Por: Andrés Oppenheimer
Los presidentes, las estrellas de rock y los líderes empresariales de todo el mundo están prometiendo cientos de millones de dólares para la reconstrucción de Haití, pero están cometiendo un error potencialmente garrafal: concentrarse demasiado en ladrillos, y demasiado poco en árboles.
Caí en la cuenta de este problema durante una conversación con Carlos Morales Troncoso, el vicepresidente y ministro de relaciones exteriores de la República Dominicana, el país vecino de Haití. Después del terremoto del 12 de enero que causó más de 150,000 muertes en Haití, ningún otro país se ha visto más directamente afectado por la oleada de refugiados haitianos que la República Dominicana.
Morales Troncoso pasó por Miami a su regreso de una conferencia internacional celebrada en Montreal, Canadá, donde Estados Unidos, Francia y otra docena de países se reunieron para empezar a planear un programa de 10 años para la reconstrucción de Haití.
Y el canciller dominicano no estaba demasiado impresionado con lo que escuchó en esa reunión:
se habló demasiado de reconstruir los edificios gubernamentales, las escuelas y los hospitales arrasados durante el terremoto, y demasiado poco de plantar árboles, señaló.
De nada sirve reconstruir a Puerto Príncipe, o mudar la ciudad más al sur, si no reforestamos Haití, me dijo Morales Troncoso. ¿De dónde van a sacar agua? ¿Dónde van a cultivar? ¿De qué vale reconstruir un Haití sin árboles, sin capa vegetal?» Haití es desde hace mucho tiempo el país más pobre del hemisferio, en gran parte debido a la deforestación, me recordó. A principios del siglo XX, casi el 60% del territorio haitiano estaba cubierto de árboles.
Pero desde entonces, los haitianos han talado casi el 99% de los árboles del país para usarlos como leña o carbón para cocinar.
Por carecer de árboles, el suelo haitiano ha perdido su capacidad de retener el agua, reduciendo drásticamente las reservas hídricas y la agricultura intensiva. Además, cuando llueve en las montañas haitianas, se producen inundaciones que dejan miles de víctimas en las ciudades, porque la tierra está tan erosionada que no retiene el agua que fluye ladera abajo.
Cuando uno vuela sobre Haití, en camino hacia la República Dominicana, es difícil no sorprenderse por la diferencia del paisaje en ambos países. Uno ve montañas desoladas cubiertas de viviendas precarias del lado haitiano de la frontera, y el paisaje se vuelve verde apenas el avión cruza la frontera con la República Dominicana.
Y, tras el terremoto, el problema de la deforestación en Haití se agravará, porque los cientos de miles de haitianos que huyeron de Puerto Príncipe hacia el interior del país en busca de comida y refugio talarán los pocos árboles que quedan, según dicen los expertos que están trabajando en Haití.
¿Qué se puede hacer? Los países donantes han tratado todo tipo de planes para reforestar Haití, sin demasiado éxito.
En la década de 1980, la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos lanzó el Proje Pyebwa, que pagó a los campesinos haitianos para que plantaran 25 millones de árboles, y el Banco Mundial promovió planes igualmente ambiciosos m