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Por Alicia Vivas

Dice el cantautor panameño Rubén Blades que la patria de uno «son tantas cosas bellas, lo que lleva en el alma todo aquel cuando se aleja». Pero en el alma de Leo Espinosa se lleva una patria distinta a la que dejó hace 18 años. Migró, como la mayoría, buscando mejores oportunidades que las que le brindaba la suya, y ahora se ha encontrado no con un país de las maravillas, sino más bien con un Limbo. «No es un espacio cómodo», dice. «Da la sensación de estar flotando, viene con muchas preguntas». Pero definitivamente, le ha ayudado a encontrarse consigo mismo.

Eso es lo que inspira el último proyecto de Leo Espinosa, artista plástico y diseñador gráfico de profesión que el próximo 12 de septiembre inaugurará en el New England Gallery of Latin American Art, en East Boston, su primera exposición en solitario llamada «Limbo». En ella muestra el proceso del inmigrante que «siempre está en un plan de aprender, de fit in, y se olvida de dónde viene, de dónde es». Limbo surgió luego de un viaje que hizo a Colombia, su lugar de nacimiento, después de cinco años sin ir a visitarla. «Cuando fui me di cuenta de que no era mío, y yo pensaba que la conocía perfectamente… También tuve la oportunidad de ir a mi universidad, y el feedback fue increíble. La energía, el apoyo. Ahí me entraron mil dudas de por qué estaba acá. Me afectó muchísimo. Y todos los sentimientos que he venido teniendo se enfocaban en lo mismo. Había ya sentido en hacer algo con todo eso, una exposición o un libro».

Fue entonces cuando Raúl González, profesor de la escuela del Museum of Fine Arts, lo conecta con Franz Israel, dueño de la galería y quien ha sido bastante flexible aceptando nuevas ideas, según Espinosa: «algo distinto a los tucanes, tulipanes, a las gordas de Botero». Afirma que es un buen momento para el arte, «los diseñadores ahora podemos hacer lo que queramos y meternos en las galerías». De esta manera, aprovecha para dar a conocer aires frescos que muestren otra imagen de lo que es capaz de hacer un latinoamericano.

«He tenido mucha suerte, desde que llegué la primera vez a Nueva York, he hecho lo que siempre me ha gustado y me he podido ganar la vida con ello». Comenta que muchos de los inmigrantes no son así de afortunados, encontrándose en situaciones muy difíciles. Sin embargo, el haber podido hacer una familia le ha dado la fuerza para quedarse. Pareciera que allí está su verdadera patria.

Para Espinosa, ha sido reconfortante no sólo encontrarse consigo mismo durante el proceso creativo del proyecto, sino el poder trabajar nuevamente con un grupo de personas, sin las cuales no habría podido hacer realidad la exposición. Asevera que lo más grandioso de Limbo ha sido precisamente eso, «el haber podido trabajar con otros latinos, ese calor humano, el contacto con ellos». Espinosa no sólo ha diseñado para marcas mundiales como Coca Cola y Swatch (para la que diseñó dos relojes), sino que también ilustró el último trabajo discográfico de Carlos Vives.

Durante su estadía en Nueva York en la década de los noventa, sus creaciones como ilustrador aparecieron en publicaciones como el New York Times y Wired. El artista señala haber sido influenciado por el arte japonés, los cómics y su narrativa. En cuanto a los colores que utiliza, dice ser su marca personal. «Tampoco es que premedito lo que voy a usar. Sólo voy utilizando lo que tengo. Pero siempre pendiente de las combinaciones, que sea vibrante». Tiene ilusión de continuar exponiendo en galerías por todo el mundo, quizá poner una escultura en Copley Square. Pero por los momentos, se encuentra muy contento de inaugurar Limbo, exposición que estará abierta hasta el 11 de noviembre.

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