Con su apariencia dominante pero sin llegar a intimidar, una postura impecable y talento nato para articular frases dignas de un filósofo, parece imposible creer que hace casi 20 años César Millán era un muchacho larguirucho que intentó cruzar la frontera México-Estados Unidos en Tijuana tres veces antes de conseguirlo la cuarta para llegar a Los Ángeles. Sin hablar ni una palabra de inglés, César tenía una cosa clara: convertirse en el mejor entrenador de perros del mundo.
«Yo tenía ese deseo de ser grande en el mundo de los perros», explica César, de 40 años de edad, en entrevista telefónica con El Planeta. «Tenía 13 años y mi mamá y yo íbamos a un campeonato de judo en Mazatlán, (México) cuando enfrente de un monumento que tiene animales, yo me volteó y le digo a mi mamá, ‘mamá, ¿tú crees que yo puedo ser el mejor entrenador del mundo? Y mi mamá, que me secundaba todo, dice, ‘claro mi amor, ¡usted puede hacer lo que se le de su gana!»
Y eso precisamente fue lo que hizo – y más. En el transcurso de estos 17 años, el mexicano nacido en Culiacán, Sinaloa, ha logrado establecer un imperio de $90 millones basado en la marca que lleva su nombre (Cesar Millan Inc.) y que – además de su propio programa televisivo, «The Dog Whisperer», transmitido por el canal de cable National Geographic – incluye numerosos DVDs de entrenamiento, cuatro libros, productos caninos y hasta una revista mensual lanzada el mes pasado, Cesar’s Way. César también acaba de construir una versión mejorada y ampliada (a 43 hectáreas) de su Centro de Psicología Canina en Los Ángeles, además de que viaja por Estados Unidos y el mundo visitando clientes e im partiendo seminarios abiertos a todo público, el cual trae por primera vez a Boston el domingo 13 de diciembre al Agganis Arena.
«El seminario dura tres horas y ahí comparto mi filosofía, la que yo aprendí en México con mi abuelo y mi papá», dice César. «La primera fase es entender lo que es la psicología de los perros, lo explico con gráficas. Por ejemplo, la energía, o cuando la gente dice, ‘es que mi perro es muy miedoso’, en realidad lo único es que el perro está un poco nervioso. O dicen, ‘mi perro es muy agresivo», cuando lo que tienen es un perro dominante o territorial. Cuando la gente ve dientes, inmediatamente dicen que el perro es agresivo. O si está ladrando, ya es agresivo. Si el perro se le fue a otro perro y nomás lo empujó y se oyó mucho ladrido, el perro ya es agresivo. Y la verdad es que no es cierto. La mayoría de los perros en EE.UU. no son agresivos. La gente los hace agresivos porque se ponen muy tensos y si el perro está caminando con correa la gente la jala hacia atrás y ahí el estado mental del perro escala. Es como tratar de parar un borracho y escala la situación».
César centra su filosofía en un principio que comprende tres acciones básicas: ejercitar al perro, disciplinarlo y darle afecto – en ese orden. Tal es su fórmula para rehabilitar cualquier perro.
Pero más allá de ese principio, una gran parte del éxito de César como entrenador, o «dog whisperer», llegó cuando se dio cuenta de que aquí en Estados Unidos el perro es tratado como otro humano y capitalizó esa visión para entrenar a los perros: «entrenar» a los humanos mientras que se «rehabilita» al perro.
«Aquí el perro es protegido por el humano, entonces necesita o exige los mismos derechos. Y para una persona cuyo negocio gira alrededor de los perros pues es perfecto. De donde yo vengo, del rancho en Sinaloa, yo nunca vi que un perro tuviera problemas con nada. El que tenía problema era porque tenía hambre el pobre perro», dice riéndose.
PERSIGUIENDO SU