Max Larkin / WBUR
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La mayor parte de la escuela Sarah Greenwood en el vecindario Grove Hall de Dorchester está rodeada de cemento, con canchas four-square y algunos aros de baloncesto. En la esquina de la cuadra está la fachada derrumbada de una antigua iglesia, donde ocasionalmente arrojan basura, incluso un cuchillo y jeringas, hacia el patio de la escuela.
Entre ambas edificaciones, en un estrecho tramo de césped, se encuentra el nuevo huerto de la escuela. Este, cada semana recibe a grupos de estudiantes de los ocho grados, quienes por el momento han estado desyerbando, labrando y observando la naturaleza de cerca.
Crystal Alcala lleva al jardín a sus alumnos de segundo grado al menos dos veces por semana, donde identifican insectos, desentierran las malas hierbas y aprenden comunicándose en inglés y español (Greenwood es una escuela de dos idiomas) acerca de la deforestación, sobrepesca y suelo sano.
Ha sido una buena oportunidad para todos los estudiantes de la escuela, dice Alcala: «Respirar profundamente también ha sido una bendición. Despejamos lamente y descansamos un poco del uso de la mascarilla … se puede ver en sus caras, el alivio».

Alcala, hija de inmigrantes mexicanos, ha querido plantar un jardín en Greenwood desde que llegó como maestra hace tres años. Creció en el sur de California, donde su padre trabajaba en un vivero de plantas. Sin embargo, ella no era una jardinera ávida. La idea tenía más que ver con darle luz al patio de la escuela y brindar a los estudiantes, en su mayoría latinos y de bajos ingresos, un espacio para respirar profundamente (así como para gritar y jugar).
Al ser práctico, liberador, social y (generalmente) seguro, el aprendizaje al aire libre parece una alternativa ideal a la educación virtual, aislada y en espacios cerrados del año pasado. Pero queda por ver si un sistema educativo que intenta volver a la normalidad puede mantenerse al aire libre, después de que desaparezcan las restricciones pandémicas. Si los administradores y maestros ven que su objetivo principal es compensar la “pérdida de aprendizaje” del año pasado, el tiempo educativo al aire libre puede parecer, una vez más, un lujo.
Pero un grupo de padres en Greenwood cree que ha llegado el momento de hacer cuentas con la desigualdad en distribución de: infraestructura, recursos, entre las escuelas de Boston y sus alrededores.
Esta primavera, están intensificando una campaña para renovar las instalaciones de la escuela, por dentro y por fuera, y han presionado a las candidatas a la alcaldía Andrea Campbell y Michelle Wu, sobre los planes a futuro.
El edificio de Greenwood tiene casi un siglo de antigüedad y lo parece. Para el momento en que se realizaron las últimas reparaciones, sus ventanas a veces se caían, los radiadores aún pueden calentarse generando un peligro en el invierno y el sistema de ventilación de la escuela fue calificado como «deficiente» en una auditoría de 2016 .
A pesar de años de cabildeo, Franklin Peralta, padre de dos hijos en la escuela, comentó que las Escuelas Públicas de Boston y autoridades de la ciudad aún no se comprometen con ninguna renovación importante del edificio Greenwood, y mucho menos con la construcción de una nueva escuela.

Hasta ahora, el impulso de los padres para comprar ese lote abandonado y modernizar el patio de la escuela también se ha visto obstaculizado.
«Cierre los ojos e imagínenos ampliando ese jardín, cuán diferente sería”, señaló Peralta. «Tengo que decir que parece un sueño en este momento. ¿Se debe a la población a la que estamos asistiendo?»
Peralta trabaja para una organización sin fines de lucro que ayuda a los inmigrantes en el área metropolitana de Boston a aprender inglés. Y él es muy consciente de lo poco que hay disponible para muchos estudiantes de Greenwood cuando no están en la escuela.
“El veinte por ciento de nuestras familias viven en refugios en este momento. Y muchos de ellos, personas de bajos ingresos, viven en apartamentos abarrotados, en la Sección 8, sin acceso a espacios abiertos», dijo Peralta. «Eso significa que la escuela es la oportunidad principal de esos estudiantes para tener una experiencia real al aire libre».
Greenwood no es el único que se enfrenta a ese dilema. En un momento en el que el aprendizaje al aire libre ha reaparecido en todo su potencial, muchas escuelas, especialmente aquellas con los estudiantes más necesitados, todavía no están preparadas para brindarlo. El plan de estudios al aire libre sigue siendo principalmente de los centros preescolares y campamentos privados y, a menudo, costosos.
Alcala reconoce que los padres quieren más y, por su parte, los estudiantes merecen más de lo que ella puede lograr con una subvención de $5,000, para gastarlo íntegramente en suministros.
«Ellos dicen, ‘¿Por qué no podemos tomar este espacio?'», comenta Alcala.»‘¿Por qué no expandir nuestro patio para que los niños tengan un campo de fútbol, un campo para correr, para que no estén corriendo en el asfalto todo el día?'».
Pero esa decisión involucrará a los funcionarios del distrito, la compra de un terreno y la construcción. Mientras tanto, Alcala y varios colegas, con verdadero espíritu de jardineros, están tratando de aprovechar al máximo lo que se les ha dado.
Alcala espera plantar una barrera entre el patio de la escuela y el lote de la iglesia: «Voy a plantar calabazas, con las enredaderas creciendo a lo largo de esta cerca, para crear un espacio para los estudiantes donde no estarán expuestos» a la basura y a la avejentado estructura.
Mientras tanto, colegas como Deric Quest, paraprofesional de la escuela, ven el lado positivo, en el espíritu de la temporada.
Puede que el jardín no sea mucho todavía, pero funciona como un espacio de cuentos para los niños de kindergarten y lecciones sobre ambientalismo, y brinda un deleite a los estudiantes más jóvenes de la escuela.

Quest, que trabaja a tiempo parcial como paisajista, ve un lienzo en blanco en el tramo de tierra aún vacío en Greenwood.
«Esto puede verse increíble, este puede ser un gran diseño de paisaje pequeño si le dedicamos un poco de tiempo, un poco de TLC», indicó Quest. «Despierta, genera algo hermoso; te da una buena sensación».
Intenta ayudar a un grupo de estudiantes de octavo grado a aprender el oficio. Quest contó que se enamoró de las plantas cuando era estudiante, y está contento de que el jardín esté allí para ayudar a los actuales estudiantes de Greenwood.
«Los niños pueden crecer, aprender a plantar, a sobrevivir, a comer alimentos sanos», señaló Quest. «Esta es una habilidad para la vida entera, una vez que la aprendes nunca desaparece. Nunca se va. Así que solo estamos plantando la semilla, por así decirlo».