Miriam Wasser y Benjamin Storrow
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Un capitán pescador conduce su barco arrastrero a través de la oscuridad antes del amanecer, más allá de los contornos de los yates a motor de varios pisos de altura, las elegantes embarcaciones de recreo y un barco patrullero de la Guardia Costera de EEUU. Cuando era niño, la gente le decía que se hiciera pescador. Cuanto más trabajes, más dinero ganarás, decían.
Ya no está tan seguro.
Los dos motores diesel gruñen y el arrastrero navega más allá de la salida del puerto hacia el Long Island Sound. El océano está en calma. El sol de verano sale en medio de un cielo despejado. Un gran carrete gime y una red de 250 pies se va desplegando a medida que se hunde en el agua. David Aripotch tiene 65 años, es un hombre curtido con cabello gris, apenas lo suficientemente alto como para ver por encima del timón. Ha estado pescando durante casi medio siglo, pero todavía se emociona cada vez que levanta la red del océano.

Mientras el “Caitlin & Mairead” sale del lago Montauk hacia Gardners Bay, Dave Aripotch toma notas del viaje en un libro de registro. (Jesse Costa / WBUR).
Son todas las otras cosas las que lo carcomen. Las cuotas de pesca federales que a veces lo llevan a navegar tan al sur que llega a Carolina del Norte para pescar peces que pudiera encontrar en Long Island. Los alucinantes gastos de operar un barco de pesca: $5.000 al mes para el seguro, $30.000 para una red nueva, $60.000 para un trabajo de pintura.
Lo peor de todo son los parques eólicos.
“Hay tantas cosas en contra de uno como pescador comercial en los Estados Unidos”, dice. «Y ahora estos parques eólicos, es casi como si fuera el último clavo en el ataúd».
‘Todo es cierto dependiendo del punto de vista’
La energía eólica marina es un componente esencial de la estrategia climática del presidente Biden, pero ha encontrado una feroz resistencia por parte de pescadores como Aripotch. Temen que la instalación de miles de masivas turbinas en el océano pueda desplazarlos de sus caladeros y hundir su industria.
El conflicto es una vívida ilustración de los daños colaterales involucrados en enfrentar el cambio climático.
Biden y otros partidarios dicen que la energía eólica marina puede generar un aumento de electricidad limpia y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero a muchos capitanes de pesca les preocupa que las turbinas puedan alterar el océano de formas inesperadas e irreparables. El mes pasado, un grupo de pesca comercial presentó una demanda impugnando el permiso federal otorgado a Vineyard Wind I, el primer desarrollo planificado de energía eólica del país.
Se están haciendo esfuerzos para abordar esas preocupaciones. En Nueva York, una empresa de energía eólica se sentó con los pescadores locales para discutir la ubicación de las turbinas. Los desarrolladores que trabajan en Nueva Inglaterra espaciarán sus turbinas a una milla náutica para facilitar la navegación. De hecho, los reguladores federales seleccionaron muchas áreas de desarrollo eólico específicamente porque eran menos populares entre los pescadores.

Claudine Hellmuth / E & E News (gráficos); Marta Ribera / The Nature Conservancy (mapa base); Portales de datos oceánicos regionales del Atlántico medio y noreste (datos).
Pero los pescadores dicen que esas medidas se quedan cortas. Los reguladores estadounidenses planean permitir la pesca dentro de los desarrollos eólicos, pero a muchos capitanes les preocupa que sea sólo cuestión de tiempo antes de que un barco colisione contra una turbina y naufrague, para que les sea prohibida la entrada a las áreas de turbinas eólicas. También sostienen que el gobierno ha subestimado el valor de los caladeros y ha seguido adelante con nuevos proyectos eólicos.
La verdad pudiera estar en algún punto intermedio.
“Muchos pescadores no se verán afectados, pero los pescadores que sí se verán afectados pudieran verse gravemente afectados”, dice Chris McGuire, director del programa marino del capítulo de Nature Conservancy en Massachusetts. “Ésa es una de las partes difíciles de esto. Escuchas opiniones enfrentadas. Y creo que ésta es una de esas situaciones en las que todo es cierto dependiendo del punto de vista».
¿Pueden la energía eólica y la pesca coexistir?
Montauk se encuentra en el extremo más oriental de Long Island. Ha sido durante mucho tiempo un destino de verano popular para los neoyorquinos adinerados, pero durante décadas también ha tenido una pequeña comunidad de pescadores que se ganan la vida en medio de las costosas casas de vacaciones.
Aripotch llegó a la ciudad en décimo grado y comenzó a trabajar en un barco que pescaba con red de enmalle. Para ese momento, se estaba escapando de la escuela para ir a pescar. Sus padres, como recordó, no opusieron demasiada resistencia. Le encantaba el agua y pensaron que estaba mejor pescando que en la cárcel.
Un pescador podía ganarse la vida bien en esos días. Aripotch compró su primer bote mientras aún estaba en la escuela secundaria: un esquife de 20 pies de fondo plano para pescar almejas y vieiras. Ganó suficiente dinero para ir mejorando de embarcación y finalmente se decidió por un arrastrero de 64 pies en 2006. Lo llamó “Caitlin & Mairead”, en honor a sus dos hijas más jóvenes.

