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Inmigrantes y gays: La unión hace la fuerza

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La semana pasada la vida de muchos gays y lesbianas cambiaron con la revocación de la política «DonÂ’t Ask DonÂ’t Tell» (No Pregunte, No Diga). Al igual que muchas personas, estoy encantado de que esto finalmente ocurrió. El día que la política terminó y pasó a la historia, leí tantos relatos de diferentes personas y cómo sus vidas van a cambiar. Ahora serán capaces de expresarse libremente.

La revocación de la política contra homosexuales en las fuerzas armadas es un gran paso hacia la igualdad de gays, lesbianas y bisexuales, pero hay un largo camino por recorrer. En algunos estados, las personas gay pueden casarse con sus parejas, pero no hay ninguna vía legal para que ellos puedan detener la deportación de sus cónyuges o de que se les permita migrar a los Estados Unidos. Por estas razones, tenemos que anular la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA, por sus siglas en ingles), la cual impide a muchos ciudadanos de los EE.UU. reclamar a sus seres queridos. La propuesta «Uniting American Families Act» (Uniendo a Familias Americanas), otra pieza de legislación que dejaría que personas del mismo sexo puedan pedir a sus esposos o esposas, ha estado estancada en el Congreso desde hace mucho tiempo. Y para los jóvenes indocumentados que son gay, tenemos que aprobar el DREAM Act, el cual les permitiría cumplir sus sueños de educación.

Algunos de estos jóvenes son forzados a vivir en las sombras a un nivel completamente nuevo: una, por el simple hecho de ser gay y por temor a que cuando salgan del closet no serán aceptadas en la sociedad. Además, el ser indocumentados simplemente les impide muchas cosas – las licencias de conducir, a veces ni siquiera una forma de identificación para que puedan conocer a otras personas en su comunidad gay, y por supuesto, el temor de que serán deportados a cualquier momento.

En realidad hay varios paralelismos con el ser gay y ser una persona indocumentada. A las dos comunidades se nos discrimina y tenemos que luchar por nuestros derechos cuando otras personas toman decisiones sobre esos derechos humanos.

Yo sé lo que se siente ser un estudiante indocumentado pues yo fui uno antes de ser asilado en los Estados Unidos. Muchas veces, he tenido que llevar una doble vida, incluso con algunos de mis mejores amigos porque me sentía avergonzado por mi estado migratorio y siempre me preguntaba si algún día podría asistir a viajes fuera del país con mis compañeros de clase de francés en sus viajes a Canadá o si yo incluso debería de tomar clases de manejo en la escuela secundaria cuando sabía que iban a haber obstáculos para obtener una licencia. Además, siempre me preguntaba qué pasaría simplemente por intentar encontrar un trabajo.

Del mismo modo, ser un joven latino gay me obligó a ocultar quién era realmente tras haber sido criado en una familia católica. En verdad es un obstáculo muy difícil de superar en una familia latina. La mayor parte de mi familia, que es muy religiosa, cree que el amor entre dos hombres o dos mujeres es repulsivo basado en la intolerancia religiosa, la cual lleva a concluir que la conducta en sí es un pecado. Y, por supuesto, hay muchos antecedentes culturales institucionalizados en varios países de America Latina en contra de la homosexualidad. Las personas homosexuales no le hacen ningún daño ni le presentan ningún peligro a la comunidad, y el amor entre dos hombres o mujeres, que se sienten profundamente el uno al otro, no afecta a otras personas en sus vidas.

Hoy en día, soy muy afortunado de ser un joven homosexual y orgulloso de haber tenido la suerte de estar aquí en los Estados Unidos. A pesar de que he estado aquí sin documentos, con el tiempo este país se convirtió en mi hogar. Me encanta y aprecio mucho nuestros valores, libertades, deportes, moda, gastronomía y nuestra cultura.

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