ir al contenido

Nuestro llanto interno y la dificultad de pedir ayuda

He estado trabajando con diversas comunidades, edades y poblaciones los últimos diez años y he observado de dificultad de mirar dentro de nosotros mismos y todo el dolor estancado ahí.

De generación en generación vemos abuso, pobreza, abandono, negligencia y muchas más cosas que han sido manejadas con acciones desenfrenadas, con vicios dañinos, o con una única oración, sin ser abordadas desde nuestro lado emocional y psicológico. Foto: Freepik.

“Tengo sueños de que me ahogo”, “Siento que no puedo respirar a veces”, “No sé qué hacer, solo quiero correr.” Muchos de mis pacientes vienen a verme con estas quejas muy a menudo. Estas quejas están siempre en el ámbito de lo desconocido, lo que preocupa a mis pacientes profundamente.

He estado trabajando con diversas comunidades, edades y poblaciones los últimos diez años y he observado de dificultad de mirar dentro de nosotros mismos y todo el dolor estancado ahí. Por un buen tiempo hemos optado por otras opciones y continuamos haciéndolo porque toma mucho coraje pedir ayuda algunas veces. También, porque hemos aprendido que, muchas veces, cuando pedimos ayuda las cosas se ponen peor y en contra de nosotros en vez de mejorar; por ende tenemos miedo, incluso, de pedir ayuda.

Estando lejos de mi país me he encontrado con varias realidades, que sigen siendo muy familiares, a pesar de estar tan lejos. Y aun cuando entiendo que todos estamos heridos de alguna manera, hoy quiero enfocar mi atención en la comunidad Latinoamericana, y a los votos de silencio a los que mi gente parece estar atada. Quiero escribir sobre hablar del dolor, no para quejarnos, ni juzgarnos, sino simplemente alzar las voces de nuestras profundidad y ser capaces de sacar y sanar.

En mi propia experiencia con nuestra cultura e historia, por demasiado tiempo los latinoamericanos han preferido, o tal vez solo conocen, como manejar la tristeza con pasividad, bajando las manos, y manteniendo todo dentro. 

De generación en generación vemos abuso, pobreza, abandono, negligencia y muchas más cosas que han sido manejadas con acciones desenfrenadas, con vicios dañinos, o con una única oración, sin ser abordadas desde nuestro lado emocional y psicológico. En todo caso, hemos hecho lo mejor que hemos podido con lo que nos fue dado, y continuamos haciéndolo; sin importar que tan limitados nuestros recursos parezcan.

Lastimosamente, el bienestar emocional parece estar al final de nuestras prioridades, muchas veces no siendo parte siquiera de nuestra lista de quéhaceres. “¿Salud mental… Qué es eso? ¡Ah! El doctor para la gente loca, ¿no? Yo no estoy loca, entonces yo no necesito eso”, escuchamos esto una y otra vez y preguntamos al respecto “solo por curiosidad”; pero siempre con mucho cuidado y discreción, Dios no permita que alguien nos escuche hablando con un proveedor de salud del comportamiento o preguntando mucho sobre temas de salud mental. Seguramente estoy exagerando el abordaje un poco, pero mi propósito solemne es el de enfatizar el estigma. Espero que haciendo esto muchas personas sean capaces de dejar de lado sus prejuicios en torno a la salud mental y se atrevan a preguntar más.

¿De qué se trata la salud mental en todo caso?

Si yo lo resumiera, y simplificara cuanto me sea posible, solo diría que se trata de la incomodidad dentro de nosotros con la que muchas veces no sabemos qué hacer, o por qué estamos sintiendo esto, o por qué pensamos tanto sobre eso. Es sobre nuestros pensamientos y emociones. Es sobre nuestras preocupaciones y temores. Es sobre nuestra caja de pandora y nuestros miles de secretos y luchas internas.

Muchas veces nuestro llano interno por ayuda es tan fuerte que incluso enferma a nuestros cuerpos, empujándonos a ir al doctor, solo terminar escuchando que todo está bien con nuestra salud física y que nuestros análisis de laboratorio no muestran ninguna anomalía. ¿Entonces qué? Entonces nuestras mentes y corazones podrían estar necesitando un chequeo. Tan romantizado como esto podría sonar, podríamos realmente necesitar visitar al especialista de la mente-corazón, tan proclamado, consejero, psicólogo, trabajador social, psicoterapeuta, o psiquiatra y ver cómo está todo dentro de nosotros, nuestra salud interna.

Les aseguro que no hay nada que temer. Su consejero de salud mental de confianza caminará con usted por las carreteras oscuras de su mente o por el corredor borroso de su corazón. Claro, siempre a su propio ritmo, para encontrar juntos el mejor camino a su sanación.

Los animo a tomar el primer paso, y el que da más miedo, que es el de pedir ayuda; y darse así una oportunidad más para sentirse mejor. No por el bien de otros, sino porque usted lo vale, porque usted es merecedor de felicidad y paz; aún cuando la vida se ponga difíciles a veces, nosotros deberíamos ser capaces de disfrutar y de encontrar esperanza también.

Madelaine Bustamante-Cabrera es una terapeuta de salud mental con licencia (LMHC). Actualmente estudia una Maestría en Salud Pública y un Doctorado en Psicoanálisis, Sociedad y Cultura. Forma parte de la Junta Directiva de Postpartum Support International (PSI) Massachusetts como Representante de la Alianza.

Últimas Noticias