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Reforma migratoria relegada a segundo plano en 2012

Inmigrantes y  activistas en Estados Unidos se enfocarán en el 2012 en evitar que más  estados del país aprueben duras leyes migratorias que han impactado la vida de los hispanos.

Julia Cáceres nunca  olvidará cuando cinco agentes se plantaron en la puerta de su casa de  Queens a las 06.30 del 20 de septiembre.

«Dijeron que venían por  mí. Me sacaron en pijama. Ni me dejaron decir nada a mis hijos», relató  la ecuatoriana que no tiene autorización para residir en Estados Unidos.  Fue llevada a la sede policial de Nueva York, a una cárcel de  Elizabeth, en Nueva Jersey, a otra de Newark, en el mismo estado, para  acabar en un centro de detención de Jena, en Luisiana.

El 20 de  octubre, una agente a bordo del avión que la iba a deportar a Ecuador se  dio cuenta de que sangraba y la sacó del aparato. Cáceres estaba  embarazada, pero en medio de esta experiencia perdió el bebé. Las  autoridades la devolvieron a Nueva York por razones médicas.

La  prometida reforma migratoria que al presidente Barack Obama le valió el apoyo hispano en las pasadas  elecciones, parece ahora esfumarse como el humo. Tanto organizaciones  de defensa de inmigrantes como el gobierno de Obama consideran  improbable su aprobación antes de noviembre de 2012.

Así que los  esfuerzos se centrarán en impedir que se propague por el país la  tendencia de imponer rigurosas legislaciones a nivel estatal que están  causando estragos, no sólo a nivel social entre los inmigrantes sino en  la economía.

Activistas como Sarahi Uribe, coordinadora de campaña  para la Red nacional de Organización de Jornaleros (NDLON, por sus  siglas en inglés) saben que «esperanzas para una reforma migratoria a nivel federal no existen porque la  política ahora es que realmente no tenemos los votos. No hay suficientes  demócratas ni republicanos con la voluntad de aprobarla».

«Tampoco  ocurrirá en los próximos años. Por eso nos estamos enfocando en las  batallas locales», explicó.

La directora del Centro Nacional de  Ley de Inmigración, con sede en Los Angeles, Marielena Hincapié,  coincidió en que «el clima político no parece estar ahora abierto a un  proyecto federal de ley migratoria. Los  republicanos no querrán darle a Obama esa victoria».

El panorama  está pintado por las cifras de deportaciones más altas de la historia,  que reflejan una persecución a los inmigrantes como pocas veces antes se  vio y con ello proliferan historias de distanciamiento entre familiares  y desarraigo.

Con esa coyuntura, la reforma migratoria quedó desplazada por debates sobre el  papel que juegan los estados y departamentos de policía locales en  políticas de inmigración y sobre si la autoridad sigue la directriz del  Departamento de Seguridad Interna (DHS) de deportar especialmente a  quienes representen un peligro para la seguridad.

Ese giro se dio  en virtud de que a falta de una reforma federal, estados como Arizona o Alabama impulsaron sus propias leyes de  inmigración, forzando en algunos casos a padres a mostrar el estatus  migratorio de sus hijos cuando los inscriben en la escuela o promoviendo  que policías interroguen a alguien sobre su estatus si tienen  «sospechas razonables» de que no está autorizado para permanecer en el  país.

Este año 30 estados presentaron su propia legislación migratoria, aunque en 20 fueron rechazadas. En otros  cinco, estas leyes podrían ser consideradas y en los cinco restantes –  Alabama, Utah, Indiana, Georgia y Carolina del Sur – legislaciones en  contra de la llegada de inmigrantes sin autorización han sido aprobadas.  El Departamento de Justicia ha presentado demandas contra varias de  esas legislaciones.

Aproximadamente 820.000 inmigrantes sin  autorización para residir en Estados Unidos habitan en los cinco estados  donde se aprobaron dichas leyes, según datos del Hispanic Pew Center.

La  misma organización calcula que al menos

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