Dicen que los carteles de drogas son efectivos, que si un gran narco muere o termina preso inmediatamente habrá alguien a cargo, ya sea temporal o permanentemente, y que las cosas seguirán en marcha. La burocracia e ineptitud no tienen cabida en ese mundo que ahora parece respaldarse también efectivamente en las redes móviles y sociales, no solo para el contrabando de drogas y para facilitar rutas de distribución o escape, sino también para organizar marchas en favor de delincuentes. Quizá el poder, astucia y carisma de los jefes del narcotráfico y sus carteles superan las expectativas de cualquiera. ¿O cómo explicar entonces lo que está pasando en México con “El Chapo”, el narcotraficante más buscado de las últimas décadas?
Si la idea de que los líderes del narcotráfico son mejores estrategas, publicistas, negociantes y relacionistas públicos que verdaderos profesionales en esas áreas suena ridícula o absurda, pues no lo es; o por lo menos la evidencia empírica en el caso de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, demuestra lo contrario.
Este poderoso y siniestro jefe de el Cártel de Sinaloa ha logrado que miles de personas en México exijan públicamente en las calles que se lo libere y que se respeten sus derechos humanos tras su captura. Pero además un sutil pero directo mensaje en pancartas de cientos de personas que dice: “Liberen al Chapo para evitar otra guerra”, amenaza directamente a las autoridades y al orden público dejando claro que “un equilibrio puede romperse” y que muchos están en favor de “El Chapo”, un criminal consumado y condenado anteriormente por sus delitos, pero que tuvo la audacia de escapar de la justicia y así incluso aumentar su fama.
¿Cómo negar entonces la astucia de este hombre; o el escalofriante hecho de que su record policial y su historia de violencia no significan nada para una muchedumbre que ahora lo beatifica? Joaquín “El Chapo” Guzmán, calificado como el Osama bin Laden de México, vivió como prófugo por años, escondiéndose desde Argentina hasta Guatemala, luego de que en 2001 exitosamente huyera de una prisión. Desde entonces evadió su captura por la policía de México, Estados Unidos y otros países, a pesar de tener una recompensa de 7 millones de dólares por su cabeza. Su cártel ha sido uno de los más sanguinarios y poderosos, y la lucha de este contra otros cárteles provocó masacres en Tijuana e hizo de Juárez una de las ciudades más peligrosas del mundo.
El Cartel de Sinaloa a cargo de “El Chapo” controló magistralmente gran mayoría de las rutas de tráfico a lo largo de la frontera con los Estados Unidos, y su alcance se extendió desde Argentina hasta Australia gracias a un sofisticado sistema de distribución internacional de cocaína y metanfetaminas. Guzmán, hasta su captura el día sábado 22 de febrero en Mazatlán, fue sin duda el traficante de drogas más poderoso del mundo, con una fortuna superior a los 1.000 millones de dólares según la revista Forbes, que lo tuvo en su lista de “Personas más Poderosas del Mundo”. Y ahora tras el brote de manifestaciones clamando por su libertad, con casi dos mil personas, me atrevería a decir que se ha convertido en uno de los narcotraficantes más queridos de la historia. ¿O es acaso todo esto un montaje magistralmente orquestado por este imperio? ¿O realmente la gente está agradecida pues “El Chapo” se esmeró para eliminar al grupo criminal “Los Zetas”?
Es inquietante cómo un hombre que ha irrespetado los derechos humanos de cientos de personas, y que además se ha vinculado en todo tipo de abusos es capaz de movilizar gente para que clamen por su bienestar. A mí no me queda otra cosa que preguntarme: ¿Qué es lo que realmente está pasando aquí? ¿Es esta gente genuinamente ignorante de las atrocidades de este hombre y su cartel, o realmente lo quieren? ¿Sufren acaso de memoria selectiva? ¿Excusan quizá cualquier ayuda de este hombre a pesar de que sus manos están manchadas con sangre? ¿O son simplemente actores improvisados, pagados para cubrir un rol? ¿O quizá forzados a formar parte de una farsa? O lo que más me aterra pensar: ¿Es realmente el poder carismático de estos narcotraficantes tan desgarrador que la gente verdaderamente llega a ver a estas personas violentas y poderosas como ejemplares?
Es cierto que en los submundos donde se transgrede la vida humana a diario las personas llegan a perder su empatía y a asociar armas, droga y violencia con un estilo de vida perfectamente normal e incluso ideal. ¿Es acaso esto lo que está pasando en México? Lo más inquietante y alarmante son los reportes de jóvenes encabezando estas marchas. ¿Son acaso estos simples seguidores de mensajes sociales “ovejas perdidas”?
Si algo da un poco de alivio en esta historia es que gracias al seguimiento de teléfonos celulares usados por estos narcotraficantes se pudo descubrir el paradero de Guzmán. La tecnología para él fue un arma de doble filo; así como lo ha ayudado a orquestar su imperio y lo está ayudando a que gente manifieste por su libertad, esta misma tecnología lo llevó a su ruina. Ahora bien si llega a ser condenado y termina en la cárcel nuevamente espero que mantengan lejos de este hombre los teléfonos celulares, computadoras y todo tipo de redes sociales.
Daisy Novoa Vásquez es una escritora chilena-ecuatoriana. Ha escrito una colección de poemas y está trabajando en un libro de cuentos cortos. Su e-mail es daisy@daisynovoavasquez.com | www.daisynovoavasquez.com.