¿Qué ocurre cuando los adultos viven en un mundo inundado de sugerencias sexuales, doble sentidos y provocativas imágenes en los medios? Los niños, sin darse uno cuenta, se «sexualizan» y se convierten en objeto de sospechas.
Un ejemplo: Mark Curran, de 7 años, alumno de primer grado en Boston, fue acusado recientemente de acoso sexual. Se metió en líos al patear a un compañero en la entrepierna después de que, presuntamente, ese compañero tratara de estrangularlo.
Aunque observadores externos podrían ver el incidente como un simple caso de defensa propia, la madre de Curran expresó que la escuela le dijo que sería tratado como acoso sexual, debido a la manera inapropiada de tocarse. Tras una investigación en la escuela, ambos niños fueron trasladados a nuevas escuelas dentro del distrito y no se presentaron cargos con la policía.
En Carolina del Norte, un estudiante de 9 años fue suspendido de la escuela por dos días, después de que una maestra sustituta lo escuchara decir a un compañero de clase que él pensaba que la maestra de planta era «linda». Eso es todo, eso es todo lo que dijo el niño. Un vocero del distrito escolar defendió la acción disciplinaria argumentando que dichos comentarios son «inapropiados».
Cuando los estudiantes, independientemente de su edad, son reportados a la administración de la escuela –especialmente si a uno de ellos lo han lastimado en sus partes privadas– uno esperaría un informe completo y concienzudo de lo que ocurrió. Pero es ridículo que los adultos apliquen una polémica etiqueta, como la de «acoso sexual», a incidentes que involucren a niños pequeños, mientras se está investigando lo que realmente ocurrió.
De hecho, es una total locura –pero vivimos en un loco carrusel de noticias y entretenimiento las 24 horas del día.
Cada vez más, los adultos están viendo a los niños en papeles sumamente «sexualizados». Escribí anteriormente sobre cómo niños pequeños y hasta de uno y dos años son explotados por vendedores de ropa interior y cosméticos, programas de certámenes de belleza en TV, concursos de canto y baile, y por los adultos que consumen esos productos y ese tipo de entretenimiento. Al mismo tiempo, los adultos se ven inundados de datos que refuerzan la noción de que los niños están en constante peligro sexual.
Un estudio de la Asociación Norteamericana de Mujeres Universitarias afirma que casi la mitad de los niños y niñas entre el séptimo y 12 degrees grado –niños de incluso 11 años– experimentaron acoso sexual, definido como «conducta sexual no bienvenida, que tiene lugar en persona o electrónicamente». Este hecho sería alarmante si no fuera tan vago y tan general: entre los ejemplos figuraban «comentarios sexuales, gestos y bromas no bienvenidos», rumores o información sexual y tocamientos inapropiados o intimidación sexual.
Hasta la semana pasada, se los podría perdonar si pensaban que legiones de niños y adolescentes de Estados Unidos se enviaban, sin ningún miramiento, fotos de desnudos. Pero los nuevos datos de la publicación Pediatrics indican que sólo uno de cada 100 niños entre 10 y 17 años ha enviado imágenes suficientemente gráficas como para violar las leyes de pornografía infantil. Ese estudio y otros hallaron que «sexting» es en realidad más común entre adultos.
Obviamente, un adulto responsable debe tomar seriamente toda incidencia de verdadero acoso sexual o sexting entre niños e intervenir adecuadamente, pero realmente debemos controlarnos en este asunto. A pesar de la constante dieta de datos ficticios y verdaderos sobre la sexualidad en la niñez, los niños no pueden ser tratados como adultos, y no se les puede aplicar etiquetas que ellos ni siquiera pueden entender porque no tienen la edad necesaria para hacerlo.
«Ã‰ste es el tipo de cero tolerancia en la escuela que yo creo que es una estupidez institucionalizada», expresó Lenore Skenazy, la autora del libro y el blog «Free-Range Kids». La llamé para obtener su opinión sobre si los adultos están proyec