Por José Barriga
Una vez más el conocido y muy premiado director norteamericano Oliver Stone se pone del lado de Latinoamérica y hace una película que finalmente describe la realidad política actual de los países del sur, y hace esto sin dejarse llevar por los clásicos estereotipos, siempre explotados por los medios de comunicación en inglés de Estados Unidos.
Siendo francos y sinceros todos sabemos que la mayoría de norteamericanos tienen por lo general una impresión totalmente errónea y equivocada de nuestras sociedades y países, basada en lo poco que llegan a conocer por medios de comunicación que en vez de informar distorsionan los logros y avances de sociedades que en muchos casos son consideradas como atrasadas por los más ignorantes. Con Al Sur de la Frontera esa dinámica es totalmente diferente. Oliver Stone transporta a su audiencia a través de entrevistas exclusivas con los presidentes de Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Brasil, Cuba y Argentina– países gobernados actualmente por líderes y movimientos populistas que buscan favorecer más al pobre que al rico, y darles representación a grupos mayoritariamente no blancos.
Al Sur de la Frontera empieza descubriendo el descuido y la falta de conocimiento que caracterizan el debate sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, y los problemas a los que los grandes medios norteamericanos atribuyen regularmente. Tal vez el ejemplo más conmovedor fue después de que la película se estrenó. El periódico Washington Post publicó una foto proporcionada por los productores de la película en la que identifica a Sacha Llorenti, el ministro de gobierno de Bolivia, como Evo Morales, el Presidente del país. Llorenti no es conocido en Estados Unidos, pero aparece en la película traduciendo a Morales al inglés. Es fácil asumir que el que escribió el artículo y seleccionó la foto asumió que el hombre blanco que habla inglés debía ser el Pesidente.
Y aunque por el lado técnico el documental deja un poco qué desear, especialmente cuando fue hecho por un conocido director de ficción, vale la pena pagar $9.75 que cuesta la entrada y ser visto, particularmente si se considera su valor informativo y el acceso que le dieron estos Presidentes al director Oliver Stone.
Al Sur de la Frontera también ofrece a su audiencia varias evidencias concretas sobre la participación del gobierno estadounidense en el fallido golpe de estado venezolano de 2002. Específicamente, la cinta presenta cinco piezas de evidencia de la implicación de Washington en el golpe de estado contra Chávez, un golpe militar que derrocó temporalmente al Presidente electo de Venezuela. Entre las evidencias se incluyen artículos tales como un documento del Departamento de Estado norteamericano que reconoce que la organización National Endowment for Democracy del Departamento de Defensa, y otros programas de ayuda de Estados Unidos, ofrecieron capacitación, fortalecimiento institucional y otras formas de apoyo a individuos y organizaciones que participaron activamente en la breve expulsión del gobierno de Chávez. Esto, junto con otras pruebas documentales en la película -algunas de las cuales nunca expuestas en los principales medios de comunicación norteamericanos– fortalece la implicación de que Washington estuvo involucrado. Esta conclusión también es respaldada por Scott Wilson, quien fuera en ese entonces editor de la sección internacional del periódico Washington Post, y quien estuvo en Caracas durante los hechos.
Eduardo Porter, de la junta editorial del New York Times, también aparece en el filme y se refiere al apoyo de la administración Bush para el golpe: «el incidente y apoyo fue la peor decisión posible que Estados Unidos podría haber hecho. Esto solidifico la enemistad con la administraci