Hasta el primer debate del miércoles 3 de octubre la campaña presidencial ofrecía pocas sorpresas e incluso lucía algo tediosa. A pesar de la elevada polarización política entre republicanos y demócratas, no se vislumbraban demasiados cambios en el panorama. Obama y los demócratas han ※o debiera decir habían※ logrado caracterizar a Mitt Romney como desapegado de las preocupaciones del americano común. El hecho de ser multimillonario y de haber sido presidente de una compañía reestructuradora de empresas que afectó adversamente a muchas familias, lo hace ver como más preocupado por imponer una agenda ideológica que por las personas.
Como resultado, a pesar de las dificultades económicas, Obama cuenta con el favor y la confianza de un mayor número de electores y aventaja a su contendor en temas como el manejo impositivo y la consecución de mayor número de empleos en la alicaída economía estadounidense. Más importante aún, esta diferencia a favor de Obama se ha mantenido, incluso haciéndose mayor, en los 10 a 12 estados donde se decidirá la elección de noviembre próximo. De modo que para el antiguo gobernador de Massachusetts el debate era casi cuestión de vida o muerte, de supervivencia en la carrera presidencial.
Romney llegó al primer debate con la necesidad de romper el hielo con el electorado y presentarse como alguien a quien le interesan sinceramente sus problemas cotidianos, arrinconar al presidente respecto a su récord en el manejo económico y trazar un panorama creíble para el futuro. El debate arroja un saldo bastante positivo para Mitt Romney. De esos tres objetivos el contendor a la presidencia logró en una medida importante el primero, con claridad el segundo y más débilmente el tercero.
Lo más importante en el manejo del debate, sin embargo fueron los aspectos subjetivos. Es sabido que en la era de la política mediática que vivimos a veces vale más una postura o un gesto que un argumento contundente. Romney manejó con gran habilidad el factor sorpresa, logrando desconcertar a su oponente al no caer en el plano ideológico del corte de impuestos a como dé lugar que caracteriza hoy el mundo republicano.
Al contrario de la pre-campaña, donde debió lucir como el campeón de los temas conservadores, más bien tomó distancia de ese universo de ideas muchas veces abstractas y logró presentarse a sí mismo como el hombre razonable que tiene una visión pragmática de las cosas y preocupado por el daño causado por las políticas de la actual administración que en su visión de las cosas que entorpecen el crecimiento económico y la creación de empleos.
Más aún, le criticó al Presidente… los recortes a Medicare que han resultado de la puesta en marcha de Obamacare. El Presidente, en cambio, lució desconcentrado, en ocasiones irritado y desperdició varias ocasiones de refutar afirmaciones del contendor, quien quiso mostrarse como dispuesto a entablar un diálogo con sus adversarios demócratas para arreglar el curso de la vida económica de la nación a pesar de que todo el mundo sabe que los republicanos en la cámara baja del Congreso nunca estuvieron dispuestos a dialogar.
Cuánto impacto tendrá para la carrera presidencial este primer debate es algo que está por verse, pero haberlo ganado definitivamente coloca a Romney en posición de pelear la presidencia como una opción ganadora. Todo el mundo tiende a afirmar que esta elección es la más decisiva en décadas en cuanto a marcar un rumbo para el país más poderoso del planeta, pero a este cronista le quedó la impresión de que después del debate ambos contendores se encuentran mucho más cerca de lo que se creía. Cosas veredes, amigo Sancho.