El entorno del pistolero de Washington intentó presentarlo este lunes como un joven inofensivo que se había convertido al budismo y había aprendido tailandés. Pero ésos no eran los únicos rasgos del carácter de Aaron Alexis, que recibía tratamiento desde agosto del año pasado por un rosario de problemas mentales que incluían paranoia y problemas para dormir.
El móvil de la masacre sigue siendo un enigma para los investigadores, que no han descubierto ningún documento en el que Alexis explique por qué empezó a disparar contra los empleados de la sede de Armada.
Las autoridades no han encontrado ningún dato que conecte al autor de la matanza con grupos terroristas. Pero el FBI sí ha recibido información inquietante sobre sus problemas psicológicos, que le llevaban a escuchar voces en su cabeza y le impedían controlar sus impulsos violentos en sus relaciones con los demás.
Los problemas mentales de Alexis no llevaron a la Armada a declarar su incapacidad por motivos psicológicos. Tampoco alertaron a la empresa Hewlett-Packard, cuya filial le otorgó la acreditación que le permitió acceder a la sede de la Armada para perpetrar la masacre del lunes.
Aaron Alexis ejerció como electricista de la Armada desde mayo de 2007 hasta enero de 2011. Se desconoce el motivo concreto por el que abandonó el cuerpo. Pero las autoridades subrayaron ayer que fue expulsado por problemas de conducta y que desde hace unos meses trabajaba como informático en una filial de Hewlett-Packard que trabajaba para la institución.
Alexis había tenido al menos dos problemas con la Justicia. Pero ninguno lo suficientemente grave como para augurar una masacre como la que se produjo ayer.
El primero ocurrió hace nueve años en un suburbio de Seattle cuando Alexis disparó hasta tres veces contra las ruedas traseras del Honda Accord de unos albañiles que trabajaban en una obra cercana.
Al ser arrestado, explicó que sufría problemas psicológicos por el impacto de «los trágicos sucesos» del 11S. Un extremo que corroboró luego su padre, que explicó que su hijo había participado en las tareas de rescate después del atentado.
El segundo incidente ocurrió hace tres años en Fort Worth (Texas). Dos agentes de policía acudieron al domicilio de Alexis alertados por la vecina de arriba, que había visto entrar un disparo por el suelo de su apartamento. El joven dijo entonces que se le había disparado el arma mientras la limpiaba. Pero la mujer desconfió de su versión porque habían tenido varias broncas en los últimos meses.
Alexis se acababa de mudar a Washington. Pero había nacido en Nueva York y se había criado con sus padres en un vecindario del barrio de Queens. Fuentes policiales desvelaron este martes que un colega del instituto le había roto una botella en la cabeza en julio de 1997 y que se había mudado con sus padres a Brooklyn tres años después.
Fue entonces cuando se sacó en Nueva York su primera licencia de armas para hacer prácticas de tiro y cuando por ahora se pierde la pista de su presencia en Nueva York.
Entre 2004 y 2005 vivió en Seattle y en 2007 se enroló como electricista en la Armada. Un empleo que le llevó a vivir en Marietta (Georgia), Bellevue (Washington) y Fort Worth (Texas).
Allí fue donde echó raíces al ser expulsado de la Armada y donde empezó a frecuentar un templo budista donde meditaba dos veces a la semana y donde había trabado amistad con varias personas. «Ayudaba a la gente que llegaba con problemas difíciles y desde fuera parecía una persona tranquila pero era muy agresivo», decía este lunes al ‘Washington Post’ uno de los habituales del templo. «No le gustaba acercarse a cualquiera y actuaba como un soldado que ha vuelto de la guerra».
Y sin embargo Alexis nunca sirvió en ninguna misión en el extranjero. Había ganado dos condecoraciones menores y hablaba con fluidez el tailandés según Somsak Srisan, que le alquiló una cabaña con dos dormitorios al lado del templo y asegura que siempre pagó puntualmente los 600 dólares de su mensualidad.
«No creo que fuera una persona violenta», decía este lunes Srisan. «No me sorprendería si me hubieran dicho que se había suicidado pero no creí que fuera a matar a nadie».