Carlos Fuentes fue un mexicano con ego argentino y ambiciA\0xB3n renacentista. Nacido en PanamA! y educado en Washington y diversas partes de AmA(c)rica Latina, tenA\0xADa una capacidad polA\0xADglota admirable: no solamente hablaba varios idiomas sino que se comunicaba a la perfecciA\0xB3n con pAoblicos distintos como si fuera uno de ellos. En un momento oscuro en la historia intelectual mexicana, Enrique Krauze, el niA+/-o mimado de Octavio Paz, quien en los ochenta se habA\0xADa convertido en enemigo acA(c)rrimo de Fuentes habiendo sido amigo cercano, acusA\0xB3 al autor de La muerte de Artemio Cruz de ser un impostor, un mexicano desmexicanizado. Krauze apoyA\0xB3 su argumento en el carA!cter de trotamundos de Fuentes. La falacia de ineludible: ser mexicano no radica en poseer bienes raA\0xADces en MA(c)xico. La condiciA\0xB3n es menos sucinta, mA!s compleja, que nada tiene que ver con una irrisoria cartilla militar. Para ser mexicano, uno tiene que saber gritar A!carajo!
A?Y cuA!les son los proyectos del escritor mexicano? AquA\0xAD fue Fuentes el que se equivocA\0xB3. DedicA\0xB3 su ilustre carrera literaria a la redacciA\0xB3n de un nAomero casi infinito de pA!ginas, muchas de ellas imposiblemente repetitivas, cuyos temas centrales eran dos: el primero era MA(c)xicoA… y ya no recuerdo el segundo. Estaba obsesionado por la traiciA\0xB3n a los valores de la RevoluciA\0xB3n de 1910. (De hecho, Fuentes, en el sentido estricto del tA(c)rmino, es un post-revolucionario; esto es, subsecuente a la generaciA\0xB3n de Mariano Azuela y MartA\0xADn Luis GuzmA!n). Odiaba, asimismo, la forma en que el dictatorial PRI, el partido que institucionalizA\0xB3 la revoluciA\0xB3n, erradicA\0xB3 cualquier destello democrA!tico. Era un hombre de ideas que creA\0xADa que una idea singular esbozada en una remota esquina es capaz de transformar el mundo mA!s profundamente que una granada. La ciudad mA!s transparente, acaso la narraciA\0xB3n suya que mejor recuerdo, es una vivisecciA\0xB3n del Distrito Federal en sus mAoltiples dimensiones. A!Deslumbrante!
Pero el escritor mexicano no tieneA–no debe tenerA–la obligaciA\0xB3n de escribir sobre una fuente Aonica: MA(c)xico. De otra forma su paA\0xADs serA\0xADa una condena. A?Sobre quA(c) debe escribir entonces? Sobre lo que quiera y como quiera. Si Shakespeare puede ubicar sus obras en Dinamarca, Italia y el Caribe sin haber salido jamA!s de Inglaterra, A?por quA(c) no puede un escritor mexicano escribir sobre Stratford-upon-Avon? El eje gravitacional de Fuentes es MA(c)xico pero da la impresiA\0xB3n que fuera del eje hay poco de importancia. Es verdad que este astigmatismo es menos una actitud individual que un esfuerzo generacional. A 0/00l perteneciA\0xB3 a la generaciA\0xB3n de A»El BoomA» que incluyA\0xB3 a Gabriel GarcA\0xADa MA!rquez, Mario Vargas llosa y Julio CortA!zar. (Borges y Rulfo eran sus mayores). Los cuatro, junto con algAon otro secuaz, aspiraron a insertar a AmA(c)rica Latina en el mapa de la literatura universal. Hasta entonces el interA(c)s global en nuestro continente, al menos a nivela literario, era escaso. A 0/00ramos un manojo de pueblos atrasados y retrasados. Para lograr su cometido, cada uno de los miembros de esta generaciA\0xB3n enfatizA\0xB3 las caracterA\0xADsticas particulares (quise decir A»exA\0xB3ticasA» pero me detuve) de sus propias naciones: Colombia, PerAo, Argentina y MA(c)xico. A!QuA(c) flojera!
ConocA\0xAD a Fuentes a fines de los ochenta. Nunca hubo afecto. Nos vimos un par de veces, una de ellas en un aviA\0xB3n. (Al darme la mano por vez primera, me dijo: A»Te pensaba mucho mA!s viejo. Y creA\0xADa que eras una mujer, Ilana Stavans). Era arrogante, imperioso y rufiA!n. Pensaba que en A(c)l y nadie otro estaba la explicaciA\0xB3n de las cosas. No sA(c) si su obra sobrevivirA!. Entiendo que sus libros despiertan discusiA\0xB3n pero son poco leA\0xADdos, lo que podrA\0xADa interpretarse como una definiciA\0xB3n de clA!sico. Yo no pienso releerlos pronto (salvo su novelita Aura, que sigue fascinA!ndome). Sin embargo, admiro sus hazaA+/-as. Era un intelectual pAoblico necesario. El que fuera un insufrible no desmerita su valor. A!AjAoa!