Señoras y señores: Mientras uno de los mayores circos mediáticos llega a su fin, por favor, dirijan su atención a la pista central, para observar a uno de los villanos más espectaculares del año –repique de tambores, por favor– ¡la inmigrante, nafissatou diallo!
Estoy exagerando, por supuesto. Ningún medio ha ido tan lejos como para hacer una declaración tal, después de la noticia de que los cargos penales por agresión sexual contra el ex cabecilla del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn fueron desestimados porque se encontró que «la mucama» no era fiable.
Al final, el drama de «ella dijo/él dijo» que centró una muy necesitada atención sobre los peligros que enfrentan nuestras hermanas, madres e hijas, que trabajan con ahínco y baja remuneración limpiando habitaciones de hoteles, terminó siendo otra lección práctica sobre mujeres que calumnian e inmigrantes que buscan la ciudadanía.
En tres meses, Diallo pasó de ser «una inmigrante africana muy trabajadora», a quien la policía creyó cuando denunció que Strauss-Kahn la había agredido sexualmente en su lujosa habitación de hotel, a una mentirosa compulsiva con perturbadores antecedentes de hacer trampa con sus impuestos y de contar versiones vívidas y lacrimógenas sobre una falsa violación en grupo.
Diallo aún cuenta con la simpatía de los que comprenden que el hecho de que haya inventado historias sobre su pasado no significa que no fuera victimizada realmente por Strauss-Kahn, en esa habitación de hotel, en mayo de este año –hay, después de todo, pruebas de ADN que indican que un acto íntimo tuvo lugar. Pero otros desean determinar si el encuentro fue consensual o forzado, porque Diallo es la que, anteriormente, dio una falsa alarma.
Cuando una mujer miente sobre una violación, siempre asesta un fuerte golpe contra todas las mujeres. Si existiera un «código femenino», el primer artículo debería ser que nunca se debe alegar falsamente el haber sido víctima de una agresión sexual.
Además de perjudicar a la víctima de la mentira, se echa sospechas sobre otras mujeres que encuentran la valentía para denunciar una agresión real.
Por lo tanto, «aprovecharse de la mucama del hotel» se une a la galería de vergà 1/4enzas que incluye estereotipos –algunos verdaderos y otros imaginados– de las que han mentido sobre una violación para vengarse, obtener acceso a un aborto o extraer dinero de la celebridad de otra persona.
También, en un momento en que los inmigrantes –legales o indocumentados, y en muchos casos cualquiera que meramente «parezca» ser un inmigrante– se ven barnizados con una capa de «otredad» o simplemente de criminalidad, las maquinaciones migratorias de Diallo se han convertido en otro ejemplo de una oportunista que trata de manipular el sistema.
Fueron, en gran parte, las historias inventadas de Diallo sobre ser víctima de una brutal violación grupal y de palizas infligidas por en Guinea, su país natal, y sus cambiantes aseveraciones de que