Es lamentable cuando un abrazo u otro acto afectivo cotidiano pueden convertirse en un serio problema para uno. Hay actos que claramente son irrespetuosos y atentan contra nuestro bienestar y espacio. Pero la realidad es que existen otros donde la línea que divide lo que es apropiado de lo que es inapropiado es difícil de trazar, pero a veces da la impresión que esta sociedad se inclina por catalogar muchos actos de forma negativa inmediatamente. Ya que todos somos distintos y tenemos diferentes costumbres, percepciones y reglas, los límites y dimensiones de esta línea pueden diferir bastante. Hay que tener conciencia que acusar a alguien o insinuar que alguien se ha sobrepasado con uno, cuando realmente no lo ha hecho, puede arruinarles su vida.
En general muchos actuamos con sentido común con respecto a la interacción con otros, en nuestra manifestación de afectos y en nuestro entendimiento de lo que separa una muestra genuina de cariño o aprecio de un acto inapropiado, o de “acoso sexualâ€; pero de vez en cuando nos encontramos con absurdos y nos preguntamos cómo es posible que algo así ocurra, y por qué hay gente que se presta a estas difamaciones.
En las últimas semanas dos noticias en esta tónica me han llamado la atención. La primera fue la de un niño de seis años acusado de acoso sexual por besar la mano de una compañerita y la segunda la de un estudiante de diecisiete años suspendido por un año de su colegio por abrazar a una maestra. Al escuchar de estos casos y otros similares uno se cuestiona un millón de cosas y de una forma u otra se vuelve más cuidadoso y vigilante de sus patrones de conducta social y la de otros. Porque ¿quién quiere ser acusado de acoso sexual o ser acosado de verdad y que luego nadie le crea?
El caso del pequeño Hunter Yelton, de primer grado ocurrió en una escuela en Colorado donde hace algunas semanas atrás fue suspendido por besar la mano de una compañera. La historia hizo noticia nacional pues aparte de la suspensión de dos días el niño fue acusado de “acoso sexualâ€. Uno de mis compañeros de trabajo me comentó sobre el caso y lo discutimos ampliamente. Ambos, como una gran mayoría de personas que reaccionaron a esta noticia, encontramos que la acusación dada las circunstancias fue ridícula. Hubo una falta de sentido común al castigar a esta criatura inocente de un acto que ni siquiera entiende lo que es, pero de la misma forma existió sensatez y solidaridad cuando una gran mayoría protestó por cómo se juzgó al niño. Esto obligó a que el superintendente cambie la falta en el récord del niño de «acoso sexual » a » mala conducta» y que se reconsideren muchas cosas al respecto. Las quejas de la gente muestran que todavía queda algo de cordura en este mundo.
Este caso ha ayudado a que se cuestione el criterio de personas a cargo de nuestros niños y las normas del sistema, que se pregunte qué es normal dentro del desarrollo de un ser humano y qué interacciones humanes son comunes, entre otras preguntas importantes. En el caso de Hunter es evidente que este fue juzgado de forma exagerada y que sus acciones fueron inocentes y espontáneas, partes de su proceso de desarrollo. Sin embargo otros casos pueden ser más difíciles de definir y las opiniones se dividen como en el reciente caso de Sam McNair, un adolescente de Georgia, quien abrazó a una maestra y terminó siendo suspendido por un año de su colegio.
En el caso de McNair la línea que divide lo que es apropiado de lo que es inapropiado es muy frágil y bastante gris dadas todas las circunstancias. El muchacho afirma que su abrazo fue inofensivo mientras que la maestra dice haberse sentido incómoda ya que los labios del estudiante rozaron el cuello de la maestra, aparte de que el muchacho ya había sido advertido de mantener su distancia. Este es un recordatorio que el tema es muy delicado y grave por donde se mire. Si la maestra efectivamente está diciendo la verdad sería terrible verse acosada y si el muchacho está diciendo la verdad sería terrible ser castigado cuando no hizo algo con malas intenciones y la maestra afirma lo contrario.
La madre del adolescente está apelando la decisión e hizo una petición en Change.org pidiendo que el distrito escolar examine nuevamente la suspensión que ha recibido su hijo por abrazar a la maestra. En cuestión de horas la petición recibió cientos de firmas. Mucha gente ha comentado que es el colmo considerar un abrazo como un acto de acoso sexual, o que el castigo contra el muchacho sea tan severo.
Debemos ser cuidadosos y respetuosos del espacio personal de otros, pero de la misma forma uno debe tener sentido común al juzgar a otros por sus acciones. Nadie debe quedarse callado si realmente está sufriendo acoso sexual o se siente incómoda/o con el comportamiento de otra persona, pero uno debe considerar que puede arruinarle la vida a alguien al acusarlo de una forma intransigente si realmente no ha habido maldad en un acto o si han habido mal entendidos, esto solo crea precedentes que nos perjudican a todos, y después a las verdaderas víctimas de acoso sexual u otros actos no les cree nadie porque mucha gente juega el papel de víctima o porque muchos fácilmente apuntan con el dedo.