En el cine moderno, donde el género de causar miedo es sobre todo masculino y norteamericano, cuesta imaginarse que la tradición del cuento de terror es en realidad femenina y europea.
De allí nacen hitos clásicos como la criatura gótica de Mary Shelley o, en su variación moderna, novelas como ‘La mujer de negro’ (‘The Woman in Black’) cuya adaptación como película sin dudas tendrá más notoriedad por la presencia de ‘Harry Potter’, igualmente conocido en el mundo real como Daniel Radcliffe.
Inundados de hoteles sin salidas y sádicos masculinos por doquier, tal vez la saturación nos impida que recordemos, incluso luego de una nueva etapa del género inaugurada con películas como ‘The Sixth Sense’ y ‘The Blair Witch Project’, la importancia que las angustias femeninas siempre han tenido en el género de los cuentos de terror. De este modo, una fórmula sólida que, aunque novela contemporánea, apela a esa honrosa tradición, como es el caso de ‘The Woman in Black’, sigue pareciendo arriesgada.
El estreno de una película basada en esta novela inglesa es su segunda adaptación, luego de una exitosa puesta en escena teatral. La curiosidad de la novela original es justamente que se lee como una obra no contemporánea, manipulando tan bien los arquetipos recurrentes del género que, en realidad, son de la cultura universal.
Porque queda claro que la tradición de ‘La mujer de negro’ se remonta no solamente a ‘la llorona’ latinoamericana sino también a la temible Banshee galesa, y a su prima lejana, la ‘Bloody Mary’ estadounidense, a su vez primas lejanas de ‘las furias’ griegas y sus pares continentales, las ‘madre tierra’ que polulan las culturas indígenas de casi todo el planeta, ecos de una prehistoria tenebrosa en donde lo temible, el misterio de la vida, era femenino.
Por eso la aparición rodeada de niños del funeral de Alice Drablow tiene mucho en común con nuestras propias pesadillas centroamericanas y caribeñas, y con La Malinche y la diosa Coaticlue en la mitología azteca, todas ellas calcos de la temible Medea, tal vez anteriores o no, muestra indudable de lo universal, y por lo tanto, del poder de estos mitos legendarios.
Visto de esta manera, ya sea en su novela, su adaptación teatral y, ahora suponemos, su versión para cine, la efectividad de ‘The Woman in Black’, queda muy claro, son sus raíces mitológicas, expuestas sin tapujos, deliberadamente, evocando este miedo de tiempos inmemoriales, cuando los cuentos de delirio y locura eran una expresión sublimada del subconsciente femenino, y que a medida que ganan terreno en la cultura universal, más desprovistos de moraleja alguna, una revelación verdaderamente tenebrosa para el lector masculino.
Mitos como ‘La llorona’, historias cautelares sin una moraleja explícita, son leyendas que se antojan modernas, que no están fuera de tono con la tradición de Mary Shelley hasta Anne Rice o la misma Susan Hill con su «Woman in Black». Este estreno nos recuerda que esta sensibilidad, la que ayudó a darle vida al género de terror, ha sido históricamente femenina. Tal vez su suceso nos permita una mayor variedad de temáticas dentro del género, y nos evita una verdadera pesadilla, como sería regresar a un cine falto de diversidad.