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Tengo un hijo beisbolista. Es decir, es un apasionado del béisbol y un jugador excelente. La semana pasada fue seleccionado para el campeonato de All Stars de la región en donde vivimos.

El asunto me llena de orgullo. Reconozco que mis conocimientos sobre el béisbol son limitados. Me eduqué en un espacio, en la cultura mexicana, donde el único deporte digno de atención era el fútbol. De joven jugué en un equipo semi-profesional. Mi pasión no se limitaba a mi participación. Era un fanático del club América. Cada que había un partido contra el Cruz Azul o las Chivas del Guadalajara, dejaba todo a un lado y miraba el enfrentamiento con devoción religiosa.

No fue sino hasta que emigré a los Estados Unidos cuando empecé a acercarme al béisbol. Un par de amigos me llevaron a Yankee Stadium. Lo que presencié me pareció aburridísimo. Mi verdadera iniciación se llevó a cabo cuando mis dos hijos, Joshua e Isaiah, me obligaron a comprarme un guante, un bate y a lanzar la pelota. Tenía yo casi 40 años. La vergà 1/4enza que sentí entonces al no saber lo que es una curva no ha desaparecido del todo. Todavía me cuesta atrapar una pelota demasiado veloz que me lanza Isaiah.

Ambos hijos míos son también fanáticos del fútbol, lo que me permite contarles sobre mi infancia. Y, simétricamente, ellos me han enseñado a amar el béisbol. Toma y daca.

Isaiah no aspira a llegar a las grandes ligas. Dice que cuando sea grande quiere ser doctor. Por ahora, lo importante es divertirse. Su hermano, mi esposa y yo asistimos a sus partidos como si fueran en Fenway Park: cada jugada es una tortura. Horas después, agotado, antes de irse a dormir, él me cuenta sus experiencias. «Pa, no sabes la presión que se siente al batear. Todo el mundo tenía puesta la mirada en mí. Y el equipo dependía de mi concentración… Lo que me gusta del béisbol es que es que cada jugador tiene que probar su talento ante el público. A ti te hubiera encantado jugarlo de niño. Y si te va mal en una ocasión, siempre tendrás otra más».

Sí, un deporte de individualidades.

Ilan Stavans es ensayista y profesor; entre sus libros se encuentra «La Condición Hispánica». Imparte la cátedra Lewis-Sebring en Amherst College. Su e-mail es ilan@elplaneta.com.

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