Joey Hodnik guía una de las líneas de la red de pesca del “Caitlin & Mairead” mientras es lanzada al agua. (Jesse Costa / WBUR).
Aripotch pesca principalmente en una franja de océano que se extiende desde Nantucket hasta Nueva Jersey. Ahora, el área está siendo otorgada en concesiones para el desarrollo de energía eólica. Los desarrolladores tienen nueve contratos de concesión al sur de Martha’s Vineyard y Nantucket en un área del tamaño de Rhode Island.
“Están hablando de poner la mayor parte de esa basura en este área. Aún con toda la franja de mar en la que pesco ahora se me hace difícil poder subsistir”, dice Aripotch.
Los reguladores federales se decidieron por este tramo de agua como una medida conciliadora. Los vientos allí son fuertes y las turbinas no se pueden ver desde Cape Cod y las islas. Esperaban evitar el tipo de conflictos que condenaron a Cape Wind.
También es un área que atrae a menos pescadores que otras aguas costeras. Los datos federales muestran que $8,6 millones en calamar de aleta larga fueron pescados entre 2010 y 2019 en las áreas de las nueve concesiones al sur de Nueva Inglaterra, lo que la convierte en la principal especie capturada en el área. Eso representa un pequeño porcentaje del total de la pesca comercial. Menos del 3% de la captura total de calamar de aleta larga de EEUU durante ese período provino de las áreas designadas para la energía eólica frente a las costas de Nueva Inglaterra.
Pero los pescadores dicen que el conteo del gobierno subestima enormemente su captura y que sus argumentos no valoran la importancia del área para capitanes como Aripotch. Esos peces le han ayudado a ganar suficiente dinero para comprar numerosos barcos, enviar a sus hijas a la universidad y construir una casa en Montauk.
Sus vecinos bromean diciendo que es la casa que construyó el calamar.
Los reguladores federales dicen que han escuchado a los pescadores durante todo el proceso de obtención de permisos para Vineyard Wind I. En las áreas de concesión frente a Nueva York, por ejemplo, se incluirán canales de navegación a través de las áreas designadas para las turbinas eólicas y las futuras concesiones requerirán que los desarrolladores trabajen con los pescadores al diseñar sus proyectos.
“Realmente queremos que coexistan la pesca comercial y el desarrollo de la energía eólica, porque creemos que pueden y que ambos sectores pueden prosperar”, dice Amanda Lefton, quien dirige la Oficina de Administración de Energía Oceánica, la agencia federal encargada de otorgar los permisos a los proyectos.
Transmitir este sentimiento a Aripotch produce en él un profano arrebato.
En la timonera del “Caitlin & Mairead”, donde una calcomanía que dice «Presidente Trump: ¡Haga que la pesca comercial vuelva a ser grandiosa!» adorna una escalera, Aripotch dice que los reguladores federales y los desarrolladores eólicos apenas han ofrecido gestos simbólicos.
Su esposa, Bonnie Brady, interviene. A sus ojos, el gobierno federal ya ha decidido «industrializar el océano» – al diablo con los pescadores.
Brady lidera la Asociación de Pesca Comercial de Long Island y ha sido una de las críticas más expresivas contra la energía eólica marina. Aripotch, quien cariñosamente se refiere a ella como «Bon Quijote», agrega que la prisa por construir parques eólicos es especialmente irritante porque viene después de décadas de esfuerzos de conservación para permitir el aumento de las poblaciones de peces.

