ir al contenido

Rothschild en Quiriquire: un cuento de gratitud

El autor con Jesús y José. | FOTO: Cortesía

Mi padre, José Azocar Aguilera, nació en Quiriquire, uno de los campos petroleros de CREOLE, en el Estado Monagas, Venezuela, en marzo de 1939. Fue el penúltimo de 6 hermanos y llegó cuando mi abuelo, quien era el guachimán de la petrolera, ya era mayor, comenzando a sentir los estragos de una diabetes mal controlada y de historias cascarrabiosas. Por ello, su hermano mayor Alfonzo, obrero petrolero, asumió la figura paterna y se encargó de que papá creciera lo más sano posible: vacunado, desparasitado y con al menos dos comidas al día. Además, se aseguró de que no dejara de ir a la escuela y, de vez en cuando, le compraba ropa en la proveeduría de la empresa petrolera. Así, mi padre completó la primaria, terminó el bachillerato y, eventualmente, se graduó de Ingeniero Agrónomo en la Universidad de La Molina en Perú, una de las mejores en Latinoamérica en ese campo.

Mi tío llamaba a papá Rothschild. Mi papá nunca supo bien por qué, pero jamás dejó de recordarme que sin el apoyo, disciplina y amor de su hermano, nada de eso hubiese sido posible y de cuánto le agradecía por ello.

Un día, en una venta de garaje cerca de Boston, vi un abrigo de invierno hermoso para mi hijo José Agustín, que en ese entonces tenía 2-3 años. Era azul marino, grueso, de un peso agradable y obviamente costoso, como si hubiera estado en alguna vitrina de un centro comercial. Lo que me llamó la atención fue la marca: Rothschild. Comprendí que tal vez el apodo de mi padre se basaba en una marca de ropa que los hijos de los guachimanes o de los obreros en la Venezuela de campos petroleros americanos no podían tener, pero que mi tío aspiraba para su hermano menor. No solo se trataba de la ropa, sino de tener mejores oportunidades y un futuro más prometedor. Oportunidades y un futuro que ayudaron a mi padre y que, por ende, también me abrieron puertas a mí.

Pasaron más años y mi sobrino-ahijado Jesús, nieto de Alfonzo, tocó la puerta buscando salir de Venezuela en busca de mejores oportunidades y un futuro más prometedor. Biólogo, investigador y músico de gran talento, ¿cómo no ayudar a Jesús? No solo por ser familia y compatriota, sino también para de alguna manera cerrar el círculo de su abuelo al ayudar a mi padre y, a su vez, yo ayudarlo a él. Como dice el dicho, lo que se siembra se recoge. Mi tío sembró y aún estamos recogiendo.

En esta época de festividades, es un momento para recordar a quienes nos han dado la mano. Todos hemos pasado por circunstancias difíciles, enfrentado retos que parecen imposibles y atravesado momentos de desesperanza. ¿Cuántas veces no ha habido un ángel que, con una palabra, un gesto o una acción, nos ha motivado, sacudido y ayudado a pasar ese mal tramo del camino de la vida? Para mi padre, su hermano fue su ángel.

Aprovechemos estas fechas para agradecer lo que tenemos a quienes tenemos. La gratitud no solo es justa para quien la merece, sino que también nos hace mejores.

¡Felices Fiestas y gracias por leer este cuento!

Últimas Noticias