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Newt Gingrich: el señor sube y baja

Si la campaña primaria presidencial republicana fuera un parque de diversiones, la atracción popular que la gente consideraría como la que más te marea sería probablemente la titulada: «El sube-y-baja del Sr. Newt».

Es así. Newt Gingrich dice algo brillante el lunes. Después dice alguna locura el martes. Entonces, el miércoles, vuelve a ganar cierta credibilidad adoptando una valiente posición en un asunto difícil, que debe ser atendido. El jueves, Gingrich vuelve a decir locuras –y quizás un tanto ofensivas. Después, el viernes, ofrece una lección de Historia y actúa como si estuviera haciendo la campaña para ser electo jefe del departamento, en lugar de Presidente. El sábado, vuelve a ser brillante. Y, el domingo, si tenemos suerte, no hace ninguna declaración pública en absoluto para que podamos ponernos al día y decidir qué pensamos realmente de este hombre.

Determinar eso es a veces difícil. Mitt Romney es mucho más fácil de seguir de un día al otro, ya que tiende a jugarla segura y no decir muchas cosas de grandes consecuencias. Últimamente, da un poco de pena. Ya no sabe quién ser. Se muere por bajarle los humos a Gingrich, sin embargo, no sabe cómo hacerlo. Por lo que está enviando mensajes ambiguos.

En un momento, Romney tilda a Gingrich de «incendiario» y de «tirar bombas» en forma radical –el tipo de cosa que uno dice sobre una persona seria. Al minuto siguiente, lo desprecia tildándolo de «chiflado», o sea, de ser una persona poco seria.

Afortunadamente para el ex Gobernador de Massachusetts, aunque podría resultarle difícil derrotar a Gingrich en las urnas, el ex Presidente de la Cámara parece ser experto en derrocarse a sí mismo.

Su última herida auto-infligida fue su invectiva contra lo que él caracteriza como jueces «activistas» en la judicatura federal. Durante una reciente aparición en el programa de CBS, «Face the Nation», Gingrich sugirió que el presidente podría enviar a la Policía del Capitolio de los Estados Unidos o al Servicio de Marshals de Estados Unidos a arrestar a aquellos jueces que emitieran fallos controvertidos y los obligaría a justificar sus decisiones delante del Congreso.

Ésta sí que es una subida loca. Gingrich tiene que tomarse un minuto y justificar esta propuesta. Después de todo, se trata de lo que piensa el ex profesor de Historia sobre lo que significa tener tres ramas iguales de gobierno –la ejecutiva y la legislativa presionando a la judicial para doblegarla a su voluntad. ¿Es eso igualdad? No, es coacción.

El ex Procurador General Michael Mukasey, que ocupó ese puesto durante el gobierno de George W. Bush, no aceptó nada de ello. Dijo que algunas de las ideas de Gingrich eran «peligrosas, ridículas, totalmente irresponsables, indignantes, extremas y que reducirían a todo el sistema judicial a un espectáculo».

Eso suena acertado. ¿Dónde fue que Newt perdió su rumbo? Y, lo que es más importante, ¿puede volver a encontrarlo antes de que los republicanos acudan a las urnas en Iowa, New Hampshire y otros estados de votación temprana?

Gingrich mostró destellos de valor y sentido común hace unas semanas cuando anunció que, si resultara electo Presidente, mantendría a las familias inmigrantes juntas, emitiendo visas de trabajo «tarjeta roja», que permitirían que los indocumentados permanecieran en Estados Unidos legalmente. Pero ¡ay!, unos días más tarde, no demostró ni valor ni sentido común cuando trató de arreglar las cosas con los conservadores culturales, prometiendo construir otra muralla más en la frontera EE.UU.-México y convertir el inglés en lengua oficial de los Estados Unidos.

Después Gingrich volvió a decir cosas con sentido cuando destacó la declinante ética laboral de los estadounidenses y sugirió que el gobierno debería proporcionar maneras de enseñar a los jóvenes a mantener un trabajo. Pero volvió a dar una vuelta incorrecta al aplaudir a los estados que se han saltado el federalismo a la torera aprobando leyes migratorias que han sido pronto r

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