Se opuso a las cuotas federales de pesca, pero de todos modos gastó dinero en nuevas redes para preservar las especies en declive. Y aunque admite que los esfuerzos de conservación han ayudado a que ciertas pesquerías se recuperen, siente que el gobierno les está pagando quitándoles sus caladeros.
En cuanto a la pesca en los parques eólicos, es pesimista. La punta de la red de Aripotch a veces se arrastra hasta 1.500 pies detrás de su bote. Este verano, se enganchó con un dispositivo de monitoreo utilizado por un desarrollador eólico para estudiar la pesquería local, rasgando una nueva red de calamar en el proceso. Él piensa que maniobrar alrededor de una turbina eólica es una receta para el desastre, especialmente en el medio de una fuerte marea y vientos.
“Decir que podemos pescar en los parques eólicos es una falacia”, dice. «No va a suceder.»
Aguas más cálidas, peces diferentes.
No todos los pescadores se oponen a la energía eólica marina. Para capitanes de pesca recreativa como Paul Eidman, las turbinas en el agua son una bendición para su negocio.
Encontrar peces no es tan fácil como solía ser para Eidman. A medida que el océano se calienta, los peces están cada vez más ausentes de sus lugares favoritos. Hoy, tiene que navegar muchas millas en su bote, Reel Therapy, para guiar a los pescadores recreativos en busca de lubina rayada, pez azul y atún blanco a lo largo de la costa de Nueva Jersey.
Eidman cree que las turbinas podrían ser un imán para los peces; eso es lo que parece haber sucedido en el parque eólico de Block Island, frente a Rhode Island. Las secciones submarinas de esas cinco turbinas han sido pobladas por percebes, mejillones y otras especies marinas, que ofrecen alimento para los peces. El área se ha vuelto popular entre los pescadores recreativos, y Eidman está ansioso por tener turbinas en Nueva York.

Un barco de pesca pasa por el parque eólico GE-Alstom Block Island. (Foto de Scott Eisen / Getty Images).

Las turbinas del parque eólico de Block Island frente a la costa de Rhode Island. (Jesse Costa / WBUR).
Hay otra razón por la que apoya la energía eólica marina. Para que la pesca tenga éxito a largo plazo, cree que el mundo necesita enfrentar el cambio climático y eso significa apoyar las energías renovables. Pero ese punto de vista ha convertido a Eidman en un paria entre los pescadores comerciales: ha perdido amigos que le han llamado «traidor» en su cara.
“Todos los pescadores, lo admitan o no, ya sean recreativos o comerciales, ven el cambio climático y los efectos del cambio climático en el agua todos los días”, dice Eidman.
La ciencia confirma ese sentimiento. Un estudio de 2015 encontró que el Golfo de Maine, al norte de los desarrollos eólicos propuestos hoy, se estaba calentando más rápido que el 99% del océano global, lo que llevó a una mayor mortalidad entre el bacalao de la región. Las langostas se están volviendo raras en el sur de Nueva Inglaterra, mientras que el cangrejo Jonás y la lubina negra, especies que tradicionalmente se encuentran más al sur, son más comunes.
«El calentamiento es realmente pronunciado», dice Glen Gawarkiewicz, oceanógrafo de la Institución Oceanográfica Woods Hole. «Después del Ártico, ésta podría ser la segunda región oceánica del mundo que más rápidamente se está calentando».
Joe Southall, quien trabaja para Mayflower Wind como enlace para los pescadores, dice que los desarrolladores se toman en serio las preocupaciones de los pescadores. Su compañía está planeando un proyecto eólico a 37 kilómetros al sur de Nantucket, y recibe correos electrónicos y llamadas telefónicas de pescadores a todas horas.
Southall cree que gran parte de la oposición se debe a la incertidumbre en torno a la energía eólica marina. Intenta proporcionar detalles para ayudar a los pescadores a comprender el proyecto e incorporar sus comentarios cuando sea posible.
“Hemos pensado en todos los elementos de nuestro proyecto, desde el diseño hasta el área de concesión, cómo se van a construir las cosas y el tipo de cable que se utilizará, teniendo en cuenta la industria pesquera y sus preocupaciones”, dice.
«Ya hay trabajos aquí».
Si Montauk representa una pequeña comunidad pesquera, New Bedford está en el otro extremo del espectro. La ciudad portuaria es la capital de la vieira en Estados Unidos y, en 2019, sus pescadores capturaron una cantidad de pescado equivalente a $450 millones, lo que la convierte en el principal puerto pesquero del país.
Unas 6.800 personas en New Bedford trabajan en los barcos pesqueros de la ciudad, o con procesadores de alimentos, vendedores de mariscos, proveedores de combustible y constructores de embarcaciones.
Cassie Canastra es una de ellas.

