Renunció Benedicto XVI y el 28 de febrero pasó a ser Papa Emeritus ¿Quién será el nuevo Papa? ¿De cuál continente? ¿De qué edad? ¿De cuál tendencia? Todas estas son preguntas importantes y válidas pero independientemente de quien sea el elegido, éste tendrá que enfrentar los mismos retos que llevaron a la renuncia de Benedicto XVI. La institución católica se encuentra en un equilibrio inestable, por no decir en una profunda crisis: es evidente que muchas cosas tienen que cambiar y pronto. Y no es para menos. La multiplicidad de problemas que abrumaron al ex Papa abarcan no solo una crisis administrativa en el Vaticano sino otra en el clérigo y una alarmante disminución en el numero de fieles en diversas partes del mundo. Los tres problemas están hasta cierto punto relacionados y el cardenal que sea electo Papa no sólo debe ser capaz de entenderlos de forma realista y empática sino que debe ser capaz de comunicarlos con sabiduría e inteligencia.
El sentir empatía tiene mucho que ver con la conexión que logre tener el nuevo Papa con el mundo en desarrollo: principalmente en América Latina y África pues es allí donde la Iglesia es más fuerte. Recordemos que si bien la mitad de los católicos del mundo se encuentran en América Latina, la gran mayoría de los Papas habían sido históricamente italianos hasta hace muy poco cuando surgieron las excepciones de Juan Pablo II de Polonia y Benedicto XVI de Alemania. No debe extrañarnos entonces que muchos digan que llegó la hora de tener un Papa del tercer mundo. Y es que volviendo al tema de la empatía, es difícil para un europeo,por más que sea Papa, entender la vida de un africano o un latinoamericano común. El ingreso promedio de un alemán es 4 veces más grande que el de un brasilero y este a su vez posee un ingreso 8 veces mayor al de un nigeriano. Quizás por ello, por falta de empatía de la Iglesia, en muchos países, grupos religiosos como los evangélicos en América Latina o el Islam en Europa, están creciendo de manera importante incursionando en terrenos antes dominados por la iglesia católica.
Hace falta mas empatía de la Iglesia con los pobres y con los problemas de la mujer. No se puede tener una visión cerrada sobre los anticonceptivos en lugares donde el embarazo adolecente está en la raíz del círculo de la pobreza. Por otra parte, la crisis administrativa del Vaticano y las crecientes acusaciones de corrupción ventiladas por Wikileaks -las cuales incluyen hasta problemas de lavado de dinero por parte del banco de la Santa Sedetambién son parte del ácido que últimamente corroe el prestigio de la Iglesia. Según algunos expertos, los problemas de corrupción son consecuencia de una estructura organizativa arcaica y no ajustada a los tiempos modernos; muy centralista y vertical con pocos contrapesos y escasa transparencia. Todos estos problemas estructurales heredados de la Edad Media necesitan con urgencia un cambio radical. Quizás uno de los retos más importantes que tendrá el próximo Papa será el de asumir una postura clara sobre los escándalos de abuso sexual del clérigo.
Es hora de que la Iglesia coloque los derechos de los niños y en general los derechos humanos por encima de la reputación individual de los sacerdotes. Nos atrevemos a decir que esta será la prueba del ácido para el próximo máximo pontífice: si no cambia la postura encubridora heredada de Benedicto XVI, la Iglesia no se recuperará de su crisis. Este problema está en el corazón de la actual crisis de credibilidad del clérigo la cual, unida a una postura inflexible a favor del celibato, no deja de aparecer como hipócrita para algunos. No es una casualidad que este cónclave se inicie luego de la lúgubre renuncia del más alto jerarca de la Iglesia Católica de la Gran Bretaña, el Cardenal Keith O’Brien de Escocia y de 74 años de edad quien reconoció que “ha habido momentos en los cuales mi conducta sexual ha caído por debajo de los estándares esperados de mí como sacerdoteâ€. Esta confesión la realizó luego de ser acusado por 4 sacerdotes de conducta sexual “inapropiada†y luego de que, según algunas fuentes del Vaticano, el mismo Papa Benedicto XVI le pidiera la renuncia para que no participara en la escogencia del próximo Papa.
Si esto último es cierto, como pareciera serlo, no cabe duda que este espinoso tema no solo está en la mente del Papa que acaba de renunciar sino en cada uno de los miembros del cónclave de donde saldrá el próximo Papa. Y es que se ha hecho evidente que no ha existido una línea clara desde el Vaticano para tratar este tema. Ello se refleja en los diferentes enfoques que se observan a lo largo y ancho del mundo Católico. Los arzobispos en algunos países han tendido a adoptar en años recientes y luego de muchos escándalos, una posición de menor tolerancia hacia sacerdotes culpables de abusos sexuales. En otros casos y latitudes, incluyendo a cardenales más tradicionales dentro del Vaticano, han preferido cerrar filas para defender a sus prelados. Este será una de los temas más difíciles y al mismo tiempo más importantes para el cónclave que se inicia.
Algunos ven una conexión entre el celibato y las transgresiones sexuales. Lo cierto es que una postura clara de cero tolerancia y transparencia ante abusos sexuales del clérigo, como ha sido la política del Cardenal Seán Patrick O’Malley, ayudarían significativamente a cambiar la imagen de la Iglesia, ya que el tema del celibato pareciera no estar ni en la agenda de los más liberales del Cónclave. Ya han llegado al Vaticano los 115 Cardenales con derecho a votar para elegir al nuevo Papa. Se espera que comience el cónclave el lunes 11 de marzo en la Capilla Sixtina. El Cardenal Francis George de Chicago declaró “nos gustaría terminar nuestra misión para Semana Santa así tendríamos un Papa y todos podríamos regresar a nuestras diócesisâ€. La Semana Santa comienza el domingo 24 de marzo. Esperemos que, cuando salga el humo blanco, hayan elegido no solo a un Papa más, sino a un líder transformador que conduzca a la Iglesia Católica de la edad media a la modernidad.