Virginia Gómez
«Â¡El juego ha terminado y nosotros lo hemos ganado!». Es el grito esperanzador de los 450 empleados de los servicios de comida y bebida del Boston Convention Center y el Hynes Convention Center, que comenzaron una huelga de tres días el pasado sábado para exigir a la empresa que les contrata, Aramark Corporation, la dignificación urgente de los convenios.
La protesta, que concluyó con una concentración masiva a las puertas del Boston Convention Center el lunes por la tarde, fue secundada por el 90% de la plantilla, compuesta por más de 400 latinos de origen salvadoreño, mexicano y dominicano, principalmente.
La sensación, después de tantas horas en pie de guerra, es optimista para los afectados, que a pesar de todo han anunciado un boicot estatal si finalmente no ven mejorada su situación laboral.
La organización sindical Unite Here Local 26 lleva 10 meses negociando un nuevo convenio en el que se incluya un aumento de la retribución, seguro médico, contratos a tiempo completo, fondo de retiro y paga por beneficios. Durante el último año, Aramark facturó $12 billones, según el sindicato.
El coordinador de la unión, José Gutiérrez, asegura que los salarios están congelados desde hace años y que la compañía solamente ha accedido a incrementar en 10 centavos la hora trabajada.
«Esto es una burla, deberían pagarnos entre $1 y $2 más, de acuerdo al tiempo que llevamos trabajando; aquí hay gente que lleva muchos años con el mismo sueldo», expresó.
Los empleados de Aramark ganan entre $2.80 y $14.80 la hora. Ahora bien, la menor actividad en el Boston Convention Center les garantiza menos horas de trabajo, lo cual pone en desventaja a los trabajadores de este pabellón, obligados a firmar un contrato similar al de quienes prestan sus servicios en el edificio de Hynes.
«Queremos contratos diferentes», reclamó Gutiérrez, quien reconoció que la compañía da mejor trato a los operarios del otro edificio e incluso a aquellos que entran a trabajar por primera vez.
MALAS CONDICIONES LABORALES
El trato y la tolerancia hacia los empleados en el pabellón principal es un considerable agravante de la situación.
La salvadoreña Dermy Cardavercle, de 24 años, asegura que les obligan a trabajar hasta 10 horas de más los días de gran actividad en el centro, que les prohíben hablar entre ellos o tomar un descanso y que la empresa reutiliza la comida sobrante de las convenciones para ofrecérsela a los empleados una semana después. Su caso es sólo un ejemplo entre los cientos de afectados. Ella trabaja en el Boston Convention Center desde su apertura hace cuatro años y desde entonces gana un promedio de $200 al mes.
«Con eso tengo que pagar casa, comida y hacerme cargo de mi hijo», añade.
José Gutiérrez también es víctima de los dedos intimidatorios de Aramark.
«A mí no sólo me amonestaron por informar sobre Unite Here Local 26, sino que además me acusaron de acoso sexual simplemente por tocar a una compañera», protesta.