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OPINIÓN | ¿Mi equidad o la tuya?

Bahia El Oddi y Carin-Isabel Knoop

Dicen que cuando nos enamoramos, no necesitamos dar explicaciones.

También dicen que “todo el que se enamora está en la búsqueda de las piezas que le faltan en sí mismo.”

Nos hemos aferrado, como apasionados amantes, al concepto de ‘Equidad’ – expresado en términos de ‘Diversidad, Equidad e Inclusión.’ En las prisas por expiar nuestros pecados y corregir nuestros desequilibrios, no nos detenemos para reflexionar y definir las palabras que utilizamos, ni, como desearían los más pragmáticos, para pensar en lo que nuestros preceptos morales significan en la práctica.

Aunque recurramos al lenguaje para describir nuestra realidad, el significado de cada palabra es transmitido a través de nuestros padres, escuela, libros, redes sociales y amigos. Pero pocas veces nos paramos a pensar sobre el sentido que damos a dichas palabras. Aunque reconozcamos que percibimos los colores de manera diferente, asumimos que oímos y entendemos las palabras de manera similar. A medida que creamos vínculos entre diferentes culturas, el riesgo y costo de malinterpretaciones y malentendidos aumentan si cada uno da por asumido sus propias interpretaciones lingüísticas.

Por ejemplo, para palabras cargadas de sentido como «racismo,» «equidad,» y «género,» solemos mantener nuestras propias interpretaciones sobre dichos conceptos. Pero cuando se nos pide lo que realmente significan dichos conceptos para nosotros, lo que realmente queremos decir con ellos, nos damos cuenta de que en el fondo no lo sabemos. Siquiera expertos en el área de Diversidad, Equidad e Inclusión tienen definiciones claras para explicitar dichos conceptos. Puede ser incluso difícil para aquellos que busquen claridad en los eslóganes elusivos y en las palabras grandilocuentes utilizadas a repetición por empresas y otras instituciones.

Para comunicarnos con sentido y sin tergiversaciones, mejorar nuestras relaciones y enriquecernos mutuamente, debemos asumir menos y definir más el sentido de las palabras que utilizamos. Y, sobre todo, ¿cómo encontrar sentido y definición común para conceptos que utilizamos a diario y cuyas malinterpretaciones pueden conllevar consecuencias importantes?

Equidad: De gráficos a práctica

Las versiones de la imagen de arriba se hicieron populares el año pasado para explicar la diferencia entre igualdad y equidad, términos cuyos significados a menudo confundimos. Pero dicha imagen no ayuda a explicar cómo utilizar e interpretar dicho concepto en la práctica. Por ejemplo, podemos medir qué tan pequeño es el niño de la derecha y podemos elegir los tamaños de cada caja para que todos los niños tengan la misma «altura». A primeras, parece todo fácil. Pero la ilustración también plantea una serie de preguntas:

1) ¿Cómo distribuir en la práctica estas “cajas” en función de las necesidades de cada uno? ¿Como crear las condiciones necesarias para asegurar igualdad de oportunidades para todos? Dichas “cajas” también pueden ser recursos financieros, humanos, psicológicos, económicos, o físicos.

2) ¿Cómo identificar las necesidades de cada uno? ¿Debemos confiar en que cada persona pueda expresar lo que realmente necesita? ¿Qué pasa si ni siquiera dichas personas conocen sus propias necesidades? ¿Debemos entonces decidir por ellas?

3) Como asegurar que el niño de la derecha tenga acceso a las mismas oportunidades que los dos otros niños sin que nadie falte de nada? ¿Qué hacer si solo tenemos dos cajas en vez de tres? ¿A quién negamos apoyo y por qué? ¿Y cómo concebir y encajar estos casos en nuestra propia definición de justicia?

4) ¿Cómo garantizar que se le conceda a cada persona su derecho inalienable de encontrar su propia versión de la felicidad? ¿Estarías dispuesto a aceptar que tu propio hijo no tenga acceso a un cierto recurso con el fin de que otro niño pueda aprovecharlo? Por ejemplo, ¿estarías dispuesto a renunciar a enviar a tu hijo a la mejor escuela para que otro niño más necesitado pudiese asistir en su lugar?

Una Oportunidad Unica

La crisis de Covid ha llevado a personas del mundo entero a demostrar una fuerza heroica, pero ha revelado a la vez los fallos más profundos de nuestra sociedad. El aumento de las desigualdades de los ingresos, la riqueza y las oportunidades en los años previos a la pandemia nos dejó a todos más expuestos a sus consecuencias económicas, sociales y sanitarias. En mismo tiempo, la pandemia ha puesto en evidencia la faceta más humana de nuestra sociedad, honorando a “trabajadores esenciales,” a empleados, y reconociendo las necesidades de grupos minoritarios, de niños, y adolescentes.

En las revueltas de mayo de 1968, la juventud francesa protestó por más justicia, cuestionó el status quo, culpo a previas generaciones y al capitalismo por los males del mundo; y los trabajadores presionaron para conseguir mejores condiciones laborales y más derechos.

Como en 2021, 1968 fue un año de dislocación social y de nuevas posibilidades. Las empresas hicieron grandes promesas, presentándose como medios para promover el bienestar social, de agentes capaces de crear un mundo más justo, equitativo, y humano. Estas palabras e intenciones tienen su peso, pero ¿cómo conseguirán dichas empresas transformar sus promesas en acciones concretas? Dada esta nueva oportunidad, ¿Cómo conseguirá nuestra sociedad, con todas sus buenas intenciones, entender y discutir lo que implican y significan estas profundas transformaciones sociales, y no solo repetir otra vez, en modo piloto automático, lo que creemos que se espera del momento?

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