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Por VIVIAN SEQUERA y EVA VERGARA

MINA SAN JOSE, Chile (AP) — La ansiedad y el nerviosismo cunden en el Campamento Esperanza, donde centenares de familiares y más de 2.000 periodistas de todo el mundo esperan el inicio, el martes por la noche, del rescate de los 33 mineros atrapados hace más de dos meses en un profundo socavón.

En el cerro, sobre la mina San José, 850 kilómetros al norte de Santiago, se ultiman los detalles del aparataje que sostendrá la cápsula que descenderá 622 metros para sacar, uno a uno, a los hombres que casi milagrosamente han sobrevivido a tanta profundidad por 69 días, sin mayores problemas de salud.

La información oficial señaló en la víspera que los mineros serían izados a partir de la medianoche, pero versiones que cunden entre los parientes en el campamento señalan que la Operación San Lorenzo, como se ha bautizado al rescate, se podría adelantar unas cuatro horas.

Se espera para la tarde la llegada del presidente Sebastián Piñera para asistir al rescate. También debe concurrir en algún momento el mandatario boliviano Evo Morales, para recibir a Carlos Mamani, unico boliviano entre los 33.

Ya se ultiman los detalles para montar la polea alemana, con un cable que evita giros, y que sostendrá la cápsula Fénix preparada para sacar a la superficie a los mineros para su virtual renacimiento desde las entrañas de la mina, en lo que algunos han llamado un verdadero parto que se prolongará por un día y medio.

Son tres las jaulas preparadas para el rescate, una para izarlos y las otras de respaldo ante cualquier eventualidad. Se llaman Fénix en alusión al ave mitológica que renació de las cenizas. Pesa alrededor de cuatro toneladas y tiene 54 centímetros de diámetro.

La Fénix descenderá 622 metros, hasta un taller cercano al refugio y sala de comidas donde han permanecido los trabajadores desde el pasado 5 de agosto, cuando un derrumbe a unos tres kilómetros de la entrada atrapó a los 33. El refugio está a 700 metros de profundidad y los mineros llegan a él caminando por una galería.

Las labores de rescate se iniciaron al día siguiente del rescate, pero un nuevo derrumbe terminó con la posibilidad de sacar a los mineros por los ductos de ventilación.

La lista con el orden en que deben salir está elaborada, pero no se conocen los nombres por variaciones que podrían producirse a último momento.

Los mineros ya están sometidos a una dieta especial que consiste en una sobre hidratación, para evitar que durante la subida puedan vomitar.

Primero descenderán dos rescatistas, uno minero y otro enfermero, que decidirán entre los 4 ó 5 más hábiles, quién será el primero en ser rescatado para que informe a la superficie durante el ascenso de cualquier detalle o problema que podría producirse, para que el equipo de rescatistas lo subsane y evitar dificultades a los que vendrán detrás.

Luego serán liberados de su tumba de roca viva los más débiles, incluidos los enfermos crónicos. Este grupo está formado por 10 mineros que presentan diabetes, hipertensión, problemas respiratorios de vieja data, infecciones dentales y a la piel. Los últimos serán los más fuertes, capaces de soportar la ansiedad de esperar quizás más de un día y medio.

Los mineros subirán con un cinturón especial en su cuerpo que marcará sus signos vitales, que ellos mismos transmitirán verbalmente a la superficie y dispondrán de oxígeno. La jaula tiene instalada una cámara de televisión frente a la cara de su ocupante.

Poco antes de llegar a la superficie los mineros deberán ponerse unos anteojos para protegerse los ojos, ya que llevan dos meses con luz artificial.

Los mineros serán revisados exhaustivamente y estabilizados en un área

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