Un fantasma recorre América Latina: el asesinato de mujeres o dicho en términos técnicos, el femicidio. Pareciera que menguada o en vías de desaparición la violencia política de épocas anteriores, aparecen nuevos lunares en el continente. El sonado asesinato de Karina del Pozo en Quito en febrero pasado al parecer por unos jóvenes con quienes se divertía en una fiesta, ha conmocionado las redes sociales del continente, sacando del anonimato este tema que en ciertos países tiene contornos de endemia. Tras estar desaparecida 10 días, Karina, una modelo de 20 años, apareció muerta en una quebrada próxima a la capital. El hecho conmocionó a Ecuador, naturalmente, pero también a otros países del continente que se ven en ese espejo con frecuencia.
No es fácil determinar los contornos del problema. Sabemos, sí, que varios países del continente se encuentran entre los países con mayor incidencia del femicidio. En primer lugar El Salvador, con el dudoso honor de encabezar la lista en el mundo (12 asesinatos por cada 100.000 mujeres). También Guatemala, con alrededor de 10.6, Honduras, con 7, Colombia, con 6.27 por cada cien mil mujeres en 2010 y 6.1 por cada cien mil al año siguiente y Venezuela con 5.5.
Tampoco están claras las razones por la cuales se ha incrementado este tipo de crímenes. Lo que sí está claro es que Latinoamérica vive cambios decisivos en sus costumbres y uno de ellos es la decisiva incorporación de la mujer a todas las actividades de la sociedad. Ya no estamos en presencia de la tipología de la mujer del siglo pasado, dedicada principalmente a labores del hogar y sometida estrictamente a los dictados del hombre de la casa.
Este cambio abrupto podría ser el contexto del aumento de la violencia de género, por parte de hombres que cada vez entienden menos y aceptan a regañadientes el nuevo papel de la mujer.
En países como Honduras, Guatemala, Venezuela e incluso México, el femicidio se multiplica por las circunstancias de alta violencia que los han infectado. Honduras, México y Venezuela tienen algunas de las ciudades más violentas del mundo, de modo que no es de extrañar que en paralelo se reproduzcan los crímenes contra mujeres.
Al respecto, varios países han respondido legalmente, bien sea incluyendo el femicidio como un caso particular en los códigos penales correspondientes (Chile, México y Perú) o aprobando leyes específicas al respecto, como ha sido el caso de Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y más recientemente Chile. Pero todavía la sombra de la impunidad se hace presente, como es el caso de Guatemala, donde la Comisión Internacional para el Combate de la Impunidad en Guatemala (CICIG) ha reportado que la impunidad en ese tipo de casos es de 98%. También persisten circunstancias legales que actúan en detrimento de la mujer, como el caso de Argentina, donde el hombre no pierde la patria potestad sobre las hijas aunque haya sido condenado por la muerte de la madre o algún familiar.
Poco a poco el tema de la violencia de género ha ido cobrando importancia en los foros internacionales y en las decisiones correspondientes, pero es claro que el camino de las decisiones legales e institucionales a la práctica es largo y tortuoso.