Cassie Canastra, directora de operaciones de Buyers and Sellers Exchange Seafood Auction House, observa cómo el pescador de vieiras de New Bedford, Tony Alvernaz, señala lo congestionado que puede volverse el tráfico de embarcaciones de pesca en el Océano Atlántico. (Jesse Costa / WBUR).
Canastra, de 31 años de edad, trabaja en la subasta de vieiras de New Bedford. A mediados de julio, se la puede encontrar en un escritorio dentro de un almacén con demasiado aire acondicionado. Tres hombres se sientan frente a ella, mirando en silencio los números en un televisor de pantalla plana. Los números representan ofertas por su pesca.
Cuando un capitán ve aparecer una buena oferta en la pantalla, muestra un pulgar hacia arriba a Canastra, quien transmite la información a un compañero de trabajo a través de unos pequeños auriculares.

Cajas de vieiras listas para su envío a los compradores en el almacén de la Casa de Subastas de Mariscos para Compradores y Vendedores en New Bedford. (Jesse Costa / WBUR).
El padre y el tío de Canastra iniciaron la casa de subasta, pero ella teme por su futuro.
Muchos de los pescadores aquí están preocupados de que los proyectos eólicos ocupen las principales áreas de pesca de vieiras al sur de Nueva York. Los pescadores capturaron $18,7 millones en vieiras en un área programada para el desarrollo eólico cerca de Long Island entre 2010 y 2019. Eso es más que todos los calamares capturados en las áreas de concesión frente a Nueva Inglaterra, pero aún representa menos del 1% de la pesca de vieiras de EEUU.

Claudine Hellmuth / E & E News (gráficos); Marta Ribera / The Nature Conservancy (mapa base); Portales de datos oceánicos regionales del Atlántico Medio y Noreste (datos).
Las vieiras están sujetas a estrictas regulaciones federales basadas en años de planificación, dice Canastra. La energía eólica, agrega, pone en peligro todos los esfuerzos que se hicieron por proteger las vieiras.
“Es aterrador para mí porque sería devastador ver como desaparece todo un recurso”, dice Canastra. «Quieren crear más puestos de trabajo con la energía eólica marina, pero ya hay puestos de trabajo aquí».
¿Adiós, pescadores?
Los expertos dicen que la industria de la vieira de New Bedford está relativamente bien posicionada para navegar los cambios que plantea la energía eólica marina. Muchos de los barcos en New Bedford son propiedad de corporaciones que pueden navegar hasta George’s Bank, un fértil caladero donde no se han propuesto desarrollos eólicos.
Invertir en nuevas tecnologías de pesca o hacer un largo viaje al George’s Bank es más difícil para un barco pesquero familiar como el de Aripotch.
En el “Caitlin & Mairead”, los marineros se preparan para recoger la pesca. Los motores del barco se esfuerzan por levantar la red del océano. Una masa plateada y aleteante de calamares, porgies, platijas, lachas y peces mantequilla se eleva por encima del bote y es arrojada sobre la cubierta.

Hodnik recoge un calamar de una cinta transportadora mientras los pescadores separan los calamares de mayor tamaño de los más pequeños. (Jesse Costa / WBUR).

McGroarty coloca hielo en una caja llena de calamares mientras Rocco Raspa se prepara para cerrarla y apilarla junto a las otras cajas en la bodega refrigerada del barco. (Jesse Costa / WBUR).
Un marinero con una pala comienza a colocar pescado sobre una cinta transportadora mientras otro clasifica los calamares y los coloca en cestas. Los calamares se bajan a la bodega, se almacenan en cajas de cartón y se cubren con hielo. Los otros peces, la mayoría de ellos ahora muertos, se tiran por la borda con una manguera.
Aripotch observa desde la timonera. Señala a uno de los marineros de abajo, que ha ayudado en el barco desde que era un adolescente. Sería un excelente capitán de pesca, dice Aripotch. Pero el joven recientemente aceptó un trabajo en un yate privado.
“¿Por qué un joven invertiría un millón de dólares para comprar un barco pesquero, si él sabe que va a estar luchando por el acceso al océano, luchando por los derechos de pesca, luchando contra el aumento de los precios del combustible?”, pregunta Aripotch. «En 20 años, no quedará nadie, prácticamente ningún propietario-operador».
Su generación, predice, será la última de los pescadores de Montauk.
