Miles de bicicletas usadas de Massachusetts han hecho un largo viaje por el mar. Han enfrentado el océano por días y noches, para rodar en países lejanos, en donde tener un “caballito de acero” es un privilegio y en algunos, la única oportunidad de desplazamiento.
Desde hace 40 años, Bikes Not Bombs, una organización no gubernamental con sede en Boston ha hecho posible esos viajes, dentro de su misión de promover el uso de la bicicleta como vehículo para el cambio social, la movilidad económica y la generación de oportunidades para comunidades vulnerables.
Todo empezó en 1984 cuando Carl Kurz y Michael Replogle iniciaron un proyecto de solidaridad con Nicaragua. Kurz llevaba varios años pensando qué hacer con los cientos de bicicletas que cada semana veía en las basuras de Boston, mientras que Replogle era un activista en contra de la guerra en Centroamérica.
“Estados Unidos estaba bombardeando y enviando soldados a Nicaragua, entonces, estos mecánicos de bicicletas querían hacer una protesta, enviar algo además de bombas. Querían enviar bicicletas, algo que fuera positivo, que fuera bueno para la gente. Eso se convirtió en Bikes Not Bombs, una manifestación a favor de las bicicletas, en contra de la guerra”, explicó Sam Archer, manager del taller y del centro de entrenamiento
Desde entonces 84 mil bicicletas donadas en el estado de Massachusetts se han puesto en alta mar, para beneficiar a comunidades marginadas de 15 países como Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, Panamá, la isla Nevis en el Caribe, y Kenia y Ruanda en África.
Es un viernes de noviembre y a la entrada de una bodega ubicada en Dorchester un container de 40 pies espera vacío. Adentro, café caliente y pizzas, y 449 bicicletas para niños y adultos esperan a los 30 voluntarios que se sumaron a la actividad de acomodar las bicicletas para el envío a tierras lejanas.
“Tenemos que intentar mejorar las cosas y las bicicletas son el camino. Es mi forma de resistencia”, dijo Nathan Arino, un pensionado de 73 años, quien llegó desde Newton para ayudar a llenar el contenedor.
Sara Parra, Coordinadora de Programas Globales de Bikes Not Bombs, afirmó que el objetivo va más allá de entregar bicicletas, y se busca hacer alianzas con organizaciones locales que promuevan su uso, para mejorar la calidad de vida de las comunidades receptoras, a través de un medio de transporte asequible para todos.
Bikes Not Bombs está buscando abrir un programa en la isla de Vieques en Puerto Rico. “La movilidad dentro de esta isla es muy difícil, está estructurada para carros, no hay transporte público y no hay bicicleterías” dijo Parra, quien explicó que la tienda de bicicletas más cercana está a 45 minutos en Ferry, más una hora en carro.
Por esto, han hecho en el último año, tres jornadas de arreglo de bicicletas gratis con dotación de repuestos en Vieques, y la idea a futuro es consolidar un proceso en donde una organización de la isla canalice la recepción de bicicletas donadas y consolide un proceso de movilidad económica y liderazgo a través de este medio de transporte.
Recordó la historia de un niño que llevaba varios años montando su bicicleta sin un sillín, siempre iba parado, porque nunca consiguieron los repuestos a su medida. “Los arreglos a veces son tan pequeños en comparación con lo que hacemos en Bostón, pero para ellos es un gran paso”, señaló Parra.
Bikes Not Bombs tiene además una tienda y taller de bicicletas en Jamaica Plain en donde vende bicicletas nuevas, pero también usadas a un precio asequible, y un programa de Escuela de Bicicletas que ha beneficiado a 4.500 jóvenes y adultos jóvenes de poblaciones vulnerables en formación gratuita en habilidades de mecánica para bicicletas y en liderazgo. Este programa se extiende al Departamento de Servicios Juveniles en donde los adolescentes aprenden a arreglar bicicletas y se quedan con ellas.

Además, todas las noches de los miércoles reciben a voluntarios que deseen ayudar a acondicionar las bicicletas donadas, sin importar si saben o no de bicicletas. Solo tienen que entrar a la página de Bikes Not Bombs para inscribirse. “Es un ambiente divertido donde todos aportamos para que alguien, en un país lejano, o incluso aquí en Boston cumpla el sueño de tener una bicicleta”, concluyó Parra.