduría hizo públicos los escrutinios.
Como es bien conocido, el candidato del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, se impuso en la contienda al recibir el 29,3 por ciento de los votos. El segundo lugar le correspondió al aspirante por la Unidad Nacional, el mandatario Juan Manuel Santos, quien obtuvo el 25,7 por ciento de los sufragios válidos a pesar de contar con la ventaja de ocupar la primera magistratura. Ambos dirigentes se enfrentarán en la segunda vuelta, cuyo desenlace no es claro en absoluto, pues requerirá que cada uno trabaje con ahínco en los días que vienen.
Dicho de otra forma, es imposible hablar de un favorito, cuando ninguno de los postulantes en contienda recibió más del 30 por ciento de las preferencias. De tal manera, quien desee ocupar la Casa de Nariño a partir del próximo 7 de agosto se verá obligado a multiplicar el número de sus partidarios para declararse ganador, lo que implica sumar millones de adeptos.
Esa es la razón por la cual el resultado depende de la actitud de aquellos que optaron por los nombres de Marta Lucía Ramírez, Clara López y Enrique Peñalosa, cuyo desempeño fue notable. En un país en el que se habla tanto del poder de las maquinarias, llama la atención que tres personas que lo recorrieron de punta a punta, con recursos escasos y sin mayores armas que las de sus ideas, hayan podido conquistar el 45 por ciento de los votantes.
Por tal motivo, hay que rescatar los mensajes constructivos que cada uno impulsó en forma gallarda, dejando en evidencia que la suya era una contienda de ideas y no la guerra sucia que lamentablemente se hizo presente a lo largo de los últimos días. Fue la degradación del debate la que tuvo que ver con la elevada tasa de abstencionismo –del 60 por ciento– y los importantes registros del voto en blanco.
Debido a ello, en estas tres semanas lo que cabe es que los dos candidatos finalistas entiendan el mensaje y conviertan este periodo que ahora comienza en una verdadera confrontación de ideas, que incluya tantos debates como sea posible, en un marco de respeto al adversario. El mensaje que aspiran a recibir los ciudadanos es uno de esperanza que tenga los pies puestos en la realidad, no las promesas vacías que acaban sumándose a la lista de incumplimientos que tanto daño le han hecho a la credibilidad de más de un líder.
Colombia, a quién le cabe duda, ha concretado innegables avances en los últimos años. Las cifras que confirman la baja de la pobreza y el desempleo son elocuentes, pero lo conseguido palidece ante lo que falta, ya sea en materia de seguridad ciudadana como de educación, pasando por infraestructura o desarrollo del campo, para solo nombrar algunos temas.
Hay que expresar, entonces, el deseo de que lo que venga en esta última recta sean planteamientos para conquistar con razones de fondo al electorado y a los líderes independientes, en cuya decisión deben pesar los elementos mencionados, además de la trascendental salida negociada del conflicto interno. Quien así lo logre saldrá victorioso el 15 de junio.