El lunes 11 de febrero el mundo amaneció en shock: el Papa Benedicto XVI había renunciado y con un preaviso de dos semanas se separaría de sus funciones, el jueves 28 de febrero. Aunque se han producido otras dimisiones Papales, esta es la primera vez en la historia que un Papa renuncia libremente por razones de salud y edad. Los cambios que este acto sin precedentes traerá consigo están por verse, pero los habrá. Cuando lo inesperado acontece en una institución milenaria es lógico suponer que como decía el filosofo “el futuro ya no será lo que era antesâ€
Algunos piensan que esta sacudida a la tradición será para el bien de la Iglesia. El propio Benedicto XVI así lo ha afirmado, sin embargo otros temen que las consecuencias podrían traer inestabilidad y confusión. Y es que ha sido con una mezcla de asombro, optimismo, tristeza, dudas y miedo que los católicos se han enfrentado a esta dimisión Papal, recordemos que la última se realizó hace casi 600 años.
En efecto, de los 265 Papas reconocidos históricamente se pueden contar con los dedos de una mano aquellos que han renunciado. La última abdicación Papal sucedió en 1415 cuando Gregorio XII renunció para contribuir a la unificación de la Iglesia. Vale la pena destacar que dicha fecha pertenece al periodo conocido en la historia de la Iglesia Católica como el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón en el cual varios Papas se disputaron la autoridad pontificia entre 1378 y 1417.
Gregorio XII ofreció su renuncia para abrir el camino a la elección de un nuevo Papa que contará con el respaldo de todos los representantes de la Iglesia. Otros Papas han renunciado, como fue el caso de Celestino V quien se escapó del Vaticano apenas 3 meses después de su elección, tam bién Benedicto IX quien fue electo a la corta edad de 20 años en 1032 y le vendió su título de Papa a su padrino el cual fue obligado a renunciar por razones obvias. Pero en contraste con estos casos anteriores, la renuncia de Benedicto XVI se presenta por primera vez en la historia como un retiro voluntario por falta de fortaleza y “con plena libertad†a los 85 años por razones de salud y edad. Estas fueron parte de sus palabras:
“Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado†Algunos consideran que la renuncia ha sido un acto de fortaleza y que podría traer nuevos vientos a la Iglesia.
Quienes así piensan, interpretan que el “vigor†al cual se refiere Benedicto XVI debe verse como un llamado a una nueva dirección y a un nuevo impulso. Según esta visión, la renuncia hay que considerarla como la aceptación de que con él sería imposible afrontar con éxito los actuales problemas de la Iglesia.
Recordemos que últimamente el Vaticano ha sido blanco de escándalos que van desde la denuncia sobre una red de corrupción y el arresto de Paolo Gabriele, mayordomo del Papa Benedicto XVI hasta casos no resueltos de pedofilia.
Una posibilidad es que en efecto la renuncia del Papa sea un acto de fortaleza que busca evitar una larga agonía sobre estos temas atados a su gestión y que tanto daño le hacen a la Iglesia. Al retirarse del camino le da paso a una nueva y más joven administración que traerá el “vigor†necesario para focalizarse sobre temas constructivos.
Para otros, la renuncia es mas bien un símbolo de debilidad espiritual. “El Papa es un líder espiritual y su fortaleza le viene de Dios. Si él abandona la lucha y renuncia, ¿qué esperanza le queda a los enfermos, a los incapacitados, a los adoloridos, a los torturados que buscan la fuerza en el Señor? ¿Van a tirar la toalla también?â€, le contestó a El Planeta una persona que prefirió mantenerse en el anonimato. Quizás algo de esta interpretación esté detrás de las controversiales palabras del Cardenal Stanislaw Dziwisz de Cravovia Polonia quien dijo: “De la cruz no se desciende†al referirse a la renuncia de Benedicto XVI y compararlo con su predecesor el Papa Juan Pablo II quien continuó como primer Pontífice a pesar de sufrir de un severo caso de la enfermedad de Parkinson.
Pensamos que el debate sobre el liderazgo espiritual tiene una profunda respuesta en las palabras escogidas por Benedicto XVI al reconocer que para ser un buen Papa y “gobernar la barca de San Pedroâ€, las “obras†y las “palabras†son tan importantes como “sufrir†y “rezarâ€. Para luego recalcar que “el mundo de hoy está sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la feâ€. En otras palabras, pareciera decirnos que tiene la fortaleza espiritual para sobreponerse a sus debilidades físicas pero que a sus años no puede guiar a 1,200 millones de católicos en un mundo conectado a Facebook, Twitter y Wikileaks.
Por ejemplo desde la Argentina a través de Facebook opina Gustavo Massad:
“Me cuesta creer que sea una decisión personal. La Iglesia Católica está bajo tensiones sólo comparables a las del siglo XIII, o a las del Cisma de Occidente. Si el cambio es bueno o más de lo mismo lo sabremos luego de la próxima fumarola blanca.â€
Lo cierto es que viene la elección de un nuevo Papa en marzo y el colegio cardenalicio que elegirá al nuevo Papa ha sido designado casi en partes iguales entre Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Actualmente hay 203 cardenales representando 69 países, pero según las reglas del Cónclave cambiadas en 1975 solo aquellos menores de 80 años pueden votar. Por ello, en marzo, de los 203 cardenales solo 117 podrán votar. América Latina, solo con 21 cardenales, congrega sin embargo al 42% de católicos del mundo y no es posible determinar por ahora el peso de esta realidad a la hora de la elección. Sin embargo, más de la mitad de los cardenales electores proceden de Europa, e Italia es el país con mayor representación en este órgano, con 28 purpurados. Tampoco debe olvidarse que para el Papa que se va, Europa seguía siendo la primera tierra de misión y evangelización.
En conclusión: ¿Será que el Papa quiso ahorrarle a la Iglesia su sufrimiento?¿Será que quiso renunciar ante la amenaza de un escandalo? ¿Será que se retira del camino para que sangre joven tome las riendas con más seguridad en este complejo mundo? Lo cierto es que esta será la primera vez en 600 años que un Papa vivo va a estar en la elección disponible para influir en la elección del próximo Papa: ¿Cuál va a ser su influencia? ¿Cuál va a ser la conclusión de este inédito hecho? Solo el tiempo lo dirá.