En un miércoles de verano, con un sol radiante y un cielo sin una sola nube, llegamos muy temprano por la mañana a Suffolk Downs, el hipódromo que desde 1935 trae carreras de caballos y otros espectáculos a los habitantes de Boston y a visitantes de todo el país y el mundo. Sin embargo nuestra visita no fue igual a la que el público amante de la hípica hace cuando acude a ver correr a los caballos, nosotros tuvimos acceso al núcleo que sostiene a esta mini-ciudad que se expande en el corazón de East Boston y Revere: el “backside†de la pista de carreras o las cuadras, es decir el lugar en donde están los caballos, entrenadores y jinetes que son los componentes esenciales de este deporte.
Caminar por las cuadras de Suffolk Downs es impresionante, pues desde las primeras horas de la mañana se siente la energía que se vive día a día en un hipódromo, en especial durante uno de los días de carreras en Suffolk Downs.
Durante nuestra visita observamos a un equipo de trabajo en plena operación para trabajar con los casi 700 caballos que este verano están en el hipódromo. Desde herreros, caminadores de caballos y veterinarios, hasta entrenadores y asistentes; más de 500 empleados con licencias especiales trabajan cerca de las caballerizas para que las carreras se lleven a cabo cada temporada en el hipódromo de Boston. A estos empleados del “backside†se suma un grupo de 300 personas que trabaja en los edificios principales de Suffolk Downs realizando diversas labores en los meses de verano.
Entre los países latinoamericanos representados por quienes corren el negocio “tras bambalinas†están El Salvador, Honduras, Guatemala, México, Panamá, Puerto Rico y Venezuela, entre otros. La representación latina incluye varios jinetes provenientes de Latinoamérica como es el caso de Luis Alejandro García un jockey que durante nuestra visita se encontraba preparando al caballo Valkyria para la carrera de la tarde. García, de estatura pequeña y figura menuda, requisitos indispensables para triunfar en el mundo de las carreras, llegó a Brooklyn, Nueva York desde Guatemala cuando tenía 7 años.
Cuando era adolescente le llamó la atención un póster del hipódromo Aqueduct en Queens y al notar que “aún calzaba el mismo número de zapatos que usaba en sexto gradoâ€, decidió postular para un trabajo en esa pista de carreras. A los 18 años García empezó a trabajar en las cuadras desempeñando diferentes labores para entender mejor el funcionamiento del hipódromo.
“Llevo 22 años montando caballos y he montado en muchos lugares. Aquí [Suffolk Downs] corremos caballos por todo el verano y cuando cierran voy a Tampa o Miami; se huye del fríoâ€, cuenta García. “En Estados Unidos hay más jockeys latinos que americanos. El deporte de la hípica desde mucho antes ha sido en parte dominado por los jockeys hispanos.
En Nueva York tienes jinetes famosos como los puertorriqueños Johnny Velázquez y Ángel Cordero y el panameño Joel Rosarioâ€.
Es fácil sentir la pasión en cada frase del jockey chapín quien asegura que ama su profesión a pesar de los sacrificios que hacen los jinetes que corren caballos en hipódromos famosos. “No tenemos vacaciones. El único día que muchos hipódromos cierran es en la víspera de Navidadâ€, comentó García. “Cada mañana nos levantamos temprano, a las 4:30am. Con mi agente y equipo voy caminando por los establos, ofreciendo mis servicios como jinete a los entrenadores, verificando si los caballos necesitan ser llevados a alguna otra área y saco a los caballos a galopar y a ejercitarse si necesitan trabajar en algo específicoâ€.
“Se aprende mucho corriendo caballos día a día. Mi desafío es después de una carrera salir del vestidor caminando para irme a casa con mi familia. Esta es una profesión muy peligrosa en la que todos conocemos algún jinete que ha sufrido un accidente graveâ€, confiesa Dyn Panell Ocasio, un jockey puertorriqueño que estudió en la Escuela Vocacional Hípica de Puerto Rico y llegó a Boston en 1998 después de que el huracán Georges azotara la isla causando pérdidas billonarias.
“Un amigo me consiguió un agente porque yo no hablaba inglés y vine para Boston. Al llegar a Suffolk Downs todo fue un poco difícil porque no hablaba inglés pero me fui adaptandoâ€, cuenta Panell. “He tenido una buena carrera en Suffolk Downs porque mi jefe me monta en todos sus caballos y he ido a otros hipódromos con él, así he podido conocer muchas pistas y a otros jockeysâ€.
Panell se siente en Suffolk Downs como en casa. El jockey nos llevó a recorrer las diferentes áreas del edificio principal y hasta nos enseño el vestidor de los jockeys y un cuarto en donde los reúnen después de una carrera para analizar con un video lo que sucedió mientras corrían. “Yo quisiera que este lugar [Suffolk Downs] siga para adelante, este es el único hipódromo que tenemos alrededor. Ojalá que aceptaran el casino para que Suffolk Downs siga creciendoâ€, comenta el jockey boricua.
Y es que en los más de 600 mil metros cuadrados que ocupa Suffolk Downs no solo ha quedado marcada la historia de nuestra comunidad gracias al sudor de los cientos de latinos que en algún momento han trabajado en el hipódromo, sino que también se encuentra una fuente de estabilidad laboral para quienes hoy desempeñan diferentes labores en la pista de carreras. Ya sea montados sobre el lomo de un caballo pura sangre o trabajando para el mantenimiento de la pista, cada empleado latino de Suffolk Downs tiene una historia diferente de cómo ayudan a que los caballos se formen en la salida listos para correr hacia la meta.