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OpiniA\0xB3n: El juez y el Presidente

El futuro leerA! la relaciA\0xB3nA–una relaciA\0xB3n ambigua, misteriosaA–entre Barack Obama yA John G. Roberts de forma inexorable.

Asumir que esa relaciA\0xB3n estA! marcada por el antagonismo es malentenderla. En
todos sentidos, la disposiciA\0xB3n de ambos hombres es distinta. El presidente es liberal yA el juez es conservador. El primero experimenta mientras que el segundo sistematiza.

Obama es un orador admirable. Su lengua es florida, dinA!mica, abarcadora, pero
ese talento lo mete en problemas cuando las promesas quedan en el tintero. El talentoA verbal de Roberts, por el contrario, es calculador, metA\0xB3dico, frA\0xADo.

Desde el principio la relaciA\0xB3n entre el presidente y el juez fue equA\0xADvoca. Al
guiarlo en la ceremonia donde prestA\0xB3 juramento, Roberts tropezA\0xB3 con el texto y, porA consiguiente, hizo que Obama hiciera lo mismo.

Ese equA\0xADvoco no conlleva una falta de respeto aunque tampoco anuncia
amistad. Hay, creo, un compromiso entre ambos. El presidente admira la inteligenciaA del juez y el juez el liderazgo del presidente. AAon asA\0xAD, serA\0xADa imposible imaginarlos como amigos.

Roberts cree, a la manera de Ronald Reagan, que el papel del gobierno en la
vida de los ciudadanos debe ser mA\0xADnimo. Obama, por su lugar, aspira a implementarA programas federales que hagan que ese gobierno contribuya a mejorar la situaciA\0xB3nA de la gente. El presidente es pragmA!tico en sus estrategias. La mayor parte de lasA decisiones de Roberts a partir del 2009 ratifican su oposiciA\0xB3n a Obama.

Salvo que el juez, de vez en cuando, le da una vuelta a la tuerca y termina del
lado del presidente. Las decisiones mA!s significativas son tambiA(c)n las mA!s recientes.A Esas decisiones permiten entender la relaciA\0xB3n entre Roberts y Obama como un tangoA en el que dos danzantes con personalidades reacias bailan al mismo ritmo.

En una de esas decisiones el juez apoyA\0xB3 parcialmente al presidente en su
intenciA\0xB3n de desbancar la ley migratoria racista en Arizona y otros estados. Roberts,A para asombro de muchos, simpatizA\0xB3 con los colegas liberales. TodavA\0xADa mA!s asombrosoA fue el apoyo del juez a Obamacare, que fue suficiente para ratificar partes importantes de esa ley.

Pocos creA\0xADan que la Corte Suprema apoyarA\0xADa a Obama en su plan para mejorar
los programas de salud mA(c)dica. AAon mA!s dudosa era la posibilidad de que fuera
Roberts (y no Stevens, por ejemplo) quien determinara este apoyo.

A nadie sorprende que la decisiA\0xB3n de Roberts haya generado ataques
caudalosos. Lo interesante, a mi gusto, es la manera en que el presidente y el juez hanA desarrollado su relaciA\0xB3n. A?CariA+/-o? Improbable. A?EmpatA\0xADa? QuizA!s. Sea como sea, enA esa relaciA\0xB3n estriba nuestro futuro polA\0xADtico, o al menos nuestra esperanza.

Porque el odio entre demA\0xB3cratas y republicanos en el paA\0xADs es a tal grado
inclemente que impide el avance colectivo. En el congreso, la clase polA\0xADtica pasa horas,A dA\0xADas, meses, aA+/-os atacA!ndose sin ton ni son. La poblaciA\0xB3n, segAon encuestas, estA!A hasta la coronilla de tanta rencilla. Tenemos poca o ninguna confianza en Washington,A cuya caracterA\0xADstica distintiva es la cacofonA\0xADa.

Si bien el juez y el presidente simbolizan esta rivalidad, tienenA–o parecen
tenerA–la capacidad de ir mA!s allA!: entablan lazos, crean puentes… Roberts es un
conservador libertario; Obama un presidente liberal con un dejo conservador.

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