OPINIÓN. ¿Pero qué ha hecho con respecto a la crisis migratoria de la frontera sur? No mucho. | Foto: Efe.
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Ana Julia Jatar, miembro de la Junta Editorial y directiva de El Tiempo Latino.

El jueves 29 de abril Joe Biden cumplió sus primeros 100 días en la Casa Blanca.  Al juramentarse hace más de tres meses asumió con decisión la trilogía de retos que marcaron su campaña: enfrentar con objetividad científica la pandemia, superar la crisis económica y unificar un país resquebrajado por divisiones raciales y políticas.  Si bien ha logrado mucho en estos tres frentes, en la frontera, el problema migratorio se ha agudizado. Esto, en gran medida por el impacto negativo de la Pandemia en los países del Triángulo Norte, El Salvador, Honduras y Guatemala. 

Con respecto al COVID-19, Biden dio a conocer formalmente un paquete de ayuda de $1,9 billones que llamó «Plan de rescate». Este plan, convertido en ley el 11 de marzo, incluye pagos directos a desempleados y familias de bajos ingresos, también a fondos para que los colegios reabran lo antes posible, fondos dirigidos a pequeñas empresas golpeadas por la pandemia y muchos recursos para desarrollar una efectiva estrategia federal de vacunación. Hay que reconocer que el éxito en términos de vacunación masiva ha sido rotundo. También ha logrado montar un ambicioso plan de infraestructuras por casi $2 billones para para combatir el desempleo generado por la pandemia. Para financiar en parte estos planes, ha propuesto una reforma fiscal, que incluye obligar a las multinacionales a pagar los impuestos fiscales que hasta la fecha habían logrado esquivar. 

En el marco internacional, el giro en estos 100 días ha sido radical. Ha anunciado el retorno de los Estados Unidos a los acuerdos que van desde lo militar en la OTAN a lo climático en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Con referencia a Rusia, además de llamar a Putin “asesino” por los envenenamientos que han sufrido miembros de la disidencia, anunció sanciones duras contra el Kremlin.  En contraste con el silencio cómplice de Trump, denunció la participación del príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Esta semana, en otro giro muy anhelado de política exterior, calificó por primera vez como “genocidio” la matanza de armenios por parte del imperio otomano, una declaración que genera tensión con Turquía. En materia de desigualdad racial, Biden ha firmado cuatro órdenes ejecutivas. Una de ellas obliga al Departamento de Vivienda y Desarrollo a tomar medidas para “reparar las políticas federales racialmente discriminatorias que han contribuido a la desigualdad de la riqueza”. 

¿Pero qué ha hecho con respecto a la crisis migratoria de la frontera sur? No mucho. Más allá de detener la construcción del muro fronterizo, su foco ha sido en el llamado Triángulo Norte para frenar la ola migratoria que se ha recrudecido precisamente por la incapacidad de esos gobiernos contra la Pandemia. En este sentido, Biden ha decidido asignarle a la vicepresidenta Kamala Harris la tarea de dirigir los esfuerzos para detener el flujo de migrantes de esos países.  Desafortunadamente, la funcionaria no ha dado muestras de tener un plan concreto para ello. Su respuesta el pasado fin de semana a los periodistas con respecto a este tema fue: “llevamos en el cargo menos de 100 días, lo estamos abordando. Estamos lidiando con eso, pero va a tomar algo de tiempo”. Definitivamente, aunque sincera, esta no es una respuesta que promete una luz al final del túnel. Es bueno recordar, que ya se han hecho propuestas que ojalá salgan en las conversaciones que la vicepresidenta tiene pautadas con los líderes de Centroamérica y México. Entre ellas se encuentran, la flexibilización de las visas H-2 para trabajos temporales. Con ellas, inmigrantes potenciales tendrían la oportunidad de emplearse unos meses en EEUU y regresar a su país sin tener que emigrar totalmente. Una medida más urgente sería la ayuda fiscal a los gobiernos para que enfrenten las consecuencias económicas y de salud de la pandemia. Otra sería la asesoría a los gobiernos en temas de seguridad criminal con el objetivo de enfrentar las consecuencias de las guerras entre las dos pandillas más peligrosas de la región, la Mara Salvatrucha (MS13) y el Barrio 18. Bandas, por cierto, creadas por deportados desde California quienes aprendieron allí la terrible tecnología de los gangs. Por todo esto, esperamos que Kamala Harris mire hacia el Sur con la inteligencia que le caracteriza y llegue a la raíz de los problemas que afligen a Centroamérica.  

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